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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cantores

El hecho corresponde a la aureola: la fama universal y el lugar en la historia de los Wiener. Sängerknaben son el derecho de un milagro de disciplina y alegría fundidas en una de las más firmes tradiciones musicales europeas. a transparencia deportiva de la pequeña misa de Britten o la Ingravidez de los elfos de Shakespeare / Mendelssohn hallan en estas voces la réplica feliz -rigurosamente afinada y a tiempo- de un diamante natural cuya precisión precede a su talla. La reducción, por ejemplo, de un duo a solos de voces maduras, a polifonía coral de voces tiernas -Stabat Mater, de Pergolese- purifica sin duda un producto de suyo mundano y lo eleva sobrenaturalmente.Sentadas estas premisas indiscutidas, no se acaba de entender un programa de tal suerte variopinto, inclemente con esas grandes pequeñas voces -ponerlas a prueba musicalmente carece de sentido- con la inserción de un juguete cómico representado -opereta banal de Klerr-, más apto para un teatro de los sueños que propio de una velada concertante, por muchos años que acumulen sus contertulios.

Concierto de los Niños Cantores de Viena en la Filarmónica

Programa: Obras de Eybler, Lotti, Pergolese, Fauré, Britten, Kodaly, Klerr, Mozart, Mendelssohn, Reger y otros. Intérpretes: Niños Cantores de Viena. Teatro Principal de Valencia. 23/2/87.

De algún modo, esta gira pareció pergeñada por algún Leopold Mozart -que nunca dejó de haberlos-, padre imposible que pasea a sus retoños con más ánimo de propaganda que de sana cocina musical. Y para ello es menester una mise-en-escene que la nuda sala de conciertos, desproporcionada y a despropósito, está lejos de proveer.

Crédito a la fama

El teatro a tope rindió crédito a la fama y acogió con benevolencia, comme il faut, esa banda de humor que discurre entre la gracia y el ridículo y que nuestro país tiende a estrechar todo lo que puede, de Quevedo a Cela y mal que nos pese.Puede que Mozart anduviera entre nosotros. Pero, una vez más, Leopold, de puro mostrárnoslo, no nos dejó conocerle.

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