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El Festival Internacional de Cine de San Sebastián

Las disparatadas imágenes de 'Objetivo mortal', de Brooks

Mientras a pocos kilómetros de San Sebasfián comienza el IV Festival de Biarritz dedicado al cine ibérico y latinoamericano, donde sólo figura una película americana, chicana, Zoot suit, en la ciudad donostiarra nos ha tocado ver el segundo título norteamericano de la sección oficial. Simple avance de un próximo estreno comercial en toda España, Objetivo mortal podía justificar su aparición en un festival, al venir firmada por Richard Brooks. Pero esa justificación apriorística desaparece en cuanto acaban de proyectarse las dos largas horas de disparatadas imágenes que componen el filme.Brooks había tanteado ya el cine de acción en su divertida película Dólares, recientemente emitida por televisión, y quizá el éxito de. aquella empresa le haya animado a filmar ahora Objetivo mortal. Pero el delirio de un guión tan confuso y de planteamientos ideológicos tan baratos impide que el habitual talento del director florezca. Era más riguroso Richard Brooks cuando filmaba La sangre fría, La gata sobre el tejado de zinc, Elmer Gantry o Los profesionales. Dominaba mejor la composición de sus películas cuando se responsabilizaba de Buscando al señor Godbard, aunque el desenlace de aquella tragedia tuviera un tufo conservador. Ahora se limita a ilustrar esta parodia sobre la violencia de nuestros días con la sabiduría de un buen técnico pero sin la emoción de un creador.

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Realidad política

Objetivo mortal quiere ser un reflejo de la realidad política del mundo en que vivimos, pero esa crónica parte y acaba en la consideración de que esa realidad es una locura. Se acabó, pues, la posibilidad de entender alguna razón de ese delirio, la lógica que justifica lo que sólo superficialmente. se entiende por disparate. La ironía con que Brooks ha querido salpicar su enunciado no basta.

Hay, sí, aventuras. Un periodista de TV (Sean Connery) está siempre al filo de la noticia, rueda a terroristas árabes, a jeques poderosos, al presidente de EE UU, a su opositor, a miembros de la CIA y del FBI, a vendedores de armas y a dobles agentes. "Cuanto no aparezca en televisión, no existe", es la fórmula sagrada que todos respetan. Y así puede el periodista estar presente en el proceso de una endiablada trama cuyo desenlace se concreta en la posibilidad de que dos bombas atómicas estallen en pleno Nueva York. Cuando ese riesgo debería inquietar al espectador, hace tiempo que el aburrimiento le hizo ocupar su mente en temas de mayor importancia. Ni siquiera las humoradas críticas que esperádicamente surgen de la pantalla le han inquietado suficientemente, porque esas humoradas -reídas en la sala- tienen más sal gorda de la que Brooks puede filmar de EEUU, dice que "América no siempre tendrá la razón, pero nunca se equivoca".

Es la frase que los publicitarios españoles han destacado en su campaña. Pero creen tan poco en la película, que engañan al tiempo al espectador, destacando en las carteleras a un Sean Connery que utiliza la cámara de televisión como si de una pistola se tratara, rodeado -adorado, más bien- por dos espléndidas muchachas en bañador. Esas chicas nunca aparecen en la película ni es Objetivo moral de un título que pueda relacionarse con la serie de James Bond.

El interés del Festival de San Sebastián aumentó, con una película presentada en la sección de nuevos realizadores, Volver, del argentino David Lipszyc. Es una de las obras que ha interpretado Héctor Alterio tras su largo exilio español, y podría parecer por ello que su aparición en el reparto iba a coincidir con su propia biografía. No es así. Volver, aunque narra la historia de un bonaerense que regresa durante cinco días tras una ausencia de dieciocho años, no contiene, en primer término al menos, los elementos políticos que condicionaron el cambio de residencia de Héctor Alterio, precisamente iniciado en el Festival de San Sebastián, cuando vino a presentar en 1973 su película La tregua. El personaje de Volver tiene otras lecturas: un hombre anclado en el pasado que quiere interpretar la situación en la que encuentra a sus viejos amigos, a su antigua novia, en función de recuerdos y no de la realidad presente. El contraste de su actitud con la de quienes le repiten que ellos aún no han muerto y que tendrán tiempo para la nostalgia, forma el núcleo de la película. A veces rodada elementalmente, en otras con mayor riqueza, Volver es una curiosa muestra que bien merece su aparición en un festival como este.

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