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Reportaje:Diez años de ecologismo español / y 3

Los comités antinucleares agrupan a los sectores ecologistas más radicales

El rechazo radical a la energía nuclear no obedece solamente, como mucha gente piensa, a los riesgos que entraña esta tecnología. Si bien el peligro de contaminación radiactiva es el motivo por el que mucha gente se sensibiliza con el tema, los ecologistas se oponen también a la energía atómica porque para ellos esta fuente energética representa el intento de prolongar durante algunas décadas el actual modelo de civilización, basado en la explotación intensiva de los recursos naturales, al tiempo que acentuará las tendencias hacia una sociedad centralizada y policial, única manera de controlar los altos riesgos de esta nueva tecnología.Los ecologistas opinan que la solución a la actual escasez de recursos, tanto energéticos como de materias primas, no consiste en huir hacia adelante, es decir, en buscar la continuación de este modelo de sociedad basado en el despilfarro, sino en lograr que el progreso se base en los recursos renovables, los únicos que no alteran el equilibrio del medio natural y los únicos que tienen garantizada su continuidad. Esta idea es la clave del pensamiento ecologista; de ahí que la cuestión energética sea el principal punto de análisis del ecologismo.

El primer signo de oposición a la energía nuclear en España fue un artículo publicado en 1972 en la revista aragonesa Andalán, firmado por el sociólogo Mario Gaviria. Luego otras publicaciones, como Triunfo y Cuadernos para el Diálogo, sirvieron de vehículos de expresión a los pocos antinucleares que, como Gaviria, Costa Morata, Naredo, Allende, Muñoz, Cambre Sáenz-Díez, etcétera, alzaban su voz contra los proyectos del Gobierno español de nuclearizar España. Cuando a mediados de los setenta se comenzaron las obras de las centrales nucleares, las poblaciones afectadas comenzaron a preocuparse.

Las contradicciones de PSOE y PCE

El País Vasco, contra la central nuclear de Lemóniz, en Bilbao, Cataluña, contra las de Ascó y Vandellós, en Tarragona; Badajoz, contra la de Valdecaballeros; el País Valenciano, contra la de Cofrentes, y un largo etcétera, han protagonizado movilizaciones populares contra la energía nuclear que han sorprendido por su poder de convocatoria y que han colocado en verdaderos apuros a los partidos parlamentarios de izquierda, hasta ahora claramente favorables a la energía nuclear. Así, a escala local, tanto el PSOE como el PCE apoyaban las acciones antinucleares. mientras que los dirigentes del partido se han mantenido en una postura ambigua, claramente favorable hacia los planes nucleares del Gobierno.

Estas contradicciones del PSOE y del PCE llegaron a su punto culminante con el encierro de los alcaldes extremeños en el Ayuntamiento de Villanueva de la Serena (Badajoz) el pasado mes de septiembre, en protesta contra la central nuclear de Valdecaballeros. Tras varios días de encierro, los partidos políticos pidieron en el Parlamento la paralización de las obras de la central, por considerar que su emplazamiento es inadecuado, pero obligaron a sus alcaldes a que abandonaran el encierro, lo que ha sido considerado como una traición de la izquierda por la Comisión Antinuclear de Valdecaballeros y por todo el movimiento ecologista.

Estos incidentes, así como la tradicional línea desarrollista de los partidos marxistas, han motivado que los ecologistas observen con recelo cualquier intento de aproximación de la izquierda a su lucha. En abril de 1978 un pequeño grupo de militantes del Partido Comunista de España, encabezados por Ramón Tamames, constituyeron de manera informal el Grupo Ecologista del PCE. En aquel mismo ano organizaron una marcha ecológica a la sierra de Guadarrama, con el fin de denunciar los intentos de urbanización de Valcotos, y recientemente han organizado en colaboración con otros grupos ecologistas, la marcha sobre la sierra de Gredos. afectada también por un proyecto de urbanización.

En opinión de Ramón Tamames «este grupo está introduciendo el virus del ecologismo en el partido». Tamames, militante de AEORMA (Asociación Española para la Ordenación del Territorio y el Medio Ambiente) en el año 1970, cree que el PCE acabará abandonando sus posturas desarrollistas y asumirá las principales reivindicaciones del movimiento ecologista, incluido el rechazo a la energía nuclear de fisión. Sin embargo, y aquí empiezan las diferencias, Tamames cree que «la energía atómica de fusión, limpia y no contaminante, sí podría ser una solución a la crisis energética», mientras que los ecologistas rechazan también esta forma de energía, por considerar que además de provocar una fuerte contaminación térmica del medio ambiente es una forma más de querer continuar con el crecimiento ilimitado, lo que choca con su modelo de sociedad.

Al PSOE también lo está intentando ecologizar un grupo de militantes, que desde enero de 1980 han constituido el Grupo de Ecología y Medio Ambiente del PSOE. Este grupo, encabezado por la militante de base Concha Sáenz, asegura no ser ninguna maniobra electoralista para captar el llamado voto verde, que tantos apuros está haciendo pasar al partido socialdemócrata alemán en estos momentos, que, al restarle votos en favor del Partido Ecologista Alemán, constituido hace medio año por más de mil grupos ecologistas alemanes, podría hacerle perder las elecciones en favor de los cristianodemócratas.

Muchos grupos ecologistas ven con buenos ojos estos intentos de ecologización de la izquierda española y colaboran ocasionalmente con ellos, incorporándolos en sus convocatorias de manifestaciones o en sus escritos de denuncias. Incluso algunos, como el CESE (Centro de Estudios Socioecológicos), en el que trabajan viejas figuras del ecologismo, como Pedro Costa Morata, Rafael Silva o Miguel Gil, actúan como asesores de los partidos de izquierda siempre que éstos se lo piden.

La verde izquierda extraparlamentaria

El verdadero intento de asalto de las asociaciones ecologistas procede de los partidos extraparlamentarios de izquierda. El Movimiento Comunista y el Partido del Trabajo han venido asumiendo tradicionalmente todas las reivindicaciones de los ecologistas, e incluso llegaron a tomar iniciativas en este terreno. No se puede, pues, hablar de un intento de infiltración. Sin embargo, sí es cierto que militantes de estos partidos mantienen una doble militancia con el movimiento ecologista que incomoda a determinados sectores, especialmente los del ecologismo radical, cercanos a las posturas ácratas.

Los grupos del ecologismo político, representados principalmente por la Federación de Amigos de la Tierra, también procuran definir bien las fronteras, a pesar de ser favorables a la doble militancia y a la colaboración con todos los partidos de izquierda. En su último congreso, celebrado el pasado mes de julio en Sevilla, aprobaron un manifiesto ideológico en el que, recogiendo los puntos básicos de los distintos documentos que a lo largo de los últimos diez años se han ido elaborando en las diversas reuniones estatales del movimiento ecologista, se declaraban autónomos en relación con cualquier partido u organización política y reivindicaban su propia capacidad política frente a cualquier intento de instrumentalización.

A pesar de esta declaración de principios, ninguna de las veinticuatro asociaciones que integran la FAT tiene la intención de presentarse a elecciones municipales, y menos a las legislativas, como han hecho ya con relativo éxito los Amigos de la Tierra franceses y los ecologistas alemanes. De momento consideran que su misión es seguir concienciando a la sociedad y exigiendo a los partidos políticos de izquierda que asuman las reivindicaciones populares.

En Cataluña, País Vasco y Galicia, determinados grupos ecologistas mantienen una alianza estrecha con los grupos nacionalistas. En concreto, el colectivo ecologista Userda, de Barcelona, que publica una revista del mismo nombre, encabezado por Santiago Vilanova, se presentaron a las elecciones al Parlamento catalán en las candidaturas de los Nacionalistas de Ezquerra. En opinión de los ecologistas de Userda, el ecologismo es la ideología más compatible con las tendencias autonómicas, ya que su filosofía está basada en la descentralización.

Los ecologistas vascos de las coordinadoras antinucleares de las cuatro provincias vascas colaboran también activamente con las coaliciones nacionalistas, especialmente con Herri Batasuna, aunque en este caso las relaciones se limitan a las movilizaciones populares y no al campo electoral. La Asociación para la Defensa Ecológica de Galicia (ADEGA), integrada en la FAT, también mantiene una activa colaboración con los grupos nacionalistas gallegos.

Según los ecologistas, dependerá de la actitud de los partidos políticos en los próximos años para que el ecologismo siga siendo en España lo que es, un movimiento ciudadano de denuncia y presión, o se transforme en un partido político o coalición electoral, como ha sucedido en otros países europeos, donde la izquierda no ha dejado otra alternativa al movimiento verde.

Adelpha, ecologista en el nombre

Existen una serie de asociaciones que, desde su creación, están vinculadas al movimiento ecologista pero que en realidad no están integradas en el mismo o si lo están, sólo pertenecen de forma secundaria. El más conocido de estos grupos es Adelpha (Asociación para la Defensa Ecológica y del Patrimonio Histórico-artístico), fundada en 1976 por un grupo muy heterogéneo de personalidades del mundo del arte y la cultura que incluyeron en el nombre de la asociación el término «ecológico», porque lo consideraron interesante, pero no porque pretendieran identificarse con el movimiento ecologista.

Adelpha no pretende cuestionar planteamientos de modelo social y centra su actividad en denunciar atentados al Patrimonio Histórico-artístico. Otra diferencia con los grupos ecologistas es que, mientras que en éstos la media de edad de sus miembros no supera los treinta años, en Adelpha los socios son gente con más de cuarenta años, de profesiones liberales, ejecutivos, funcionarios, etcétera, muchos de ellos con ideologías políticas muy dispares que van desde la ultraderecha a la izquierda extraparlamentaria.

Otros grupos, los naturistas, siempre confundidos con los naturalistas, también son considerados ecologistas, y de hecho lo son la mayoría de ellos. Sin embargo, pocos ecologistas son naturistas, es decir, llevan un sistema de alimentación especial, en ocasiones vegetariano, tienen secciones de miembros que practican el nudismo, etcétera. Otro tanto ocurre con los grupos de no violentos y objetores de conciencia, que si bien muchos de ellos también militan en el ecologismo, y éste asume sus reivindicaciones, tienen una actividad separada y bastante diferenciada.

Finalmente, no se puede ocultar una de las constantes que más se repite en los ecologistas. La mayoría de estos muchachos (hay pocas chicas en el ecologismo, a pesar de que apoyan activamente al movimiento feminista), tienen una idea fija que se acentúa en los elementos más combativos del movimiento: poder ir un día al campo a ejercer la agricultura biológica y autosuficiente y decirle adiós a la sociedad industrial y consumista. Por suerte o por desgracia son pocos los que logran realizar este sueño de «olvidarse de todo», de manera que, como decía Josep Vicent Marqués, mientras tanto seguirán incordiando con su lema: «De profesión, sus denuncias».

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