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La coalición gobernante portuguesa conmemora su tercer aniversario en plena crisis interna

La coalición de centro-derecha, en el poder en Lisboa desde enero de 1980, ha celebrado el martes pasado el tercer aniversario de su constitución. Una declaración firmada por los dirigentes de los tres partidos que constituyen Alianza Democrática -el socialdemócrata (PSD), el democristiano (CDS) y el monárquico (PPM)-, y publicada para esta ocasión, subraya que la coalición sigue siendo la única garantía de estabilidad política en Portugal, dada la no existencia de una alternativa de poder mínimamente creíble.

Alianza Democrática considera que su principal mérito ha sido introducir en la vida política portuguesa de los últimos ocho años un nuevo factor: la existencia de una mayoría parlamentaria "coherente, estable y duradera", base de todos los Gobiernos constituidos desde 1980 y fieles a los compromisos asumidos con el electorado.No hay alusión alguna en el comunicado a la derrota del candidato de Alianza Democrática a la presidencia de la República en diciembre de 1980; sí, en cambio, un claro rechazo de cualquier "acuerdo político complementario", sea con el jefe del Estado o con los socialistas.

Dicho con otras palabras, Alianza Democrática goza de buena salud y el "encuentro nacional de dirigentes de los tres partidos", previsto para el próximo mes de octubre, tendrá como único objetivo preparar la coalición para una nueva victoria en las elecciones municipales de diciembre.

Sin embargo, el optimismo y la satisfacción de los dirigentes no bastan para anular los factores de descontento que se acumulan dentro de la coalición, las rivalidades de los barones socialdemócratas y las tendencias centrífugas, cada día más evidentes.

De esta forma, el jefe del Gobierno autonómico de Madeira (socialdemócrata) afirma públicamente que "Alianza Democrática fracasó" y que es necesario preparar un acuerdo PSD-PS. Otro dirigente local del mismo partido proclama que "no verterá una sola lágrima el día que AD acabe"; y el presidente del grupo parlamentario democristiano acusa públicamente de incompetencia a los dirigentes socialdemócratas. Ninguno de ellos ha sido amonestado por la dirección de su partido. Existen serias razones para dudar que Alianza Democrática está "más fuerte y unida que nunca" y dispuesta a perdurar "por lo menos hasta 1986".

La formación de las listas unitarias cara a las elecciones municipales de finales de año puede constituir una prueba interesante de la existencia o no de la dinámica de unidad pregonada por los dirigentes.

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Quejas de los diputados

La presencia de los líderes de los tres partidos en el Gobierno -Pinto Balsemão, como primer ministro; Freitas do Amaral, como viceprimer ministro y ministro de Defensa, y Ribeiro Telles, como ministro de Estado- crea una serie de problemas suplementarios. Así, los cuadros medios y sobre todo los diputados se quejan de que los partidos han perdido toda o parte de su autonomía en relación con un Gobierno cuya autoridad se confunde demasiado con la de la dirección partidista.No se puede criticar la acción del Gobierno o censurarla en el Parlamento sin incurrir inmediatamente en la indisciplina interna, con sus habituales sanciones.

Los problemas surgidos en los grupos parlamentarios, las rebeliones y renuncias de diputados son una de las consecuencias de esta situación.

Las audiencias del presidente Ramalho Eanes a las centrales sindícales y a las asociaciones patronales han evidenciado un creciente distanciamiento de las fuerzas sociales en relación al Gobierno de Pinto Balsemão. La UGT y la CGT critican la política social y económica, y los empresarios no están de acuerdo con la revisión constitucional en curso y con las medidas económicas y financieras recientemente decretadas.

La desmovilización de sectores empresariales frente al Gobierno puede traducirse, electoralmente, en un aumento de abstenciones y en una mayor virulencia de los sectores radicales dentro de la coalición. En tales condiciones, cuadros del PSD proponen ahora la sustitución de Balsemão a la cabeza del Ejecutivo para evitar así una mayor impopularidad de su partido.

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