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Frutas para el rey de Arabia

El rey Jaled de Arabia Saudí aprovechó un breve descanso en su apretado programa protocolario de visitas en Madrid y pidió a la dirección del hotel Ritz, donde se hospeda con su séquito, que le subieran a sus habitaciones frutas, muchas frutas. Las exquisitas y delicadas manos del chef del hotel no le hicieron esperar, y pronto, muy pronto, un grupo de camareros, alineados a la vieja usanza y vestidos de frac, introducían en la suite real un adornado y ostentoso centro con las más diversas y variadas delicias frutícolas. Previamente, la dirección del Ritz había encargado para tal menester alrededor de trescientos kilos de este manjar.Jaled ha convertido el viejo Ritz en lo más parecido a un palacio de Riad, en donde sólo faltan los detalles arabescos, el ambiente exterior y la estética originaria. Poco más de noventa habitaciones, y no sesenta como se apuntaron días pasados, incluidas la mayoría de las suites, han sido alquiladas por el Gobierno español para dar lujoso cobijo a su huésped de honor.

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El monarca saudí gusta disfrutar de la cocina árabe y, aunque es eminentemente respetuoso hacia los menús que le ofrecen en los banquetes oficiales, cuenta entre su séquito con un cocinero, que es quien le prepara sus platos preferidos en horas de descanso. Este cocinero aprovecha los huecos que permite el programa oficial para preparar, junto con sus colegas del Ritz, las preferencias culinarias del rey saudí.

La presencia de más de cien personas en el séquito del rey Jaled ha roto los esquemas tradicionales de este recio y cuidadoso centro hotelero madrileño. La dirección del hotel ha doblado el servicio, la centralita no cesa en llamadas y la despensa, amplia despensa, ha empezado a sufrir los problemas de la escasez, pronto solucionados por la dirección del centro.

Los recepcionistas sólo disponían a mediodía de ayer de cigarrillos rubios mentolados para satisfacer a sus clientes. Y entre los camareros se comentaba el amplio número de cervezas suministradas y la incesante solicitud de jugos de naranja por parte de los clientes árabes. Esta vez, la naranja y la cerveza han sustituido, tal vez por el rigor de la visita oficial y por la personalidad del primer huésped, «un hombre afable, extraordinario y tranquilo », según un directivo del hotel, al champán francés y al whisky escocés en las preferencias en el extranjero de estos hombres del desierto.

Un veterano miembro del servicio del hotel recordaba la estancia en este centro años atrás de otro importante miembro de la familia real saudí. Y decía que en aquellos días Madrid se quedó sin champán, sin whisky y sin mujeres.

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Los alrededores del Ritz se encuentran custodiados por efectivos de la Policía Nacional y funcionarios del Cuerpo Superior de Policía, en un amplio dispositivo de seguridad, al que hay que añadir el servicio personal, extraordinariamente amplio, del monarca saudí. Los camareros del hotel no recuerdan una vigilancia tan grande en los últimos tiempos. Uno de ellos comentaba a este periódico: «Ni el presidente Carter ni tampoco el de México, José López Portillo, han contado con un servicio de protección tan amplio. No recuerdo, en el tiempo que llevo aquí, un dispositivo policial tan importante. Incluso se ha prohibido aparcar a lo largo de la manzana del hotel».

Mientras tanto, el Ritz y su huésped de honor siguen siendo el centro de atención del Madrid oficial. No sólo faltan los ministros que acuden constantemente al lujoso hall (José Luis Alvarez, José Pedro Pérez-Llorca, etcétera) ni tampoco unos enigmáticos camiones grises del PMM que, aparcados junto a la puerta principal del hotel, son descargados de unas cajas de madera cuyo contenido resulta un misterio. Un curioso taxista, castizo hasta la médula, puso la nota de humor diciendo: «Tal vez las cajas contengan mantillas españolas y peinetas de carey ... ».

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