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Crítica:TEATRO: 'ARLECCHINO, SERVITORE DI DUE PADRONI'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tradición, ejercicio, arte

El espectáculo que ha presentado en España el Piccolo Teatro de Milán tiene 37 años, más 400 de tradición. Todos sus elementos vienen depurados, afilados, perfeccionados por el transcurso del tiempo. El perfil fijo de cada personaje como arquetipo o representación de clase social, de edad, de sexo, de cultura; la acrobacia, el malabarismo, el movimiento ritual, la danza, el bailete; la réplica, los golpes, las muecas, los apartes. Y la trama: con ese gran hallazgo de la Commedia dell'Arte que es que el destino de los héroes esté en manos de los torpes, los ignorantes, los pícaros que son capaces de dar la vida, aspectos absolutamente inesperados, rasgos tragicómicos de lo absurdo. No es, claro, el momento de analizar lo que supone este género de teatro, ni entrar en la polémica de si Goldoni -autor de Arlequín- fue un punto de desarrollo al dar un valor literario, escrito y constante, al espectáculo, o si lo adulteró al privarle de la espontaneidad y la improvisación. Lo que interesa es ver cómo una compañía alcanza lo perfecto.La flexibilidad que ha dado Strehler a la obra de Goldoni y la larga tradición es la de dotarlo de un doble fondo, de un sistema de lejanía aproximadora por el juego de teatro, dentro del teatro: un pequeño escenario dentro del gran escenario y, en torno a la comedia, las figuras de los actores representando actores en reposo o en acciones de servicio o secundarias, de forma que el esquematismo tradicional tiene otra humanidad, el de añadir la ironía moderna a la comicidad antigua, y así cada gesto no se ve como tal gesto solamente, sino como la repetición humana y conscientemente, inteligentemente deliberada, de un gesto prefijado, creando una complicidad con el espectador que se aproxima mucho a lo que ahora llamamos participación (con la palabra opuesta y al mismo tiempo complementaria de distanciamiento). Podría decirse que lo más importante de la obra es una reflexión sobre el teatro mismo, y un ejercicio.

Arlecchino, servitore di due padroni, de Carlo Goldoni (1745)

Intérpretes, Piccolo Teatro de Milán: Ettore Conti, Susanna Marcomenni, Enzo Tarascio, Stefano Onofri, Valentina Fortunato, Franco Graziosi, Gianfranco Mauri, Marisa Minelli, Ferruccio Soleri, Mario Porfito, Roberto Petrofini, Domenico Valente, Alighiero Scala, Ettore Gaipa, Giovanna Correnti, Anna Ferraresi, Valerio Geroldi. Decorado y vestuario de Ezio Frigeno. Música de Fiorenzo Carpi. Dirección: Giorgio Strehler. Teatro María Guerrero, del Centro Dramático Nacional. Madrid, 1 de junio de 1984.

Inventiva

Toda la admiración que se puede tener a Strehler como inventor, como creador -dentro del respeto estricto a la tradición- se multiplica cuando se comprende su calidad de director de una compañía libre, donde los actores crean sus personajes, a partir del asombroso Arlequín del veterano Ferrucio Soleri; con juegos de voz, flexibilidad de cuerpo, seguridad en el escenario, velocidad de dicción, ritmo, coherencia de conjunto. Desde una profesionalidad artística de primer orden.En este espectáculo hay varios planos de interés. Sería el primero el de la doble tradición, la de la historia acumulada y la del montaje en sí, como valores de creación; el segundo, la inventiva de Strehler, con una delicadeza y un amor profundos por el texto y la forma de aproximarlo sin ninguna violencia y sin ninguna apropiación indebida, el tercero, la calidad de los actores y la profesionalidad artística de su interpretación; el cuarto, en fin, el color artístico, visible en primer lugar en la belleza deliberadamente marchita de los decorados, y los trajes, pero también en una especie de aura tenue que se percibe en todos los momentos.

Aunque sea suficientemente sabido, interesa hacer constar que el Piccolo Teatro de Milán no está limitado a este teatro tradicional, y que las direcciones de Strehler abarcan todas las épocas y abordan, la contemporaneidad -hasta Wesker, Weiss, Sciascia-, es decir, que lo que se ha visto aquí no es una especialidad ni una limitación, sino uno de los aspectos de una manera incesante y abierta de hacer todo el teatro.

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