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Tribuna
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Posibilistas

Escribía el sábado Rosa Montero sobre las dificultades que ha tenido el perseguido dibujante Vázquez de Sola para encontrar una sala donde presentar su último libro de humor negrísimo. Al margen de las nada marginables tribulaciones de Vázquez de Sola en la España democrática, se me ocurre una reflexión sobre la propagación del SIDA del posibilismo en el alma de la España funcionaria y política, un posibilismo servil con lo que hay y lo que se lleva, convertido lo que hay y lo que se lleva en categorías absolutas de comportamiento y proyecto.Son posibilistas los que han considerado que había que meter en la cárcel a Vázquez de Sola seis años y un día por hacer dibujos no posibilistas y siguen siendo posibilistas los que le cierran las salas públicas para que no siga proponiendo imposibilidades y lo son también los que tejen la conspiración del silencio en tomo de esos ya varios ciudadanos amenazados con seis años y un día de cárcel por mirar o recordar como no se puede mirar o recordar. Los posibilistas de plantilla son muertos vivientes que se van reproduciendo como los extraterrestres perversos en las películas de ficción científica.

No pasa día sin que compruebe la usurpación de un cuerpo crítico, invadido por un posibilista que se niega a sí mismo incluso la posibilidad de estar inocentemente equivocado. El posibilista siempre está malvadamente acertado y ha pasado de pedir perdón por su prudencia histórica a legislar que la historia es prudencia y que todo aquello que quede a la izquierda de la prudencia es un problema de la Guardia Civil, hipótesis de partida de todo reaccionario, vote lo que vote. Yo no sé qué procedimiento emplean para propagarse, si son vampiros y hay que alejarles enseñándoles la cruz o son virus que requieren un preservativo moral compuesto a medias por la memoria y la esperanza. Yo no sé cómo lo hacen, pero a veces se les ha visto por las esquinas dando besos en la nuca, en la nuca, sí, en la nuca, la tan conocida y bien comprendida nuca de Aquiles.

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