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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los obispos

Tejeroha sido un test nacional. Es lo bueno que tienen los golpes de Estado. Sin un golpe o una sargentada, de cuando en cuando, no se sabe de qué va la gente. Los obispos, un suponer.Desde que Innocenti bajó del cielo barroco de Roma, los obispos andaban muy enmogollonados contra Fernández-Ordóñez y el divorcio. Han sido en eso claros, tajadores y enemigos. Como está mandado. Luego, a la hora de pronunciarse sobre/contra el pistoletazo a las libertades, a la democracia, al libre albedrío que la Iglesia predica, han estado, una vez más, remisos e imprecisos. Por fin han condenado la cosa en términos generales que, bien mirado, servirían igual aplicados a la inversa, en caso de que hubiese ganado Tejero (que tampoco es exactamente que perdiera, según ha entredeclarado a este periódico). No digo que, con sus dudas, omisiones, indecisiones, ante el caso militar, los obispos hayan perdido autoridad. Sencillamente, han perdido velocidad. Y ser veloz es una manera de tener razón. (El Rey, cuando la noche aquella, tuvo la velocidad de la razón y las razones de la velocidad: por eso está ahí). Los obispos, digo, ya no pueden entrarle con la misma velocidad teológica al tema del divorcio. Tema, ley o votación que se puede perder, claro, pero no ya exactamente por la influencia de la Iglesia en el reino de este mundo. Por el test/Tejero sabemos quién se manifiesta y quién no en este país, quién sabe defender su escaño y quién no, y como digo el escaño digo la silla gestatoría. Ya los Papas, en sus mensajes al mundo, suelen aparecer dotados del privilegiado don de la obviedad, resumible en la consigna de «que gane el mejor». Pero a nuestros obispos es que se les ha visto la tiara. Ya Schommer les sorprendió levitando, que es lo suyo.

Recibo numerosas cartas que me felicitan por mi minicampaña contra el fascismo radiofónico. No es lo mío hacer campañas a favor ni en contra de nada (la campaña más larga cabe en un solo artículo), pero insisto que nuestros obispos, con su tardío y tibio documento, han perdido algo más eficaz y convincente que la autoridad: han perdido la velocidad, porque últimamente traían una marcha de doscientos nobis por hora, como diría Alvaro de Laiglesia. Los deudos de María Moliner me envían la ficha «agradecer», del Diccionario de la ilustre desaparecida, agradeciéndome algo que escribí sobre ella. A los obispos deben enviarles la ficha « amagar», que. les concierne en todos sus sentidos: «amagarse» por esconderse y «amagar y no dar», según la prudencia paremiológica de toda su vida eclesial. Voy esta tarde a un instituto de Leganés a hablar al personal y espero que no haya ningún obispo entre el lumpen, porque a lo mejor me excomulga. Victor Márquez confiesa en el último Triunfo a monseñor Iniesta, el obispo cheli de Vallecas. ¿Por qué la Iglesia no se lo monta al revés? Un obispo de izquierdas para el barrio de Salamanca, y un cardenal del Renacimiento (parece que sí tuvimos Renacimiento en España, según Francisco Rico) para el lumpemproletariat de Leganés, que les enseñe a comer el faisán los domingos, después de misa. La marquesa de O'Reilly nos invita a cenar a quienes hemos hablado en sus salones, y entre los invitados está mi entrañable Martín Descalzo, padre putativo de mi gato el Rojito. Sospecho que vamos a hablar de gatos más que de obispos.

Si los señores obispos están tan dispuestos a intervenir en la vida nacional, no pueden esperar a ver quién gana. En España estamos viviendo una aceleración histórica que comenzó justamente con el discurso de la Corona, de Tarancón, ahora jubilado. Los obispos han sido más duros con Ordóñez que con Tejero. No es que hayan perdido dignidad. Es, ya digo, que están perdiendo velocidad. Como Breznev.

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