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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Hagamos Arco, aunque sea bien

Hace poco más de dos meses apareció en la Prensa una noticia alarmante, pero no por eso inesperada: 27 galerías de arte, entre las que se cuentan, a mi juicio, las más sobresalientes, habían decidido no asistir a la próxima edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid (Arco).Culminaba así un encarnizado conflicto entre la Asociación Profesional de Galerías de Arte, por una parte, y Juana de Aizpuru, directora de Arco, por otra. El origen inmediato hemos de buscarlo en la desafortunada carta que la asociación envió al presidente de Ifema, Adrián Piera, pero que tiene causas más remotas y más graves.

Antes de entrar en detalles quiero manifestar que no pertenezco a dicha asociación, si bien la considero necesaria. ¡Lástima que en esta ocasión, como en otras, no haya actuado con la serenidad y la eficacia de una institución dedicada a la defensa de los intereses colectivos de los profesionales del comercio de arte! Vaya a su vez por delante mi apoyo decidido a la feria en cuanto tal, esto es, en cuanto instrumento imprescindible de consolidación y promoción del mercado artístico. Sería ridículo echar por tierra un proyecto en el que todos hemos invertido dinero, esfuerzos y esperanzas con generosidad. No creo que nadie pueda poner en duda los éxitos de Arco, por más que hasta ahora hayan sido, sobre todo, de crítica y de público. Los problemas son otros y se remontan a la fundación misma de la feria, hace ya cinco años.

En el verano de 1980 muy pocos de los que habíamos sido convocados creímos que el proyecto pudiera salir adelante tal y como estaban las cosas. No obstante, se celebró una nueva reunión, y poco a poco, no sin grandes dificultades y conflictos, el comité de organización logró, con el concurso de Ifema, establecer un programa y unos objetivos que luego se cumplirían en Arco 82.

Ifema estaba satisfechísima -no en vano la feria le había, dado una publicidad insospechada-, y hasta los más escépticos estaban ya dispuestos a formar parte del comité de organización a toda costa. Arco había dejado de ser un proyecto endeble para convertirse en un órgano de poder en el ámbito cultural y económico. Los problemas se multiplicaron, y para despejarlos Ifema decidió darle a Juana de Aizpuru plenos poderes. Los miembros del comité comenzaron a ser nombrados y cesados de un modo arbitrario, mientras sus preguntas, propuestas y objeciones caían en el vacío. Desde entonces, el comité ha sido el escenario de constantes dimisiones y ceses, en los que se han visto involucradas prácticamente todas las galerías españolas de importancia.

Arco 82 había logrado resultados muy estimulantes, y algunos le correspondían a Juana de Aizpuru, que había planeado y llevado a cabo un proyecto arriesgado. Muy pronto, sin embargo, se pusieron de manifiesto los aspectos negativos de la feria:

1. Se acometió su segunda edición sin tener en cuenta los errores cometidos en la -rimera y sin nuevos objetivos.

2. Ifema dictaba e imponía las normas.

Siempre había creído que Ifema, institución de la que forman parte el Ayuntamiento de Madrid, la Cámara de Comercio y la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, tenía como fin estimular la industria y el comercio, pero en el caso de Arco no parece haber sido así.

Una semana libre

¿Qué demonios es lo que Ifema se proponía con Arco: ocupar una semana libre en su apretado calendario o llevar a cabo una feria de prestigio? Seguramente, ambas cosas; al fin y al cabo, las artes plásticas están de moda, atraen a numeroso público, despiertan simpatía en los medios de comunicación y tienen, en definiva, una excelente imagen. Bien está que Ifema haya logrado por medio de Arco una publicidad considerable pero, ¿dónde quedan sus obligaciones como empresa de gestión y promoción de mercados? No cabe duda de que la principal, vender- metros cuadrados, ha sido satisfecha; pero, ¿ha dado algo más a cambio? ¿Acaso ha llevado a cabo Ifema un plan eficaz de promoción del mercado artístico o ha sabido establecer objetivos y directrices para su consolidación? ¿Ha escuchado las sugerencias y propuestas de los profesionales del sector y presentado otras como contrapartida? Inopinadamente, Ifema delegó todas sus obligaciones y responsabilidades en -una sola persona, Juana de Aizpuru, y se desentendió de los muchos problemas que se fueron suscitando. Ifema no sólo se ha resistido a darles crédito y solución, sino que se ha ratificado en su resistencia al diálogo con los profesionales que habían contratado sus servicios.La intransigencia de Ifema llegó al límite el pasado mes de mayo, con ocasión de la carta en que la Asociación Profesional de Galerías de Arte exigía a su presidente el cese de Juana de Aizpuru. No me cuesta ningún esfuerzo reconocer que esa carta era desabrida y pueril, falta de argumentos y alentada tal vez por algún aspirante a la sucesión. La Asociación Profesional de Galerías de Arte debió cargarse de razones, y para ello nada tan fácil como enviar un informe desapasionado y minucioso sobre lo que los profesionales esperaban de Arco y no se ha logrado por incompetencia, ambición o desidia. Porque una cosa es que Arco exista gracias a Juana de Aizpuru y ella misma dirija su galería con proverbial desparpajo, y otra muy distinta que sea la persona más capacitada para dirigir una empresa tan ardua como Arco.

Baste como prueba su iniciativa pasada más reciente: el cambio de fechas de Arco 86. Pocos días después de que aquellas 27 galerías anunciaran su retirada, la dirección de Arco difundía una carta donde se anunciaba la nueva convocatoria en términos pintorescos. "El comité de Arco ha decidido trasladar la fecha de la feria para no hacerla coincidir con Fórum Internationale Kunstmesse Zürich, y hacer posible la asistencia de expositores y visitantes internacionales a ambas ferias. Por otra parte, el mes de abril es una época sumamente agradable para pasar unos días en Madrid".

Agradable estación

Lo agradable de la estación podría tomarse a broma si no fuera porque esa coincidencia de fechas con la nueva feria de Zúrich no parece casual ni, desde luego, trivial; muy por el contrario. El caso es que había o hay en el comité de Arco representantes de galerías extranjeras, representantes a su vez en el de Zúrich, que conocen muy de cerca el desconcierto reinante en la feria de Madrid y pueden haber aconsejado o insinuado a los de Zúrich este insólito tour deforce, del que Arco ha salido malparada, debiendo ceder sus fechas.A mí, el asunto me parece gravísimo y una prueba flagrante de la incompetencia de Juana de Aizpuru y la obcecación de Ifema, pero también de la quejumbrosa pasividad de la galerías españolas, incapaces de defender sus intereses profesionales con serenidad, inteligencia y resolución. Juana de Aizpuru, por mucha gracia que les haga a algunos secretos enemigos de Arco, no está, ni tiene por qué estarlo, capacitada para dirigirlo absolutamente todo, como Ifema y ella misma pretenden.

Arco debe ser un proyecto colectivo, y las galerías de arte, el inevitable animador y último responsable del mismo. Otra es la misión de Ifema y otra también su responsabilidad: el control y cobro de sus servicios como empresa gestora y promotora de mercados. En cualquier caso se trata de cumplir el objetivo que nos llevó a todos a la creación de Arco: lograr que en España haya un verdadero mercado de arte y el arte mismo cuente, en definitiva, con mayores recursos y conozca una mayor difusión.

Tratemos, pues, de sacar adelante la feria con humildad y tolerancia. Hagamos Arco aunque sea bien.

Chiqui Abril es director de la galería Buades, de Madrid, y editor.

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