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Reportaje:Siria, un país en el punto de mira / 2

Sobrecarga de trabajo para los 'mujabarats' y el verdugo de Damasco

La pareja de jóvenes turistas alemanes occidentales fumaba sin parar cigarrillos sirios Al Hamrat en la terraza del hotel Zenobia, en Palmira. El sol, al ocultarse, pintaba en rosa las columnas y los muros de piedra calcárea de aquellas espléndidas ruinas grecorromanas en mitad del desierto. Habían llegado allí en un coche Peugeot, y eran casi los únicos visitantes de un lugar donde hace mucho, mucho tiempo, una mujer desafió al imperio romano. Si fumaban como descosidos era porque tenían un buen motivo. En el camino desde Damasco hasta Palmira, unos 220 kilómetros, un descuido había estado a punto de costarles la vida.

"Debía ser el cuarto o quinto control, y estábamos a mitad del recporrido", contaba el varón. "Los tipos,mujabarats (miembros de las milicias populares), de paisano y con el fusil Kalaslinikov en la mano, salieron de repente de la cuneta y nos dieron el alto. íbamos a toda velocidad, los vi de refilón y los pasé. Entonces empezaron a disparar, me imagino que al aire, porque no nos dieron. Frené como un salvaje", dice el turista alemán.La sociedad siria es la más militarizada del mundo árabe, y además la que cuenta con más policías de todo tipo por habitante. Eso hace que los robos sean en Siria tan raros como las revistas pornográficas. Y, sin embargo, sus servicios de información han sido incapaces de impedir los 10 atentados con explosivos registrados en plazas públicas y autobuses de línea durante las últimas semanas. Damasco, Homs y Tartus han sido los principales escenarios de las carnicerías.

Se habla de entre 150 y 300 muertos, y el doble de heridos. Se dice que los explosivos que reventaron los autocares iban escondidos en botes de detergente y latas de mantequilla. Se sabe que la población se enteró de las acciones terroristas por las esquelas colocadas en las paredes de los barrios donde vivían las víctimas.

El régimen de Hafez el Asad confirmó a través de su agencia de noticias, Sana, lo que todo el mundo ya sabía. Las acusaciones fueron primero para Irak. Siria mantiene con su vecino una rivalidad regional de siglos, desde que lós baazistas trasladaron a Bagdad el califato que hasta entonces había tenido su sede en Damasco. Y pese a que hoy día en ambos países árabes gobiernen partidos que se dicen baazistas, el enfrentamiento continúa y se exacerba.

A la tesis de Irak siguió una alusión a Israel y "sus agentes libaneses", expresión esta última que parecía mencionar a los cristianos opuestos al acuerdo tripartito de Damasco. Esa posibilidad fue tomada más en serio por los observadores europeos, ante la perfecta ejecución de los atentados.

Pero finalmente, cuando a primeros de mayo empezaron a levantarse en Estados Unidos e Israel voces de amenaza contra Damasco por su supuesta participación en atentados cometidos, en Europa, la televisión siria recuperó la primera versión. Ahora se trataba de una conspiración conjunta de Bagdad y los Hermanos Musulmanes, la organización clandestina de los integristas suníes sirios.

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Los Hermanos Musulmanes odian al régimen de Asad por su laicismo y por el preponderante papel que en su seno desempeñan los alauíes, una minoría religiosa a la que pertenecen el presidente y casi todos los jefes militares y que practica una variante esotérica del shiísmo. Una revuelta de los integristas suníes fue aplastada a sangre y fuego en la ciudad de Hama hace cuatro años.

Desconcierto

Al olvidar por el momento la acusación contra Tel Aviv, Damasco parecía querer evitar arrojar más leña al. fuego. En cualquier caso, el aparato represivo revelaba su desconcierto ante los atentados.

De nuevo tuvo trabajo extra el verdugo de Damasco. Al alba y en la plaza de Marjeh fue colgado un supuesto agente iraquí. La ejecución, como todas en la capital siria, fue pública. Y de nuevo hubo redadas masivas entre los sospechosos habituales, los miembros de la cofradía de los Hermanos Musulmanes y los palestinos que habitan los supervigilados campos de la carretera del aeropuerto. Pero donde se desató el nerviosismo fue en los controles callejeros. No sólo los turistas alemanes de. Palmira escucharon las ráfagas de metralleta, sino, según se rumorea en Damasco, el mismísimo nuncio vaticano, de visita, en su coche oficial, a un barrio cristiano.

Damasco era un mentidero de rumores. Otro de ellos aludía a un frustrado intento de asesinato del vicepresidente, Abdel Halim Jadam. Uno más aludía a un regreso a la ciudad del hermano del presidente, Rifat el Asad, para hacerse cargo de nuevo de las fuerzas de seguridad. Rifat vive una especie de exilio dorado en París desde que, con motivo de la crisis cardiaca sufrida por el presidente, manifestó una precipitada voluntad sucesoria.

No era posible confirmar o desmentir estas y otras habladurías con las autoridades sirias. Conseguir información oficial en ese país es como pretender sacar sangre a las piedras.

Todos los intentos de que los ministerios de Información y Asuntos Exteriores se explicaran a sus anchas se estrellaron con el vuelva usted mañana, cuando no con rotundas negativas.

Siempre la misma escena: una casamata cubierta con retratos de Hafez el Asad, de la que salían unos hombres con metralletas y linternas que pedían documentos, abrían bolsas, cacheaban personas y registraban con minuciosidad vehículos.

Siria, acusada por Estados Unidos, el Reino Unido e Israel de patrocinar acciones terroristas e n el exterior de su territorio, se veía poseída por la misma obsesión de seguridad que hace penosísimos actualmente los viajes en avión.

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