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Tribuna:EL DEBATE SOBRE EL ABORTO
Tribuna
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El feminismo no es eso, no es eso

Las mujeres no son vacas reproductoras ni probetas de experimentos. Las mujeres son seres humanos y están luchando por el derecho a que su cuerpo, su imagen, su intimidad y su privacidad sean respetados. Por ello reclaman una legislación protectora y reguladora del derecho al aborto, que contemple los supuestos reales por los que una mujer necesita abortar: enfermedad psíquica y física, carencia de medios económicos, inmadurez para hacerse cargo de un hijo, menoría de edad, dificultades para desarrollarse profesionalmente, y otros tantos que sólo ella puede determinar.Porque las mujeres son personas y no vacas reproductoras ni probetas de experimentos exigimos que el aborto se realice en las mejores condiciones sanitarias: clínicas u hospitales, médicos conocedores del tema, anestesista, atención psicológica y psiquiátrica, asistencia social, entorno agradable, como en los países adelantados del mundo. Y por ello también exigimos que el aborto se realice en el anonimato y en la privacidad para que no se convierta en asunto de escándalo, de vergüenza ni de escarnio para las mujeres.

El embrión

Pero el embrión no es un grano, ni un cáncer, ni un tumor, ni una verruga, ni una muela cariada. El embrión es el proyecto de ser humano, susceptible, de continuar la gestación, de convertirse en un ,niño. El embrión posee toda la información genética capaz de construir otro ser humano igual a nosotros. Todos hemos sido, en el principio, embriones y fetos. Para formar el embrión ha sido preciso que la evolución animal atravesara el largo camino que nos separa de la ostra y de la lombriz para llegar a la perfección informativa de nuestros genes.

En la fusión del espermatozoo y el óvulo no se encuentra una masa informe y agresiva que amenaza nuestra vida, como es el cáncer, ni un corpúsculo de células sin identidad, como el grano. Por ello, los antiabortistas encuentran fácilmente los argumentos con que nos bombardean cotidianamente, calificando de asesinato el aborto.

El aborto no es un asesinato, como ellos pretenden. El más elemental -sentido común -además del Código Penal- establece la calificación de asesinato para aquel que mate con premeditación a una persona, y nadie puede confundir un embrión o un feto con una persona.

Pero el aborto tampoco es un juego, ni una diversión, ni un hecho indiferente. El aborto es para la mujer una más de las agresiones que tiene que sufrir cuando precisa resolver el problema de un embarazo no deseado. Y la eliminación del embrión o del feto tampoco es equiparable a la extirpación de una verruga.

Si se debe hacer es únicamente porque en el conflicto de intereses que se provoca entre la mujer y el embrión es evidente que deben prevalecer los de aquélla, que con equis años de vida es un ser más apreciable que éste. Nadie puede ser tan bruto, tan insensible, tan irresponsable, tan malo que desee que una mujer aborte porque sí.

Cuando la derecha acusa a las feministas de proabortistas nos está calumniando. El movimiento feminista, en el mundo -entero, salió hace ya varias décadas a la calle a manifestar su necesidad de una legalización del aborto que lo permita en las mejores condiciones y su deseo de que en un futuro próximo las mujeres no tengan que seguir abortando. Nadie mínimamente sensible y preocupado por el tema puede estar de acuerdo con que una mujer aborte continuamente como método anticonceptivo.

Por todo ello, la práctica de dos abortos en las jornadas feministas de Barcelona, el 2 de noviembre, ante 25 mujeres que mostraban sonrientes su satisfacción, la exhibición luego de los embriones metidos en botellas de agua, filmación de un vídeo sobre las manipulaciones en el interior del útero de las pacientes, los aplausos con que se concluyó la operación, con que se recibió la noticia ante las 2.000 asistentes a las jornadas y los que se siguen administrando cada vez que se visiona el referido vídeo no merecen más que la repulsa de quienes tenemos una profunda y ya madura conciencia feminista.

Escasa dignidad

Las mujeres que se prestaron a que les practicaran el aborto en aquellas condiciones demostraron su poca conciencia de dignidad de persona. Acostumbradas a ver despreciado el cuerpo femenino en todas las imágenes públicas -prensa, televisión, anuncios, vallas, fotografías-, anestesiada su dignidad por la falta de conciencia feminista que debería habérseles inculcado desde la infancia, se dejaron manipular ante la cámara y ante las sonrisas de las 25 satisfechas inspiradoras del acto, quizá incluso creyendo que estaban haciendo un gran servicio a la causa feminista.

Las que organizaron el espectáculo no pensaban más allá del escándalo que podían provocar. Sin que todavía se haya definido en el seno del movimiento feminista qué debe ser la ética feminista, parece posible organizar cualquier acción con tal de que sea chocante, para que sea aceptada. La "patada al poder", como ellas lo han definido, tiene'mucho más de desahogo personal impertinente' contra el padre que siempre las fastidió. Sorprendiendo a la opinión, asqueando a los televidentes, horrorizando a las mujeres de a pie, se logra epatar la conciencia pequeñoburguesa, es decir, la suya propia.

Ese terrorismo, ya definido hace tiempo por quien sabía más que yo, que no es más que la venganza de los hijos de los burgueses contra la prepotencia de sus padres. Si las que prepararon los abortos y las y los que están de acuerdo con ellas perseguían sorprender y molestar al ministro de Sanidad y al presidente del Colegio de Médicos, con toda seguridad lo habrán logrado, pero no se han ganado las simpatías de la gran mayoría de las mujeres, que deberían ser sus compañeras de lucha.

En estos días he oído por parte de aquellas que se autodenominan feministas radicales comentarios muy despreciativos hacia la multitud de mujeres que se han manifestado rechazantes y asustadas de su acción.

Acostumbradas a vivir en círculos cerrados donde todo el mundo defiende los mismos criterios ideológicos, apartadas de la masa de mujeres -alienadas, embrutecidas, analfabetas y reaccionarias, como ellas mismas las definen-, hablando siempre con las mismas gentes, encontrándose con los mismos rostros cada día y cada año, las radicales hacen feminismo elitista pequeñoburgués, típico de los grupúsculos que se reclaman de ultraizquierda y que siempre saben -como si hubiesen recibido directamente de Dios las consignas sobre el designio y la comprensión del mundo- lo que les conviene a todos los demás ciudadanos del país.

Ni desde el punto de vista ético ni político esta acción provoca dora es admisible. Hora es ya de definir lo que es posible y defendible dentro del feminismo y lo que no. En caso contrario, un sector del feminismo caerá rápidamente en el populismo y en el terrorismo y quedará herido de muerte para siempre, como ya ha sucedido con las opciones radicales, aisladas de la mayoría de la población y condenadas al repudio social y al ridículo.

Y bueno sería también que las feministas de elite se sintieran más cercanas a sus compañeras de clase, las comprendieran, hablaran con ellas, las escucharan y las atendieran.

Despotismo ilustrado

Mostrándose despreciativas e indiferentes con ellas no demuestran precisamente su práctica feminista. El feminismo no es una filosofia abstrusa, solamente accesible a un grupito de privilegiadas, para entender la cual hacen falta varias licenciaturas universitarias. El feminismo es la lucha política y social que se nutre de la experiencia cotidiana de todas las mujeres, de sus ansiedades, de sus errores, de sus necesidades,- y tiene su razón de ser en la exigencia de concluir con la explotación y la opresión de que todas son víctimas, con la participación activa y consciente de la mayoría de ellas.

Basta ya de redenciones del pueblo por unos cuantos iluminados, de despotismo ilustrado que tantas negativas connotaciones tiene. Créanme, el feminismo no es eso, no es eso.

Lidia Falcón es escritora, abogada y feminista

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