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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La Caracolá lebrijana sufrió un 'pasmo'

La noche el Lebrija fue fría, y la Caracolá sufrió algo así como un pasmo. No sólo lo aguantamos estoicamente quienes estuvimos allí más de siete horas viendo y escuchando -muy poco público para lo que suele ser la Caracolá, y esto sí es preocupante-, sino que el frío pareció transmitirse a los artistas, y aquéllo comenzó a ponerse realmente grave. No se veía mucha salida a un discurrir cansino hasta el mortal aburrimiento.Por suerte, comenzaron a surgir chispazos de calidad y emoción, que con dificultades fueron remontando un poco el interés del espectáculo. El primero estuvo en el cante de José Mercé, que con su habitual buen hacer dio un primer tirón de fuerza. Miguel Funí, algo después, tuvo el acierto de limitarse a los palos que él canta y baila con su personalísimo modo de hacer, verdaderamente interesante, y tuvimos otro respiro gratificante.

21ª Caracolá de Lebrija

Cante: Luis de Lebrija, Pepe Montaraz, José Mercé, Manuel de Paula, Míguel Funi, José de la Tomasa, Fosforito, Curro Malena, Lebrijano.Toque: Bacán, Peña, Moreno, Palma. Baile: Currillo de Borbujos, Conchi Vargas, Lebrija, Sevilla, 28 de junio.

Pasó, sin mucha gloria, Conchi Vargas, una bailaora con temperamento, pero bastante vulgar, quien al final subió al tablado para bailar bulerías a una niñita de cuatro años que parecía más bien dormida. Lo que es muy lógico, pues el reloj marcaba las 3.20. ¿No había una ley que prohibía desafueros de esta naturaleza contra los menores de edad?

Después, ya en la recta final, casi todo fue bueno. El cante de José de la Tomasa, extraordinario como siempre. Y el de Fosforito, en su línea habitual de calidad. Y el de Curro Malena, que en su pueblo siempre lo da todo, quizá demasiado, pues a esas horas de la madrugada se extendió excesivamente por soleares y bulerías, aunque lo hiciera muy bien. Y Lebrijano, por fin, espléndido por soleares, tientos-tangos y bulerías, en que se arropó con gente de la familia y del pueblo y algunos de los otros artistas.

Lo que ocurre es que el pasmo de las horas anteriores había aletargado en cierto modo al público, y ni siquiera a éstos se les hizo ya mucho caso.

Los guitarristas cumplieron, trabajando los dos Pedros de Lebrija (Bacán y Peña) como forzados en una noche en que se les exigió mucho.

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