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Inquietud sovietica ante el acuerdo China-EE UU

La decisión del Gobierno norteamericano de vender «armas ofensivas a los militaristas chinos» es considerada como «una provocación» por la agencia Tass.Según la citada agencia, las declaraciones sobre la política Internacional del presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, están marcadas por el sello de la «ideología militarista». En Moscú se recibió, aparentemente, con cierto estupor inicial el acuerdo chino-norteamericano.

La Prensa soviética ha guardado silencio sobre este tema. Sólo ayer, la agencia oficial Tass se hacía eco del acuerdo en una crónica de su corresponsal en Estados Unidos, en la que se relataba la conferencia de Prensa ofrecida el martes por Ronald Reagan.

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En un despacho de excepcional longitud (más de tres follos), Tass acusaba a la Administración norteamericana de «perseverar en su política, que trata de acentuar la tensión internacional».

El comentario del corresponsal de Tass en Washington no ahorraba tampoco críticas a la decisión de la Casa Blanca de «ayudar al régimen represivo paquistaní».

Y ello «a pesar de que existe una ley en Estados Unidos que prohíbe entregar armas a aquellos países que negaron su adhesión al Tratado sobre no Proliferación de Armas Nucleares».

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La Prensa soviética califica de "provocación" la venta de armas norteamericanas a China Popular

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«Washington no tiene la intención» concluía la agencia oficial soviética, «de seguir utilizando, conjuntamente con Pekín, a Pakistán como base logística de la guerra no declarada contra la revolución afgana, así como de posibles agresiones contra otros países de la región, y especialmente contra la India».

Amenazado ya en el Oeste por la crisis polaca, el reforzamiento militar de China y Pakistán hace más vulnerable el flanco oriental soviético. Después del viaje de Alexander Haig a China, las relaciones entre el Kremlin y la Administración Reagan pasan por su peor momento.

Leónidas Breznev sigue sin obtener respuesta a sus reiteradas propuestas para el desarme, esbozadas por vez primera el 23 de febrero pasado, en la inauguración del 26' Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).

Según estiman algunos observadores, el acuerdo chino-norteamericano se ve desde Moscú con más temor que otros contenciosos militares pendientes, como, por ejemplo, la instalación de los euromisiles.

El aumento de la tensión internacional se produce en un mal momento para Moscú. El 26º Congreso de PCUS -que fue muy crítico con la marcha de la economía soviética- proponía lograr importantes mejoras cualitativas en la vida de los soviéticos.

Hace pocos días se conocía en Moscú que la población de Kazán (un millón de personas, aproximadamente) utiliza cartillas de racionamiento para poder adquirir la carne, la mantequilla y el salchichón. Ciertamente, de iniciarse de nuevo la carrera de armamentos -que aumentaría, consecuentemente, los presupuestos militares-, la economía soviética resultaría, sin duda, resentida.

Haig, en Manila

Tras su visita a China, el secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, llegó ayer a Manila, en un intento de conseguir un acuerdo estratégico con los cinco países de la Asociación de Países del Sureste Asiático (ASEAN) frente a las actividades de la Unión Soviética en el área.

Creada hace catorce años, la ASEAN agrupa a Filipinas, Tallandia, Malaisia, Singapur e Indonesia, aunque en esta reunión estarán presentes representantes de Estados Unidos, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y la CEE. La principal cuestión será cómo conseguir que Vietnam retire sus tropas de Camboya.

El Gobierno de Taiwan calificó ayer de desafortunada la decisión norteamericana de suministrar armamento ofensivo a Pekín.

Una declaración oficial hecha pública ayer por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Taiwan indica que la nueva actitud norteamericana «no favorece la paz y la estabilidad en Asia y en la región del Pacífico».

«Los norteamericanos no han aprendido la lección de su derrota en la guerra de Vietnam», afirmaron ayer en Hanoi fuentes oficiales vietnamitas. «Y tampoco han aprendido nada de los dos años de enfrentamientos de los expansionistas de Pekín contra la República Popular de Camboya y contra los pueblos de Indochina».

Estas declaraciones de un portavoz gubernamental vietnamita fueron una réplica a las afirmaciones hechas el día anterior en Pekín por el secretario de Estado adjunto norteamericano, John Holdridge, de que Washington estaba dispuesto a aplicar presiones militares sobre Vietnam, a menos que los vietnamitas se retiren de Camboya.

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