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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fin de la moratoria y sus implicaciones

LA URSS ha puesto fin a la moratoria unilateral de sus pruebas nucleares -iniciada en agosto de 1985- con la explosión de una bomba en sus instalaciones subterráneas de Semipalatinsk, en Asia central.Ya Gorbachov había dicho en diciembre pasado que la URSS suspendería su moratoria si EE UU realizaba experimentos nucleares en 1987. El 23 de enero tuvo lugar en Nevada una prueba nuclear, y el Gobierno soviético ha dado la respuesta anunciada. Durante los 19 meses de moratoria soviética, EE UU ha llevado a cabo más de 20 pruebas nucleares.

El impacto de la prueba de ayer sobre las negociaciones de Ginebra no será, sin embargo, grave. Desde hace bastante tiempo, ante la evidente imposibilidad de un acuerdo sobre una moratoria bilateral, dichas negociaciones están centradas en otros objetivos. Pero la decisión de la URSS de reanudar sus pruebas nucleares debe ser considerada también en relación con la evolución interior de la Unión Soviética. Gorbachov, en un momento en que se enfrenta con los sectores más conservadores del partido y del Estado, no podía prolongar una situación que otorgaba una ventaja visible a los militares de EE UU.

El análisis de la realidad soviética exige centrar la atención en la aguda lucha entre dos políticas opuestas y entre grupos de intereses contrapuestos dentro de la escena política y económica de aquel país. En los últimos discursos de Gorbachov sorprende la claridad con la que define a los enemigos de la reforma: por un lado, sectores que defienden sus privilegios, y por otro, "personas honradas", pero "prisioneras de las ideas antiguas". Personas honestas o formadas en otra ideología, pero, en definitiva, fuertes también en muchos aspectos en lo que constituye la cumbre del régimen. El enfrentamiento, en consecuencia, existe, pero también es cierto que desde los años veinte no ha existido precedente de un reconocimiento tan explícito de una lucha interior en el aparato de la URSS.

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No sería lógico atribuir este reconocimiento de sus dificultades por el líder soviético a fines de propaganda. La URSS ha entrado en una nueva fase, cuyo desenlace todavía no está resuelto. Lo que está proponiéndose no es una verdadera democracia, a pesar del abusivo empleo de esta palabra. Concretamente, no está en discusión el monopolio del partido, con las importantes limitaciones que para la libertad política implica. Pero los cambios que Gorbachov quiere llevar a cabo desbordan el campo puramente económico y se refieren a la totalidad social.

El líder soviético ha empezado una reforma que se traduce en la llegada de muchos dirigentes más jóvenes y competentes a puestos importantes, en mayor transparencia de la información, en cierta liberalización de la vida cultural, en la puesta en libertad de algunos presos políticos. Gorbachov necesita estos cambios de cara a la reforma de la economía y para lograr el apoyo de la intelectualidad en su pugna con los ámbitos que dominan los conservadores.

En Washington reina el desconcierto ante esta clase de evolución en la URSS; sin duda por falta de preparación ante hechos imprevistos y a causa de la gravísima crisis por la que atraviesa el liderazgo de Reagan, asediado por los inacabables problemas que se han derivado del Irangate.

Las consecuencias pueden ser graves porque si se cerrase el camino hacia acuerdos sobre reducción de armamentos, Gorbachov acabaría encontrándose en una situación insostenible, y de ello sacarían provecho los sectores soviéticos partidarios de volver al niet de la época brezneviana.

La conciencia de estos hechos es mayor en Europa que al otro lado del Atlántico. El canciller Kohl, uno de los gobernantes más conservadores del continente, ha declarado que la reforma de Gorbachov puede suponer un "giro decisivo" en las relaciones Este-Oeste. Cabe esperar que actitudes europeas como ésta ayuden a introducir mayor realismo en la política norteamericana.

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