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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los compositores de la generación de la República

Un grupo de jóvenes intérpretes (los pianistas García Chornet, Parra y Gavilanes, la cantante Pura María Martínez y los instrumentistas de cuerda Villuendas, Mateu y Ramos) están celebrando, en la Fundación March, un breve cielo de tres sesiones, la última de ellas se celebrará el próximo miércoles día 8, sobre la llamada generación de la República.De nuevo sonaron páginas poco frecuentadas, junto a otras familiares: el Trío, de Gerhard; el Cuarteto, de Remacha; la Suite, de Esplá; las Sonatas, de Rodolfo Halffter; los Preludios, de Bacarisses; Colores, de Bautista; Danzas burgalesas, de Antonio José, y canciones de algunos de los citados y de Lamote, Mompou, Rodrigo, María Rodrigo, Manuel Palau, Matilde Salvador, Eduard Toldrá, Gustavo Pittaluga, Jesús Leoz y Federico Mompou.

Ciclo de compositores

Obras de Gerhard, Remacha, Antonio José, Esplá, Bautista, Joaquín y María Rodrigo, E. y R. Halffetr, Julián Bautista, S. Bacarisse, Lamotte de Grignon, M. Salvador, J. Muñoz Molleda, Manuel Palau, G. Pittaluga, J. García Leoz y Federico Mompou. Perfecto García Chornet, Joaquín Parra y Rogelio Gavilanes, pianistas; M. Villuendas, violín; E. Mateu, viola; R. Ramos, violonchelo; Pura María Martínez, soprano. Fundación March. Madrid, 25 de mayo y 1 de junio.

Amigos de los poetas del 27

El gusto por las etiquetas generacionales mantuvo, durante algún tiempo, la de generación de la República para indicar a los autores coetáneos y, en muchos casos, amigos de los poetas de 1927. Por ello se usa más de esta calificación homologada que de la lanzada por Adolfo Salazar (para una promoción, no para una generación) en momentos de tanta ilusión política como cultural, tal la despertada por la proclamación de la 11 República. El mismo Salazar abandonó casi totalmente la denominación en sus libros posteriores, los más importantes, escritos durante el exilio. Y hasta se olvidó de cuanto podía haber tenido de empresa colectiva el quehacer de un grupo dañado, primero, por las tradicionales rencillas internas, y dispersado, después, por la guerra civil y el exilio de muchos de sus componentes.Emilio Casares, catedrático de Música en la universidad de Oviedo, comenta en el interesante folleto-programa las características y la aventura de la generación de la República y, a la imprecisión del término, suma la de aplicarle disyuntivamente el título del conocido ensayo de interpretación de un proceso cultural (1902-1939), de Carlos Mainer, La edad de plata, usado también (antes y después) por José María Jover, Santiago Sobrequés, Abad Nebot y Martínez Cuadrado.

En definitiva, esta edad de plata viene a sustituir a la llamada por otros segunda edad de oro y, a la hora de la música, llana y simplemente, renacimiento contemporáneo, que se inicia con Pedrell, Albéniz y Granados, prosigue con Falla, Turina y Del Campo,, se continúa en la generación de 1927.

Es decir, en la edad de plata. entran en juego tres generaciones, cuando menos, si es que no queremos considerar continuadores del renacimiento a los músicos de la conocida convencionalmente como generación de 1950. El mismo Mainer advierte la inadecuación de los límites cronológicos (1902-1939), aunque los mantenga en razón de una acumulación de significaciones históricas.

Lleva mucha razón Casares cuando echa de menos un estudio científico de la generación de 1927, de la República o, según el sistema Ortega-Marías, no meramente cronológico, como algunos suponen, de 1901, formada por los nacidos entre 1894 y 1908, límites con los que coincide, casi exactamente, J. Manuel Rozas. Y aún diría que lo necesario sería un estudio paralelo al de Mainer sobre la edad de plata, específicamente aplicado a la música, aun cuando no estoy seguro, ni mucho menos, que, salvo excepciones, la plata de los músicos reluzca como la de los escritores y poetas.

De cualquier modo, una nueva audición de ciertas páginas, un nuevo contacto con determinados autores y un estudio como el de Casares resultan siempre útiles. Falta, esto sí, el conocimiento de obras sinfónicas o teatrales: Concierto y El loro, así como la Metamorfosis del clavel, de Pittaluga; El contrabandista, de Esplá; las partituras de Josep Valls, oídas en Barcelona pero no en Madrid; Entreacto, de Ernesto Halffter; La peste y las cuatro sinfonias de Gerhard -parece ser que López Cobos tiene intención de grabarlas con la Orquesta de RTVE-, y tantas otras que harían demasiado extensa la relación.

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