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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Operación retorno

NADA MEJOR que un corto período de días festivos, aprovechado por buena parte de los vecinos de las grandes urbes para tomarse unas breves vacaciones y huir de la vida ciudadana, como experimento de laboratorio que permite percatarse de las enormes deficiencias de nuestro sistema de transportes interior. Este año, la llamada operación retorno se ha saldado, afortunadamente, con un número menor de víctimas, pero ha castigado con reduplicadas incomodidades y molestias a los viajeros. En especial, el turismo interior procedente de Andalucía y de la costa mediterránea ha tenido que soportar engorros, tapones y caravanas sin cuento. Que el automóvil sea el vehículo generalmente utilizado para esos desplazamientos no es una decisión caprichosa de los usuarios, sino la inevitable consecuencia de los malos servicios prestados por nuestra vetusta red ferroviaria y de las insuficiencias de los transportes aéreos. Mientras los españoles no puedan optar, sin necesidad de disponer de espíritu heroico, por el avión o el ferrocarril, el automóvil seguirá siendo el medio obligado para sus desplazamientos y el potro de tortura para sus regresos.En la pasada Semana Santa incluso los afortunados titulares de reservas aéreas se vieron amenazados casi hasta última hora por una de esas huelgas corporativistas con las que los empleados de elite de Iberia suelen amagar en vísperas vacacionales. Y los seguidores de la Renfe, tras deambular por estaciones cochambrosas, en las que hasta las consignas han sido sustituidas por la picaresca de un comercio privado para guardar los equipajes de los viajeros en tránsito, siempre se pueden encontrar con el regalo de que su tren -como sucedió ayer con el expreso Cádiz-Madrid- llegue a su destino con seis horas de retraso. Y eso que salió puntual. Pero las dificultades o molestias que significa para los españoles empadronados en Madrid, Barcelona o Sevilla desplazarse por medios que no sean el automóvil a otros lugares de la península se convierten en quejas viciosas cuando se recuerda la casi completa incomunicación por ferrocarril o avión de otras ciudades y las fatigas para desplazarse de Andalucía oriental a Andalucía occidental o a lo largo de la cornisa atlántico-cantábrica, si se exceptúa el País Vasco. En vísperas de las elecciones andaluzas, los señores ministros, que echan mano con frecuencia de un ".4ystére o un helicóptero, lo que les impide percatarse de la realidad miserable de nuestra red viaria, tal vez hayan podido notar que los ciudadanos que habitan en esas ocho provincias tienen que planear sus viajes dentro de la comunidad autónoma -por ejemplo, Almería-Huelva- como una expedición africana digna del doctor Stanley. Que el paso de Despeñaperros, con su actual trazado, continúe siendo prácticamente el único acceso al valle del Guadalquivir podría suministrar ilustrativas comparaciones, caso de que el próximo 23 de mayo se saldara con una derrota de UCD, con la batalla de las Termópilas. Lo menos que puede asegurarse es que los ministros de Obras Públicas de la democracia, en cuya nómina figuró el propio presidente del Gobierno, han sabido ganarse a pulso la desesperación del andaluz medio ante tal dejación de funciones.

El problema del tráfico terrestre en España nace no sólo de una deficiente infraestructura, sino también de una lamentable incapacidad organizativa. Renfe cuenta con una red equivalente a la de hace un siglo, con curvas pronunciadas y unas vías y traviesas que impiden el desarrollo de velocidades convencionales equivalentes a las de otros países. En un país de dimensión media como es España, y en una época de altos precios de la energía, la obsolescencia de la red ferroviaria es un despilfarro cuya responsabilidad recae directamente sobre los administradores de este transporte durante las últimas décadas.

En lo que respecta a las carreteras y autopistas, está claro que no existe una red digna de tal nombre que permita viajar de Norte a Sur y de Este a Oeste con comodidad, rapidez y ausencia razonable de riesgos. Aunque existan algunos buenos tramos de autopista y carreteras, en muchas zonas de alta densidad de tráfico hay que jugarse la vida o armarse de paciencia para llegar al punto de destino. Los altos cargos del Ministerio de Transportes argumentan que la construcción de autopistas no resulta rentable cuando la densidad de tráfico es escasa, pero parece evidente la inadecuación de aplicar a un servicio público los criterios de beneficio empresarial, al igual que no se hace con el equipamiento de las Fuerzas Armadas, las dotaciones de las fuerzas de orden público, la enseñanza, la sanidad y la Administración de justicia. Resulta, por ejemplo, casi inverosímil que la capital del Reino no se halle unida por autopista con Barcelona, Sevilla, Valencia, Lisboa e Irún. En este sentido, la ocupación de los Ministerios de Obras Públicas y de Tranportes durante el último quinquenio por personalidades con etiqueta autoadhesiva liberal ha sido un ¡Viva la Pepa! de significado muy distinto al que revestían los homenajes populares a la Constitución de 1812.

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El famoso calendario que ha tratado de regular este año las fiestas de los españoles a golpe de decreto ha contribuido a aumentar todavía más el caos circulatorio en la operación retorno. Sucede así que Andalucía y las dos Castillas, pero no Madrid, se resistieron a no declarar festivo el Jueves Santo y laborable el lunes de Pascua, con el resultado de que los camiones de carga coincidieron en las carreteras hacia Madrid con los desprevenidos automovilistas que volvían, como si fuera domingo, hacia sus casas.

Si bien se mira, sólo la diligencia y el despliegue de medios de la Guardia Civil de Tráfico, que sin duda ha realizado un esfuerzo espectacular, puede elogiarse entre las faltas de previsión y el desarreglo gubernamental y administrativo. Pero no pueden pedírsele peras al olmo. Y por mucha vigilancia viaria que exista, todo será inútil mientras la política de obras públicas ucedea mantenga su habitual criterio de desatinos. Y menos aún se puede transformar el calvario de la operación retorno en un simulado éxito pascual, pese a la disminución, siempre encomiable, de víctimas, que no se corresponde con las experiencias de los viajeros de vuelta hacia Madrid y Barcelona y que, sobre todo, parece destinado a encubrir los graves problemas de infraestructura y organización de nuestros transportes internos.

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