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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

2. Miquel-Miguel Roca

LA CAMPAÑA que está desplegando Miquel Roca se basa en subrayar su condición de candidato a la Presidencia del Gobierno. A ese objetivo le dedica el mayor esfuerzo y toda su atención, y por lo mismo no ha dudado en sacrificar sus propias siglas, e incluso la posibilidad de participaren un debate como el que le ha propuesto la televisión autonómica catalana: no quiere enfrentarse a Narcís Serra porque éste es sólo el cabeza de la lista socialista por Barcelona, mientras él es candidato a la Moncloa. O sea, que Roca no se considera el cabeza de lista para la circunscripción de Barcelona de la coalición catalanista Convergència i Unió, aunque sea lo que verdaderamente es. Ni siquiera quiere proyectar sobre España su pertenencia al partido pujolista, aunque sea el suyo. Porque no es CDC -un partido limitado a Cataluña- desde donde intenta su gran salto, sino desde el trampolín de, una formación de alcance estatal, a la que de todas maneras no pertenece el candidato. Y aunque dicho alcance estatal tampoco sea cierto, precisamente porque la operación reformista existe en todas partes menos en Cataluña, donde converge, se funde y difumina con la operación nacionalista.Vistas así las cosas, Roca no es lo que parece o no parece lo que es; por lo menos, digamos que no quiere ser lo que parece ser. " dialéctica del doble lenguaje -uno en Barcelona, otro en Madrid- de la que han sido acusados a veces los nacionalistas se encarna ahora visiblemente en torno a este candidato cuya fotografía aparece en los carteles y programas de dos partidos diferentes, CDC y PRD, como señal de identidad propia -una doble identidad, en este caso- Para empezar, ha perdido hasta el nombre de pila: los eventuales desajustes entre el Miquel catalán y el Miguel castellano los ha solucionado de una forma drástica, llamándose simplemente Roca, tanto en los pasquines reformistas como en los catalanistas.

Inteligente, con gran capacidad de trabajo, frío, dotado de una sólida formación, orador brillante y con aspecto físico de joven maduro, este ubicuo líder ha puesto todas sus virtudes al servicio del intento de gobernar, en tiempos de potenciado bipartidismo sin pertenecer a ninguno de los dos partidos más votados. Para rizar el rizo, quiere hacerlo incluso sin pertenecer al partido que le llevaría a la jefatura de Gobierno. Ni siquiera los Médici hubieran soñado con tanto.

Conocedor de la mala imagen popular que la derecha ha heredado del franquismo y de los déficit de la figura de Fraga, se ha lanzado a su seducción ofreciéndole una alternativa al socialismo exhibiendo un doble aval: el de su credibilidad personal, ya que él no es ningún hombre de derechas de toda la vida -en su juventud fue dirigente izquierdista, compañero en presocialismos de Narcís Serra y Pasqual Maragall y, ya bien metido en su periplo convergente, animaba un supuesto ideario socialdemócrata y un socialismo a la sueca-, y el de su procedencia geográfica, pues se trata de un catalán que quiere conquistar Madrid. Roca basa en ambas cosas su aura de modernidad, después de haber problJo a los poderes conservadores su ortodoxia de fondo en Galicia, donde cuando su partido bisagra pudo dar paso a un Gobierno progresista con lalzoquierda, se limitó a consolidar las bases de la derecha más tradicional. Con esa prueba del nueve se hizo acreedor de las importantes ayudas económicas que la banca le acaba de ofrecer para la contienda de ahora, en la que ha hecho un despliegue publicitario sin precedentes.

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El dinero para la campaña es un elemento fundamental para las aspiraciones de Roca, que comparte con el jefe de su partido, Jordi Pujol, una gran preocupación por la imagen pública y una tremenda sensibilidad respecto a los medios de comunicación. Siempre rodeado de asesores en estas materias, Roca se esfuerza tanto por subrayar su propia credibilidad como por descalificar la de sus adversarios. En este concreto terreno, se trata sin duda del competidor más serio que haya tenido nunca Alfonso Guerra. Por el contrario, Roca es también el líder más sensible a cuanto se diga de él, incapaz no ya de tragarse un sapo sino de hacer una somera autocrítica. El tono con que tanto él como Pujol se refieren a los sondeos de opinión poco favorables al PRD refleja su escaso respeto hacia quienes no les adulan. Y que todo un presidente de la Generalitat agreda desde el poder a los medios de comunicación no serviles a su dictado sólo pone de relieve que el historial de fracasos de Pujol como editor de periódicos -Correo Catalán o Destino- no es una casualidad, sino fruto de una manera de hacer las cosas.

Esto que decimos no es superfluo: el elemento más complejo y decisivo de la figura de Roca es su condición de número dos de Jordi Pujol. La doble candidatura CIUPRD ofrece teóricamente a los españoles la novedad de poder sentar como jefe del Gobierno español a una persona supeditada orgánicamente -en su partido- al jefe del Gobierno catalán. Hay que reconocer que el proyecto tiene su chicha, pero es tan complicado que obliga a su protagonista a ejercer de continuo la táctica de la simulación. Y se le nota.

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