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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Ideas, creencias y chapuzas

Ortega hizo la famosa diferenciación entre "ideas y creencias". Hoy habría añadido las chapuzas.Quiero decir que, mediante un esquematismo fácil, pero útil y nada arbitrario, llegamos a saber que la izquierda se ha regido, tradicionalmente, por las ideas y la derecha por las creencias. En España, en el mundo y en la Historia. Unas gentes se han movido por el racionalismo y otras por el inmanentismo. Aparte mis ideas y creencias personales, yo no sabría decir hoy en términos absolutos qué parte de los gloriosos saqueos de la cultura sobre la naturaleza le debemos a las ideas y qué parte a las creencias. En todo caso, parece que el mundo había funcionado, bien así durante algunos siglos, semana más o menos. La mendicidad racionalista pedía limosna en el esquinazo de las catedrales goticotardías y la oligarquía fideísta se paseaba por el siglo en landó, tílburi, carroza, fiacre o simón. La historia, más o menos, iba. Pero es que la derecha que nos ha tocado a nosotros, la derecha que le ha tocado a nuestra izquierda ya no vive instalada en sus creencias -"en la creencia se está" (Ortega)-, sino que va y viene a sus chapuzas. La precampaña electoral, un suponer. Mientras el socialismo toma un sol de justicia (que todavía es el de la injusticia), contra el muro de su respaldo histórico y su conducta, la derecha, las derechas nacionales van y vienen, brujulean/vivaquean, hacen pactos, alianzas, fugas, convenios, camelleos, y nunca ya cotizan creencias en la tarima bursátil/versátil de la Bolsa de Madrid y otras tarimas, sino conveniencias, números, infidelidades y cargos.

Vázquez de Mella, Donoso Cortés, Maeztu, García Morente (y no digo Menéndez Pelayo, porque Morodo le está desestalinizando), creían en las creencias, que no es poco. Una creencia sólo existe porque se cree en ella, mientras que una idea puede vivir por sí misma, en el reino de las dudas.

Estos de ahora, no. Estos pasan de la democracia cristiana al cuarentañismo, del centrismo al autoritarismo, del conservatismo al liberalismo y de la transición a Fraga en horas veinticuatro, y vuelta. Nasarre ha suprimido los variados programas culturales de Radio Nacional, cesando a los cesables, para entregárselo todo, tiempo y espacio, a una hija del legendario José Luis Pécker. Y así. Tenemos, en la España preveintiocho, una izquierda rica (Felipe) que lleva con sobriedad sus riquezas y apenas se sale de la pana retroprogre y las camisas de cuadros. Tenemos una izquierda pobre (Carrillo) que asimismo lleva con entereza sus pobreríos y mendicaciones, sabiéndose/sintiéndose más reserva espiritual e incluso gran reserva de la modernidad, ya que ese papel de coro griego le ha dado hoy la Historia. Pero tenemos, ya digo, por el otro lado, una derecha plural, correcaminos, culoloco, que ha abandonado en el perchero las creencias y las chisteras de Vázquez de Mella y Donoso, que ha perdido El Criterio, de Balmes, y el criterio propio, que sólo quiere ir en las listas, como si las listas fueran los Cruceros Ybarra. Las elecciones las tienen moralmente perdidas, porque el espectáculo que han dado al personal es desalentador y porque el number no se había visto nunca. Este trapicheo, la derecha cinegética de Franco lo hacía en las cacerías, y sólo les veían los forestales, que pasan mucho de señoritos. Ahora somos todos forestales, con la escarapela verde, en el coto moral abierto de la democracia.

Toda la extensa y honesta derecha española que lleva siglos recostada en sus creencias como en el canapé de la abuela, es difícil que siga ahora a sus líderes en el azacaneo enlaberintado de las chapuzas. La creencia, como la porcelana, vive en el sosiego. Estos locos nos están dejando sin vajilla.

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