El retorno cañí
Una terminología simplificadora y generalizada, teñida de ideología de andar por casa, tiende a sembrar el más absoluto desdén sobre un género de canción española que permite innumerables sarcasmos al ser nombrada hortera, franquista, carrozona o cañí. Dentro de ese apartado de vorador, lo mismo entra Lola Flores que Raphael, María Jiménez que Julio Iglesias, Rocío Jurado que El Fary, Sara Montiel que Jorge Sepúlveda. Sin embargo, se hila finísimo al expulsar de ese reino lo mismo a Paco Ibáñez que a Miguel Bosé, a Ana Belén que a Mari Trini. Da la impresión de que un cedazo ideológico -político o de modernidad- es el encargado de menospreciar cualquier distingo de calidad para separar el grano del reflejo satisfactorio de la enojosa paja ajena.Esa criba puritana, explicable como réplica al descarado uso enajenante que hacen del género, no se halla libre de contradiccio nes. De ahí que muchos se hagan ilusiones al pensar que admira dos cantantes internacionales tienen calidades interpretativas y un discurso menos necio que las figuras nacionales. Por otro lado, ¿qué ortodoxo del rigor no se sorprende tarareando en la inti midad las melodías que detesta en público?
Un mínimo de ironía, de morbo o de curiosidad a secas no es tarían de más al abordar el retorno de lo cañí. Sara Montiel, Jorge Sepúlveda, Lorenzo González y Raphael ahí están como tenta ción. No hay peligro asegurado de conversión ni de caída en el eclecticismo, pero sí la probabili dad de una regocijante sorpresa.