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Costa-Gavras vuelve al cine político

Después de haber contado en su última película (Claire de fémme) una sencilla historia de amor entre dos personas ya maduras (Ives Montand y Rommy Schneider), el director griego Constantin Costa-Gavras retorna el camino del cine político, que cultivó en filmes de tanto éxito como Z, La confesión y Estado de sitio. Ha instalado sus cámaras en la zona sur de México para rodar el caso de un escritor estadounidense que en los días siguientes al pinochetazo desaparece en las calles de Santiago de Chile, sin que jamás vuelva a saberse de él.

Costa-Gavras trata de recrear la pesadilla de un pueblo en el que se ha desatado una caza del hombre que a todos puede alcanzar. Missing (Desaparecido) es el título provisional de su película. «Está basada en una historia real que en su día fue publicada por la Prensa: un escritor norteamericano desaparece en Santiago, poco después del golpe militar, cuando pasea por la ciudad con su mujer en busca de opiniones populares».«El tema me lo propuso hace algún tiempo la Universal Pictures. Después de mi última película decidí construir un guión basado en el relato que en su día escribió un periodista. Pero he eliminado nombres de lugares y personas para recrear sólo el clima desesperante de un padre y una mujer que buscan al desaparecido sin obtener respuesta en ninguna parte».

Sussy Spaceck, el último oscar de interpretación femenina, interpreta a la esposa del escritor. Jack Lemmon es el padre. Ambos recorren comisarías, mazmorras y campos de concentración en una búsqueda siempre infructuosa. A través de los túneles que unen la plaza de toros de México y el Estadio Olímpico, Costa-Gavras ha creado, con la ayuda de decenas de bombillas rojas, un clima kafkiano, en el que Jack Lemmon y Sussy Spaceck observan miles de rostros en busca de un hombre al que parece haber tragado la tierra.

Cientos de extras repiten este camino entre policías y uniformes militares, a los que parece no preocupar otra cosa que la delación y la búsqueda de nuevos prisioneros. Costa-Gavras explica que no es un filme épico, sobre el golpe militar, sino la historia de este padre y esta esposa, a los que une la desgracia.

Más allá de la plaza de toros, convertida por unos días en el estadio nacional de Chile, donde Pinochet concentró a miles de detenidos, el director emplea camiones militares, soldados armados hasta los dientes y un tanque de madera, que asusta como si fuese real, para crear el ambiente de una ciudad ocupada por el Ejército. «Tuvimos que construir el tanque, porque no nos dejaron ninguno y tampoco nos autorizaron a traer uno desmontado desde Estados Unidos».

Acusado a veces de buscar por encima de todo la espectacularidad en sus filmes, hasta el punto de convertirlos en melodramas políticos, Costa-Gavras responde: «Mientras las críticas apunten hacia la utilización del cine como un espectáculo, prefiero tomarlo como un cumplido. Un cine espectacular es el de Eisenstein, y no creo que se haya hecho nada más político que lo suyo».

El director griego considera indispensable que el cine político atraiga al mayor número de público, y para eso está dispuesto a emplear los medios que necesite. «Quiero llegar al máximo de espectadores. No me interesa el cine hecho para intelectuales. Prefiero dirigirme a una gente que no sólo conoce los problemas, sino que los sufre más de cerca».

Después de haber contado en Estado de sitio el caso del diplomático-espía Dan Mitrione, a quien los tupamaros secuestraron y mataron bajo los cargos de instruir a la policía uruguaya en prácticas de tortura para los interrogatorios, Costa-Gavras vuelve al escenario latinoamericano para tratar el tema posiblemente más candente: el desaparecido político.

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