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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

EE UU y el sureste asiático

EL VIAJE del presidente Ronald Reagan a Indonesia tiene como primer objetivo la intensificación de esfuerzos para conseguir dar un vuelco en la política de los Gobiernos de esa zona del Pacífico hacía una dirección más favorable a la estrategia mundial de la Administración norteamericana. Pero esto no es una tarea fácil en una zona del mundo donde las actitudes y los sentimientos neutralistas son hoy particularmente fuertes.El instrumento con que debe contar el presidente de EE UU es la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), integrada por Filipinas, Indonesia, Malaisia, Tailandia, Singapur y Brunei. Un hito en el desarrollo de la ASEAN fue, en 1975 -en el período en que Estados Unidos sufría su grave derrota en Vietnam-, la firma del tratado sobre la neutralidad de los Estados de la región.

En unas declaraciones a la Prensa local publicadas antes desu llegada a Indonesia, Ronald Reagan resaltó que se estaba produciendo de modo constante un incremento global del poderío militar soviético, especialmente en el Pacífico, y que este incremento no era una respuesta a la presencia de EE UU, sino un intento de extender el poder y la influencia de la URSS en toda la región. Si esta tesis fuese aceptada por la ASEAN, sería mucho más fácil para EE UU lograr que ésta asumiese posiciones antisoviéticas y que se inclinase a favor de Washington en las grandes opciones de la vida internacional. Por eso es significativo que el ministro de Asuntos Exteriores de Indonesia, Mochtar Kusumaatmadja, se apresurase a definir una posición completamente diferente: según él, la presencia de grandes bases navales expresa la rivalidad de las grandes potencias, pero él no se siente más amenazado por la norteamericana de Subic, en Filipinas, que por la soviética de Cam Ranh, en Vietnam. Mochtar ha defendido, sin temor a la polémica, las bases de una política neutralista. Además, los países de la ASEAN insistirán sin duda en los problemas económicos, ya que la baja del precio del petróleo agrava situaciones que ya eran insostenibles. De la disposición norteamericana en ese terreno dependerá en gran medida que su diplomacia pueda obtener ciertos resultados.

Entre los problemas políticos que se plantearán, el de Camboya ocupará sin duda un lugar importante en las conversaciones de Bali. Indonesia ha hecho enormes esfuerzos para lograr que Vietnam acepte negociar sobre el proyecto propugnado por el príncipe Sihanuk, con el apoyo de la ONU, y que tiende a preparar la creación de un Gobierno de unidad nacional de cuatro componentes: los tres grupos de la oposición y el que hoy gobierna, sostenido por el Ejército vietnamita. A cambio, Vietnam debería retirar sus tropas. Parece obvio que tal proyecto interesaría a China y también probablemente a la URSS, podría garantizar la estabilidad en la zona y, a la vez, levantar uno de los principales obstáculos a la normalización de relaciones entre Moscú y Pekín. Mientras tanto, Viietnam no acepta el proyecto y la URSS no manifiesta nada que indique por ahora un distanciamiento de la posición de Hanoi. Estados Unidos ha insistido últimamente en su deseo de apoyar a los grupos de la oposición armada nacionalista, pero sería ilógico que no apoyase el proyecto Sihanuk, a menos que entren en juego factores derivados de la estrategia de conjunto de las relaciones secretas soviético-norteamericanas.

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En el capítulo de las líneas generales de la política exterior norteamencana, cabe señalar que Ronald Reagan ha exaltado en varios de sus discursos los aires de libertad que soplan en el Pacífico. Pero el contenido de su viaje no ha sido muy consecuente con esa idea. En primer lugar, ha evitado la escala en Manila, precisamente la capital en la que la causa de la libertad ha cosechado una victoria histórica. En segundo lugar, ha contribuido a la ambigüedad con su conversación telefónica con su amigo el ex dictador Marcos. El vicepresidente Salvador Laurel, por su parte, ha transmitido a Reagan las apremiantes necesidades económicas que tiene el nuevo régimen de Filipinas. La respuesta norteamericana a esta deraarida tendrá importancia política, pues el cambio pacífico y democrático de Filipinas ha suscitado enormes simpatías en los pueblos de la región. Y en tercer lugar, Reagan ha tenido que dejar en un segundo plano el tema de los derechos humanos al llegar a Bali, ya que varios Gobiernos de la ASEAN, empezando por el de Indonesia, son culpables de gravísimas violaciones de las libertades más elementales. Puede que quienes aseguran que el sureste asiático constituye la bolsa de prosperidad del futuro debieran apostar más seriamente por la causa de la libertad.

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