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Voluntarios y mercenarios

El artículo de Rafael Sánchez Ferlosio sobre la polémica en torno al servicio militar en España, publicado en EL PAIS del pasado sábado bajo el título El retorno del mercenariado, ha provocado la presente réplica de uno de los militares citados en el trabajo del autor de El Jarama. En este artículo se plantea la necesidad de evitar dogmatismos a la hora de analizar cuestiones como la de la defensa nacional y se defiende la hipótesis de que no existe relación constatable entre el sistema de reclutamiento y la inclinación hacia lo que el autor denomina pretorianismo, concepto que distingue del de mercenariado.

Hace unos días, en un seminario sobre El servicio militar en la España actual, que tuvo lugar en Segovia y ha dado lugar a comentarios periodísticos, expuse una tesis que me gustaría ver criticada en sí misma y no por referencias remotas. Me gustaría, porque de la crítica puede salir luz sobre determinados temas, a veces confusos por naturaleza.Precisamente de esto trataré en la introducción de mi tesis: de confusiones (léase prejuicios, preconceptos, pasiones) que impiden ver claro en ciertos problemas, como los de defensa nacional.

No es que pretendiera resolver determinadas cuestiones (decir la última palabra en ellas), sino simplemente presentarlas como lo que son: confusas.

Además, señalé la imposibilidad de esclarecerlas de un modo definitivo, y para ello me serví, entre otros medios, de una afirmación de Kant. Decía él: "El conocimiento humano parte de unos principios. Y como los primeros principios son indemostrables (o no serían principios), el conocimiento es siempre, en sus orígenes, dogmático".Voluntarios y mercenariosDe aquí llegué a una rápida diferenciación entre el dogmatismo como principio (inevitable) y como procedimiento o método (indeseable). A base de afirmaciones dogmáticas se puede ir por la vida, triunfar en política y hacer literatura, pero no se construye conocimiento (ciencia) digno de crédito. Y aunque no todo en la vida sea conocimiento, ni mucho menos, presentar como tal lo que no lo es es dar gato por liebre.

El dogmatismo como método, en los campos de defensa nacional, de la necesidad de los ejércitos y de su organización constituye el gran obstáculo que impide la convergencia intelectual entre determinadas posturas opuestas (por ejemplo, entre los armamentistas y los partidarios del desarme unilateral).

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Entre los que tratan temas militares y de defensa (lean profesionales o civiles), hay mucha tendencia a la dogmática indiferenciación de conceptos básicos que favorecen las propias querencias.

Por ejemplo, si uno no se molesta en distinguir suficientemente el concepto de soldado voluntario del de mercenario, puede llegar a conclusiones como algunas de las que presenta Sánchez Ferlosio en su artículo Sobre el retorno del mercenariado, pueblicado en EL PAIS del 28 de marzo.

Pero voluntarios eran los patriotas españoles que lucharon contra Napoleón, como lo son los actuales soldados de un ejército, el británico, al que no sería justo llamar mercenarios, a no ser que a la palabra se la dé un sentido que nos incluya a todos los que consideramos honroso ganarse la vida trabajando.

También hay que diferenciar entre mercenario y pretoriano, y de estás distinciones se ha tratado en el seminario, aunque no constituyeran su tema central. Si no se distingue conceptualmente, puede llegarse hasta a confundir con el soldado al terrorista y a llamar acción de guerra y lucha armada al asesinato a traición.Hay muchos equívocos en una cuestión en la que la oratoria y las citas eruditas no pueden sustituir a los análisis metódicos y juicios certeros.

Si preguntamos por lo que caracteriza al militar, es seguro que algunos (incluso profesionales) nos contestarán que el valor, las armas, el uniforme... Un poco en esa dirección parece apuntar a veces Rafael Sánchez Ferlosio. Pero ninguna de esas características nos permite distinguirle claramente del esbirro, el mercenario o el terrorista, que le pueden igualar o superar en valor y adoptar sus modos de acción y sus signos externos; en última instancia, tampoco se diferencian por la disciplina, sino en que los otros luchan por intereses personales o de grupo que el buen soldado está siempre dispuesto a sacrificar a la voluntad de su pueblo.LimitacionesIgual que el juez no tiene que juzgar sobre la ley, sino con ella, el militar tiene que luchar por lo que su nación le ordena, "con razón o sin ella", sin más limitaciones que las que imponen el derecho de gentes y los derechos humanos. Precisamente lo que no respetan algunos que pretenden llamarse soldados.

Hay unas cualidades que los grandes clásicos (incluidos los literarios, como Cervantes) reconocen cuando llaman al militar "el noble oficio de las armas". Eso hace referencia a virtudes como la caballerosidad que algunos consideran trasnochada, quizá porque la interpretan erróneamente. ¿Cómo se puede pedir que los ejércitos no corrompan sus misiones, cuando los que de ellos escriben las confunden continuamente?

Una de mis afirmaciones accidentales en el seminario de Segovia fue que determinadas enfermedades profesionales (como la de los pronunciamientos) se producen sólo en sociedades enfermas. Son éstas el verdadero sujeto de la enfermedad.

No es mi intención criticar vindicativamente la visión que del militar profesional se puede deducir del artículo de Rafael Sánchez Ferlosio.

Ojalá se produjeran muchos artículos literarios de fondo tan limpio. Siento que no haya asistido al seminario sobre el que escribe, en el que habría podido aportar algo y apreciar cómo eran tratados casi todos los temas que parecen preocuparle. Tratados y enfocados desde diversos puntos de vista, incluidos algunos de los que él adopta.

No es posible reproducir aquí, ni siquiera esquemáticamente, la densidad temática de un seminario intensísimo. Si diré, para terminar con esto y a título de muestra, que sobre el tema que preocupa a Rafael Sánchez Ferlosio se plantearon cuestiones como la de la relación entre el sistema de reclutamiento y el pretorianismo, para llegar a la conclusión casi unánime de que éste no nace de aquél ni guarda relación directa con él. También se diferenció entre el espíritu legionario y el del voluntario, por decirlo así, normal.Eficacia y honestidadEn la época en que vivimos da la casualidad de que los ejércitos que más se han desviado de su misión hacia el pretorianismo no han sido los de voluntarios, sino algunos que se nutren de levas forzosas.

Pero todo esto es casualidad, y nosotros no nos hemos reunido para analizar casualidades ni para exponer nuestras simpatías y repulsas en forma literaria, sino para estudiar un problema con el mayor rigor posible, sin olvidar nunca que no se trataba de una especulación puramente teórica, sino de buscar las mejores (eficaces y honestas) soluciones para la defensa nacional, soluciones en las que hay que tener en cuenta y valorar posibilidades económicas y estados de opinión, así como también sentimientos y prejuicios diversos de los que ninguno estamos exentos.

Personalmente, creo que hemos tratado uno de los grandes temas de la sociedad actual. Me parece que han entrado en crisis (mundialmente), concepciones del servicio militar que nacieron en la Revolución Francesa, y que de la solución que demos a esa crisis dependen, en parte, la seguridad externa de nuestra patria y los grados de convivencia alcanzables dentro de ella.

es teniente general del Ejército.

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