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Esperada, enigmática, fascinante 'Lulú'

La ópera de Alban Berg, por primera vez en Madrid

Se ha convertido en una afirmación bastante generalizada que con Lulú se cierra un ciclo en la historia de la ópera. Ello no implica que el género agonice, todo lo contrario. Además, la influencia ejercida por esta obra sobre algunos compositores posteriores a Alban Berg ha sido más que notable. Lo que denota es la característica de ópera en cierto modo simbólica de final de un camino, de punto de llegada de una forma de hacer, de condensación y síntesis de pasado y presente del teatro musical.Señala acertadamente Pierre Boulez en un excelente estudio sobre Lulú incluido en su libro Puntos de referencia, que en Berg confluyen, consciente y voluntariamente, dos tradiciones paralelas en la evolución de la ópera alemana: una representada principalmente por Mozart, que se podría llamar la ópera de números, y la otra representada por Wagner, la ópera continua.

Se suele subrayar que la elección de una voz de soprano coloratura para Lulú tiene su inspiración en la Reina de la Noche, de La flauta mágica, de Mozart. Es más que un homenaje. Ambos papeles comparten el clima de misterio, de seducción, de ambigüedad. Pero, en el terreno de las afinidades, las correspondencias son aún mayores con otras óperas de Mozart, como Don Giovanni. La incursión en los mundos más complejos, profundos y turbulentos del ser humano, la tendencia a prescindir en lo posible de lo anecdótico en aras de una mayor interiorización y la atemporalidad de los temas derivados de una búsqueda del amor: sexualidad, atracción, posesión emparejan, con siglo y medio por medio, las preocupaciones mostradas por Mozart y Berg.

Intospección

Con Wagner, las relaciones son de otra índole. Más cercanas en el tiempo, más ligadas al discurso musical: utilización estilizada de los leit motiv, estructura de las composiciones. En el campo de las ideas cambia el escenario de la acción, pero no el deseo de instrospección en el conocimiento humano ni la forma poética de llegar al mismo.Lulú es, por ahora, el último de los grandes personajes femeninos de la historia de la ópera. El paso del tiempo, la evolución del género, son evidentes. Lulú no muere por amor como Isolda ni tiene el ansia de libertad de Carmen ni las aspiraciones insatisfechas de las heroínas de Puccini. Lulú sobrevive, cambia continuamente de situación y de relaciones, asciende socialmente y se hunde en la mayor degradación. Es víctima y verdugo del entorno que la rodea. Prescinde de la memoria de su experiencia, vive el instante último.

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