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La quiebra del dogma neoliberal

El autor de este artículo, que vivió los últimos meses del Chile de Salvador Allende como funcionario internacional de la ONU, cree que el golpe de Estado de Pinochet hizo cambiar la estrategia de la izquierda internacional, y sobre todo la actitud de la izquierda europea, que empezó a aprender a contar los pasos hacia el socialismo. De igual modo, el autor piensa que la quiebra actual del dogma neoliberal en Chile debiera también tener efectos sobre los que, en Europa, creyeron que las lecciones de Milton Friedman son las propias de una economía de milagro.

El golpe de Estado que acabó con la experiencia de la Unidad Popular, ahora hace 13 años, tuvo una gran influencia en la estrategia de la izquierda en Latinoamérica y también en Europa. Esta influencia fue de signo contrario, pues mientras allí la extensión del modelo militar a un buen número de países justificó la permanencia, hasta el pudrimiento actual, del faquismo con su referencia castrista, a esta parte del Atlántico la enseñanza fue bien distinta, pudiéndose resumir en el corolario siguiente: avanzar hacia el socialismo exige contar bien los pasos, so pena de sufrir un revés histórico.Desde el PS francés hasta el PC italiano, pasando por el PSOE, retornaron de una u otra forma a las viejas ideas democráticas y socialistas de los Bauer, Berstein o Kaustky, acabando, por consunción del modelo comunista, con la división que las distintas izquierdas nacionales, especialmente en el sur de Europa, soportaban desde los años veinte.

La descomposición del modelomilitar latinoamericano, que el señor Kissinger propiciara en su momento, no ha sido sólo fruto de su bestialidad congénita, sino que también se ha debido a la espectacular quiebra del modelo económico, y, por tanto, social, impuesto por las armas, con el dogmatismo neoliberal como referente ideológico. Mientras en Chile, por poner el ejemplo más nítido, se imponía el modelo de la escuela de Chicago, en los países democráticos europeos la era de Reagan ha estado caracterizada por la predicación de esa misma religión salvadora con sus dogmas y sus recetas. Y sin pretender exhaustividad, algunos podrían señalarse:

1. Lo público es ineficiente; lo privado, eficiente. El Estado es una carga.

2. El mercado es el único mecanismo eficaz para la asignación de los recursos. Todo aquello que impida su natural funcionamiento (verbi gratia, los sindicatos) es un mal en sí mismo.

3. La suma de las libres decisiones individuales da como resultado un óptimo social.

4. Darwinismo: sólo deben sobrevivir los más creativos; no debe subvencionarse el parasitismo.

Recetas

De estos y otros dogmas se derivan obvias recetas. A saber: privatización del Estado, destrucción de los mecanismos asistenciales, no subvenciones, no aranceles, pocos impuestos, y no progresivos, etcétera.

Esta ofensiva ideológica contra el Estado del bienestar, que durante tantos años tejiera la socialdemocracia, ha tenido algún efecto y ha intentado aplicarse por diversos gobiernos conservadores. Sin embargo, ni Margaret Thatcher ni Ronald Regan han podido apurar al extremo lo que con tanta fe predicaban, ayudados, obviamente, por la crisis. Al fin y al cabo, la democracia contiene mecanismos estabilizadores que dificultan en la práctica los experimentos dogmáticos. Sin embargo, un país dictatorial como es Chile sí se convirtió durante muchos años en auténtico laboratorio de estas doctrinas. Más que discutirlas en abstracto, es un buen ejercicio recordar los resultados obtenidos. Y es bueno, desde la óptica europea, analizar estos resultados a fin de ver en acción a tanto dogma como por aquí se sigue predicando.

En 1980, tras el período de recuperación iniciado en 1977, fruto sobre todo del estancamiento anterior, Milton Friedman pronosticó en la televisión sueca que Chile se convertiría en "el milagro económico de la década de los ochenta", y el 18 de enero de ese año el The Wall Street Journal propuso en un editorial que el Gobierno de Reagan pidiera prestados, como asesores, a algunos economistas chilenos. Tan bien parecían ir las cosas. Ese año el producto interior bruto creció un 7,8%.

En el entretanto se había privatizado la educación, la salud, los transportes, la seguridad social; hasta el volcán Osorno se sacó a pública subasta para ser explotado privadamente. El déficit público se redujo drásticamente y la política arancelaria y monetaria era, o pretendía ser, neutral. Por supuesto, los sindicatos no existían. Sin embargo, la falta de competitividad internacional, la creciente deuda externa, las disparatadas tasas de interés,junto a la pérdida generalizada de credibilidad en el modelo, condujeron en 1982 a la peor crisis del siglo: la producción industrial cayó en sólo un año el 21,9%; la agraria, el 10,8%; la construcción, un 34,3%; el comercio, un 23,6%. Todo un éxito. El Gobierno de Pinochet, tan liberal, se vio obligado a tomar el control de numerosas empresas financieras y bancos. Un año después el Estado tuvo que asumir todas las deudas privadas externas del país como condición de la banca internacional para otorgar un solo préstamo a Chile.

En octubre de 1983 un director del Fondo Monetario Internacional, E. Wiesner, seguía con la cantinela: "No hay duda de que la causa primaria de la crisis actual en América Latina fue el gasto público excesivo". Chile, seguramente el país más afectado por la crisis, tuvo superávit público durante bastantes años.

¿Qué quedó del modelo neoliberal? Más bien poco. Ante las quiebras en cadena, el Estado se ha hecho cargo de la mayor parte de la banca, y ante el crecimiento de la importación, ya en 1981 se introdujeron fuertes medidas proteccionistas. A la vez se han introducido restricciones cambiarias y, mercados paralelos de divisas.. Los productos agrarios están subsidiados. Se han abierto líneas de: crédito privilegiadas en diversos sectores, etcétera.

Dos breves conclusiones: 1. La aplicación del dogma liberal es imposible en democracia; requiere represión. 2. Los costes sociales son insoportables y los resultados económicos, penosos.

Epílogo europeo

Al igual que la quiebra de la Unidad Popular tuvo un efecto ideológico y político positivo en el pensamiento de la izquierda europea, la quiebra del dogma neoliberal en Chile debiera también tenerlo. Arrojado lo que el marxismo tenía de dogma y obsoletas algunas recetas keynesianas, parece llegado, el momento de retornar los objetivos del viejo Estado del bienestar, intentando abrir caminos nuevos pero sincaer en la trampa de quienes bajo fórmulas "claras y evidentes" como las del chamán ya citado, Milton Friedrnan, lo único que ocultan es la ideología reaccionaria de siempre.

es presidente de la Comunidad de Madrid. Es doctor en Demografía y en Ciencias Económicas.

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