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El periodista judío socialista Jacobo Timerman acusa con aplomo a sus verdugos en el juicio de Buenos Aires

Jacobo Timerman -ex director de La Opinión, actual subdirector ejecutivo de La Razón, desaparecido y torturado bajo la dictadura militar argentina, estadounidense- compareció el viernes ante el juicio de Buenos Aires para testificar larga y minuciosamente contra sus verdugos. El autor de Preso sin nombre, celda sin número, obra sobre la que se realizó una serie de televisión, centró sus ataques contra el general Ramón Camps, ex jefe de la policía de Buenos Aires.

Acompañado por su esposa, Risha; digno, seguro de sí mismo, agresivo y acusatorio en sus respuestas al tribunal, Timerman terminó de demoler jurídicamente el general Ramón Camps, ex jefe de la policía bonaerense, al que reconoció como uno de sus torturadores. "Me confesé judío, sionista y socialista, y eso me salvó la vida. Camps pensó que tenía en sus manos un proceso espectacular que demostraría la conjura judeomarxista contra Argentina".Tímerman, a quien le aplicaron corriente eléctrica tendido en una camilla de lona empapada de agua, es el más prestigioso periodista argentino, y sobre su caso el general Camps creyó haber encontrado una clave conspiradora internacional, viniendo a establecer que el diario que dirigía -La Opinión- era financiado con el dinero que los Montoneros obtenían de sus exacciones y secuestros cobrados.

Para la mentalidad nazi del general Camps, el sionismo de Timerman, que publicaba en su periódico las peticiones de hábeas corpus por los desaparecidos, terminaba de maquillar al enemigo perfecto de Argentina: el judeomarxismo internacional.

Timerman recordó cómo sus torturadores se planteaban la existencia de una tercera guerra mundial, secreta y no declarada, entre el marxismo y la civilización cristiana occidental, cuya batalla más cruenta se estaba librando, precisamente, en Argentina. El almirante Massera fue más explícito y concreto: en conversaciones privadas le admitió que no podía procederse a consejos de guerra sumarísimos seguidos de fusilamientos "porque el Papa se opondría".

También se comentó que si se planteara internacionalmente el problema de la desaparición de personas se perjudicaría la política económica desarrollada por el entonces ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, furibundo monetarista y responsable de la guerra sucia económica y del vaciamiento financiero del país.

Los testimonios contra Camps, al margen de su peso en la causa que se sigue contra él, refuerzan la responsabilidad penal de la primera Junta Militar: Camps, entonces coronel y jefe de la policía de Buenos Aires, dependía directamente de la comandancia del I Cuerpo de Ejército, que mandaba el ahora prófugo general Suárez-Mason.

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Sólo había dos escalones de mando que estaban por encima de las atrocidades de Camps: Suárez-Mason y el teniente general Videla.

Jacobo Timerman, que tras la tortura fue expulsado del país y privado de su ciudadanía, recordó las responsabilidades de la Iglesia católica argentina por haber guardado silencio sobre la barbarie cometida, permitiendo que continuara la matanza; de la comunidad judía argentina, por no haber reaccionado en la medida de sus posibilidades contra el genocidio, y del periodismo nacional, por haberse resignado y amedrentado tras la desaparición de cerca de 100 de sus miembros.

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