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Víctor Navarro

El regreso de un bailarín tras un largo periplo

Su aventura podría llevar por título El regreso del hijo pródigo. Víctor Navarro, de profesión bailarín y coreógrafo errante, ha regresado a Barcelona, su ciudad natal, después de 20 años de ausencia, para dar a conocer su trabajo artístico, que tantos éxitos le ha reportado en Brasil. A este país llegó invitado por el Ballet Municipal de Sâo Paulo, en calidad de coreógrafo. Luego llegaría a ser director artístico de este cuerpo de danza, cargo que dejó para poder crear su propia compañía, con la que ahora quiere debutar en España. Hoy, en la Fundación Miró y a modo de avance, presenta Un soplo de vida, coreograrla basada en un texto de la escritora brasileña Clarisa Lispector.

"Estoy convencido", asegura, "de que mi misión en la vida es llevar la danza por el mundo, y en este momento siento que mi lugar está en mi país y en Europa". En su trayectoria artística Víctor Navarro ha vuelto al punto de partida, Barcelona ciudad que le vio nacer hace 44 años y donde empezó su carrera profesional como bailarín. Desde muy joven supo que había nacido para la danza. Recuerda perfectamente cómo ejecutaba pasos de baile con su novia de infancia y aún hoy no acierta a comprender cuál era su fuente de inspiración, ya que jamás había visto un ballet. Comenzó en Esbart Sarriá, una agrupación falclórica donde aprendió danzas de Cataluña, Valencia y Baleares. Luego tomaría la decisión de convertirse en bailarín profesional y se matriculó en el Instituto del Teatro para estudiar danza clásica y española. "Al principio mis padres pusieron el grito en el cielo, a pesar de que en mi familia había artistas. Mi hermana era cantante de ópera y mi hermano tenía dotes para el cante flamenco".Antes de terminar los estudios aceptó la oferta del Ballet del Gran Teatro del Liceo para participar en la temporada de ópera y ballet y después marchó a Madrid, donde trabajó en la Zarzuela, hizo music-hall e incluso cine. Más tarde aceptó la oferta del Ballet Gulbenkian, de Lisboa, pasando a continuación por Francia, Bélgica y Holanda, donde se estrenó como coreógrafo. "Decidí que mi futuro estaba en este ámbito, por lo que, a los 29 años, dejé de bailar, aunque luego en distintas ocasiones me han empujado de nuevo a subir al escenario".

"He bailado de todo", añade a modo de explicación, "clásico y contemporáneo, y la influencia del folclor me ha permitido expresarme con más naturalidad y llegar así mejor al público. Nunca he tenido una gran técnica, pero he sido un gran comunicador, capaz de transmitir la emoción y la sensualidad de la danza al espectador".

El destino y su afán de cambio le llevaron hasta el lejano Brasil, donde se ha convertido en una figura indiscutible de la danza, con más de 20 coreografías a sus espaldas con las que ha conseguido éxito de público y todos los premios que se otorgan en este país a la danza. Llegó a ser director artístico del Ballet Municipal de Sáo Paulo y hace cinco años creó su propia compañía, por la que han pasado cerca de 50 bailarines.

Después de 13 años en Brasil, ha vuelto a España, en busca de sus raíces, casi perdidas, y de un reciclaje artístico. "Me estoy reciclando a todos los niveles", asegura. "Estoy recuperando una lengua, el castellano, en la que todavía me cuesta expresarme; una familia, unos amigos, un clima e incluso unos olores que me transportan a mi infancia y juventud. También quiero reencontrar una faceta del baile que siempre rechacé, y que es la influencia, en mi trabajo, de la danza española".

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