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Cristina Cuesta

Quiere unir a los familiares de los muertos de ETA y de los muertos por ETA

Ella no lo ha dicho, al menos expresamente, pero esta mujer de 24 años reivindica la utopía como camino de salvación, como el final liberador de una vivencia de cuatro años marcada por el odio, primero, y el vacío, después. Cristina Cuesta Gorostidi, hija del delegado de la Telefónica de San Sebastián asesinado hace cuatro años por los Comandos Autónomos, se propone juntar a los familiares de los muertos de ETA y de los muertos por ETA en una misma asociación dedicada a la lucha por la paz en Euskadi.

Cree que si la paz es hoy por hoy imposible entre aquellos que se sienten combatientes, quizás exista un espacio para el mutuo entendimiento entre los familiares de las víctimas de uno y otro lado. Está bastante sola, pero parece decidida a intentarlo. "Si fracaso", dice, "si no hay más reacción que el silencio, o si finalmente el odio se interpone en la asociación, yo me volveré a casa y al menos tendré la conciencia de que lo he intentado".La muerte de supadre, el 26 de marzo de 1982, transformó radicalmente su vida, le obligó a dejar sus estudios de periodismo en Bilbao y a ponerse a trabajar al mes siguiente. "Me encontré perdida, desorientada por el absurdo de la muerte de mi padre y desbordada por los problemas afectivos y también económicos que el atentado acarreó a mi madre y a mi hermana, que tenía entonces 14 años. Como casi todos los familiares de las víctimas de la violencia, yo también pasé por las fases del odio y del intento de olvido. No existía entonces el GAL", indica, "pero supongo que lo habría justificado".

Donostiarra, feminista, identificada genéricamente con las posiciones de izquierda, afirma que tras el asesinato de su padre transformó sus planteamientos políticos y sus convicciones religiosas. "No comprendía lo que había pasado y ese desconcierto dio paso al odio que todavía sienten algunos miembros de mi familia. Puse en duda todas mis convicciones, entre ellas la creencia en Dios, porque buscaba una explicación y era absurdo intentar encontrarla".

Reconoce que su propuesta de construir una asociación de familiares de víctimas de la violencia es una forma de reconciliarse consigo misma. Pero inmediatamente después asegura que no está dispuesta a renunciar fácilmente a la materialización de su proyecto. "Confío sobre todo en las mujeres, en las madres, en las esposas y en las hijas de las víctimas y me parece significativo que sean los hombres los protagonistas de la violencia". En su opinión la Asociación por la Paz que pretende formar debe asumir la denuncia de situaciones de angustia, miedo y frustración, latentes hoy entre los miles de personas afectadas directa o indirectamente en Euskadi por la violencia.

Dice que la inexistencia de una asociación que reúna al torturado y a la víctima de un atentado de ETA se explica fundamentalmente por el miedo, "miedo también a significarse públicamente como víctima del miedo". Y termina con un largo párrafo que parece una oración: "Hoy no soy más valiente que hace cuatro años; lo único que puedo poner en evidencia, dentro de mi temor y de mi sufrimiento, es saber que mi salida personal consiste en cambiar mi odio por tolerancia, mi venganza por amor, no amor a los asesinos, sino amor a la capacidad humana de poder levantarse por encima de la miseria y, aún en ella, para obtener algo positivo. Desde el convencimiento de que esa actitud honra mucho más la memoria de mi padre".

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