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Tribuna
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El miedo de los militares argentinos

Los grupos supuestamente más inteligentes que apoyaron, en el campo civil, la dictadura militar se consolaban, al acercarse el fin, con una frase: "La política se convertirá en historia".Lo ocurrido durante la dictadura jamás sería reivindicado por la actualidad. Había sido ocultado por el silencio y la complicidad; a continuación, la historia se haría cargo sin necesidad de responder lo ocurrido, ni siquiera en un esfuerzo por entenderlo. Fue una ilusión.

El sentido de justicia del Gobierno democrático argentino, la voluntad de miles de familiares de desaparecidos, la lucidez de algunos civiles como el abogado Emilio Mignone y el escritor Ernesto Sábato han logrado convertir la política de los últimos años en llaga viva, herida abierta, actualidad diaria.

Los conservadores argentinos cambiaron de táctica. No duró muchos días su desolación y desconcierto, y rápidamente se refugiaron en la semántica. Los golpes. en el vientre a una muchacha embarazada en una cárcel clandestina o durante un arresto por parte de un oficial que estudió en las academias militares es un exceso, no un crimen.

El insulto que grita la madre de un desaparecido a un general que seguramente ordenó el asesinato de ese hijo también es un exceso, no una abrumadora angustia. Igualada la definición de exceso, víctimas y victimarios se complementan, se anulan.

El diputado de derechas Álvaro Alsogaray, hermano del teniente general Alsogaray y del brigadier del Aire Alsogaray, ha comenzado a susurrar en . privado lo que seguramente será pronto su programa político. Confió a la esposa de un senador de Estados Unidos de visita en Buenos Aires que el tema de los desaparecidos era manifiestamente exagerado.

Confundir moral con justicia

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Para el diputado Álvaro Alsogaray, quien también pasó por las. academias militares hasta alcanzar el grado de capitán, 30.000 desaparecidos es una exageración que le ofende, y seguramente le hace pensar en una conspiración subversiva.

Si fueran sólo 10.000 quizá se decidiera a admitir que tuvo lugar un crimen, aunque no lo calificaría de horrible dado el reducido número de desaparecidos.

La derecha argentina protesta por la falta de respeto hacia militares cuya culpabilidad aún no se ha probado. Confunde moral con justicia, en una nueva aventura de la semántica.

Es cierto, ningún militar será condenado hasta que su culpabilidad sea probada por la justicia. Pero ningún militar argentino puede gozar del respeto del pueblo, ya que ninguno, ni uno, se sintió moralmente obligado a denunciar lo que estaba ocurriendo en las cárceles clandestinas y en los campos de concentración.

Una de las publicaciones que mayor apoyo brindó a la dictadura militar fue el semanario Somos. Produce cierta repugnancia leer las protestas de sus editores por los excesos cometidos en los descubrimientos de cementerios clandestinos donde los militares sepultaban a los futuros desaparecidos. El periódico califica esto de "la demagogia de los cadáveres", a pesar de que se dedicó confortablemente durante siete años a la demagogia del silencio ante el crimen, a la demagogia de la obsecuencia con los criminales.

El teniente general Luciano Benjamín Menéndez afirma que en la guerra no hay excesos. Menéndez, bajo cuya jurisdicción estuvo el campo, de concentración La Perla, sabe bien que no hubo guerra en Argentina, sino una matanza organiza armadas contra su pueblo, en su territorio.

Pero si hubiera sido una guerra, sorprende ver a un general que aspiraba a ser presidente desconocer las convenciones internacionales que rigen, o debieran regir, los conflictos armados.

Los asesinos y sus cómplices piden prudencia a las víctimas. Necesitan tiempo para buscar una escapatoria. Tratan de encontrar un calificativo a la imprudencia de las víctimas, a sus estallidos de irritación, algo que funcione como un engranaje combinado con declaraciones de "Yo cumplía órdenes", "No sé dónde quedaron guardadas las órdenes" (dos expresiones del general Santiago Omar Riveros, uno de los personajes más siniestros de la reciente historia argentina).

Argentina respira

El clima puede parecer. irrespirable, y, sin embargo, Argentina respira. Con algún desorden y algunas improvisaciones, la justicia tiene a un almirante preso; a un brigadier del Aire preso; a un general prófugo; a dos generales, uno de ellos ex presidente de la nación, bajo arresto.

Más prófugos cada día, más arrestos se suceden, Ya no sonríen con omnipotencia los prominentes militares que idearon la desaparición de personas, organizaron su implementación y dirigieron la re presión. Supongo que Argentina respira porque en este largo y caluroso verano argentino ha terminado la impunidad militar. Después de 53 años de golpes militares.

Ser civil y albergar esperanzas sobre el futuro es la nueva identidad que parece asumir Argentina. Algo que sólo puede ocurrir en una democracia.

No en vano la derecha y sus voceros están preocupados y se preparan. Por ahora recurriendo sólo a la semántica

País de pronóstico imposible

Es una suerte que, triunfando en las elecciones, el presidente Alfonsín haya demostrado que Argentina es un país de pronóstico imposible. Es lo que permite suponer que la imprudencia de las víctimas en sus ataques callejeros a los militares criminales dará paso a un respeto sereno hacia la justicia, evitando que estos episodios sirvan para un intento desestabilizador. También permite suponer que la justicia, en especial los nuevos jueces que serán designados por el Gobierno democrático, enviará a la cárcel a numerosos jefes militares.

Aún deberá transcurrir un tiempo, seguramente breve, hasta que las víctimas comprendan que los militares, a pesar de que expresen lo contrario, temen más a la justicia que a los insultos callejeros. Si dicen lo contrario es porque creen que de este modo podrán escapar a la justicia.

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