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El nacimiento de un investigador

Santiago Ramón y Cajal, el investigador español que mereció el Nobel, recuerda, ya anciano, toda su vida. En su cueva de la calle Alfonso XII, un semisótano donde han transcurrido sus últimos años, ve desfilar, en el primer capítulo, que se emite hoy, los momentos de la infancia que le marcarán como persona pacifista y como futuro investigador.Aparece, en primer lugar, su nacimiento en Petilla de Aragón, en el seno de una familia humilde. Su padre es un cirujano de segunda, casi un barbero sacamuelas, que quiere dar estudios a su hijo. El chico, especialmente sensible, no resulta un buen estudiante, aunque se ve clara su inteligencia desde el principio. Su padre, además de intentar que estudie, le enseña diversos oficios: de barbero al legendario oficio de zapatero remendón.

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Ese Santiago Ramón y Cajal, pequeño zapatero remendón, conocerá de cerca una batalla entre tropas del Gobierno y partidas rebeldes. Irá como ayudante de su padre al campo de batalla, y la vista de la muerte, las heridas y los sufrimientos, harán de él un pacifista para siempre. Otro viaje iniciático, de la mano también de su padre, consiste en el robo de huesos y esqueletos en el cementerio de Ayerbe. El muchacho tendrá que desenterrar, limpiar y ordenar las piezas, y el propio Cajal, en sus recuerdos, encuentra en ese momento sus principios como científico.

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