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El compositor habla del peligro del 'arte cosmopolita'

"El gran peligro que amenaza a los compositores contemporáneos es el de hacer un arte cosmpolita en el que desaparezca la personalidad característica de cada uno", dice Alberto Ginastera, cuyo segundo concierto para violonchelo y orquesta se estrena esta tarde en el teatro Real. Será solista Aurora Nátola de Ginastera y dirigirá la Nacional el maestro Maximilano Valdés.

Ginastera nació en Buenos Aires y acaba de cumplir 67 años. Desde 1970 reside en Ginebra, pero su universalidad, hoy reconocida en la doble dirección europea y americana, nació con las primeras obras -Panambí, Estancias-, se confirma en otras de su segundo período, en el que el nacionalismo se esencializa -Cantata de la América mágica, Bomarzo, Don Rodrigo-, y se define y consolida en un lenguaje enriquecido por la asimilación de toda clase de procedimientos técnicos.Alberto Ginastera trabaja en varios proyectos, unos recientes y otros lejanos: Popol Vuh, para orquesta, sobre una particular visión de la creación del mundo, será estrenada el año próximo en Filadelfia; la sinfonía denominada La española, para mezzo y orquesta, sobre textos de poetas españoles (de los que el compositor es entusiasta conocedor), responde a un encargo de la Orquesta de San Luis. En fin, debe trabajar en la obra que le ha solicitado el Patronato Nacional en homenaje a los Reyes de España: "Ha sido para mí una gran alegría este encargo vinculado a la Casa Real y destinado a la extraordinaria colección de stradivarius de la corte de Madrid. Pienso componer mi tercer cuarteto pensando en el destino de la obra, en las posibilidades de unos instrumentos singulares y en el medio en que será estrenada".

Lo de hoy es la inminente primera audición europea del Concierto número 2 para violonchelo y orquesta, "dedicado a mi esposa, Aurora Nátola, y compuesto en Ginebra durante los años 1981-1982. Aurora lo dio a conocer en el teatro Colón, de Buenos Aires, con la Filarmónica de la ciudad dirigida por Stanislav Wislocki".

"El primer tiempo -Metamorfosis de un tema-, inspirado en Auguste Martín, es como los cuatro puntos cardinales a la hora de la aurora; el segundo parte de unas palabras de Luis Cernuda -'Esa brisa reciente en el espacio esbelta'-, y es un a modo de caleidoscopio combinado con estructuras y procedimientos tan antiguos y actuales como lo concertante y lo retrogradable; Nottilucente, el tercer movimiento, alude a Apollinaire y a los rumores de la selva lejana en diálogo con cantos apasionados; la idea Tiemble y estalle laflesta, de Neruda, da pie alfinal, una explosión de color y ritmo hasta la que llegan los ecos de Hispanoamérica: ritmos de carnavalitos, coplas alegres, colores de fuego en danzas recibidas desde el fondo de los tiempos andinos".

Aurora Nátola, de la que dijo Casals que se trataba de "una extraordinaria violonchelista de su generación", o sobre cuyo arte escribió Rostropovitch: "Quedé subyugado por la belleza de su admirable y excepcional ejecución", está en el centro de esta obra, como de otras muchas de Ginastera. Es la gran voz del compositor, como lo fue en la Serenata o en la Sonata op. 49.

"En el saber y el arte de Aurora se hace tradición cuanta novedad instrumental pueda yo imaginar, gracias a la potencia de su técnicá". "La experiencia de colaborar desde el nacimiento de las obras con un compositor", afirma Aurora Nátola, "es fascinante, porque, sin ser fácil, se torna en algo de gran capacidad creativa que me obliga una y otra vez a pensar nuevos problemas, de ejecución. Por otra parte, imaginemos lo que sería si pudiéramos contrastar con Dvorak las cuestiones interpretativas de su célebre concierto".

Si el segundo concierto, extraordinariamente virtuosista, supone una natural síntesis de la personalidad de Ginastera en su ser y en sus raíces ("Me siento no sólo argentino, sino hispanoamericano en su totalidad, incluyendo por supuesto a Españal"), no faltan alusiones que casi hay que detectar con espíritu de crucigramista: así, un famoso tema violonchelístico de larga historia romántica europea; el tema incaico del Sol escrito en la escala pentatónica; el canto del coquí puertorriqueño, sobre el que escribiera Gerardo Diego que es casi la inversión del cuco.

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