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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inflación, objetivo cumplido

LA PUBLICACIÓN del índice de precios al consumo correspondiente al pasado mes de diciembre ha ven¡do a confirmar que la inflación correspondiente al conjunto del año se ha quedado varias décimas por debajo del objetivo inicial del Gobierno, el 5%. La única sorpresa, si es que todavía puede haber sorpresa en ello, ha sido el retraso con que se ha dado a conocer el índice: según el Instituto Nacional de Estadística, la demora se debe a las vacaciones de Navidad, y esta feliz circunstancia ha hecho coincidir la fecha de su publicación con el congreso del PSOE. Se trata de una coincidencia en la que el azar ha debido desempeñar un escaso papel, tanto más reducido cuan to que el Gobierno dispone de un avance de las cifras desde hace varios días. La posesión de este avance, sistemáticamente negada por los responsables económicos, ha sido confirmada por los responsables de la ela boración del índice en declaraciones públicas. Es lamentable que estas triquiñuelas empañen un resultado económico sin duda positivo. La reducción de la inflación es uno de los requisitos de la creación de empleo, entre otras cosas porque para que la inversión se produzca es preciso que las incertidumbres se reduzcan, y nada afecta tanto a la formación de unas expectativas favorables como la estabilidad, al menos relativa, de los precios. Por otra parte, la redistribución de rentas que produce la inflación es la más injusta de todas las redistribuciones, pues pedudica a los colectivos más débiles que no tienen capacidad de negociación.

La moderación de los precios en 1987 se pyodujo a pesar de que los salarios, en promedio, crecieron por encima del 7%. La explicación de esta aparente paradoja se encuentra en varios factores: la apreciación de la peseta, que ha abaratado el coste de las importaciones; el comportamiento moderado de los productos alimenticios, y la mayor competencia de los productos extranjeros como consecuencia de la reducción de las tarifas aduaneras. Es difícil calcular con exactitud la aportación a la baja de cada uno de estos factores, aunque es posible que el primero y el segundo hayan contribuido con algo menos de un punto. El aumento de los precios de los productos no alimenticios ha quedado en el 5,6%, cifra que probablemente refleja la tasa de inflación subyacente en la economía y que anuncia problemas para este año, ya que no es razonable pensar que la peseta continúe apreciándose frente al dólar de la misma manera que lo hizo en 1987 ni que siga lloviendo con la misma regularidad y oportunidad que en estos años de gobierno socialista, aunque hay quien dice que la providencia se ha puesto decididamente del lado de los consumidores. El factor positivo que puede ayudar en la lucha contra la inflación, y que ya desempeñó un papel importante en 1987, será el aumento de la productividad: las ingentes importaciones de maquinaria y equipo de los últimos años tienen que terminar manifestándose en una mejora global de la competitividad de las empresas españolas que les permita enfrentarse con mayores posibilidades de éxito a la competencia de los productos extranjeros, tanto fuera de España como dentro de ella.

Por lo demás, lo que pueda ocurrir en 1988 depende esencialmente de las negociaciones salariales. La CEOE ha anunciado su intención de negociar dentro de una banda comprendida entre el 3% y el 5%; por su parte, UGT reclamará subidas del 6%,. Con estos supuestos de partida es difícil alcanzar el 3% anunciado por el Gobierno, ya que no es previsible que las circunstancias favorables de 1987 se repitan en todos sus extremos. La principal carta que queda por jugar es la que corresponde al crecimiento de la productividad, y es en este campo donde cabe diseñar una política y una estrategia en la que puedan encontrar un interés común sindicatos, empresarios y Gobierno. El que esto se realice globalmente o empresa por empresa es relatiamente secundario en relación con el problema esencial: el progreso de los pueblos depende de la productividad del trabajo, y la redistribución de las rentas, una vez limitados los estragos de la inflación, encuentra en ella su principal origen y fundamento.

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