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"Saló", la película maldita de Pasolini, estrenada en los cines comerciales españoles

Ayer se estrenó en tres cines de Madrid Saló o los 120 días de Sodoma, la película. póstuma y la más polémica de todas las que realizó Pier Paolo Pasolini (asesinado en Roma el 1 de noviembre de 1975) y que tuvo repetidos problemas de exhibición, tanto en Italia como en otros países de Europa occidental, por presuntos ataques a la moralidad v buenas costumbres. En España le cupo el honor de ser la primera película secuestrada por una orden judicial cuando ya había desaparecido la censura cinematógráfica previa, en 1978, aunque posteriormente el mismo juzgado levantó el secuestro por no considerarla pornográfica. Era un juez de primera instancia de Barcelona, ciudad en la que Saló se está exhibiendo con toda normalidad.

A los pocos días de la muerte de Pasolini era secuestrada en Italia la película Saló, por su «obscenidad alucinante». En 1976, su productor, Alberto Grimaldi, fue condenado a dos meses de prisión y el filme confiscado oficialmente. Un año después, tras sucesivas conversaciones con los órganos competentes de la Administración, la película se estrenaba definitivamente, aunque con un corte de cinco minutos. Este asunto continuó escalando niveles en la justicia italiana hasta llegar al Tribunal Supremo, que en 1978 revocó la sentencia anterior de un tribunal de Milán y dispuso que la película se devolviera íntegramente a sus legítimos propietarios, «en virtud del derecho a la libertad de expresión, sancionado en la Constitución italiana».La película de Pasolini comenzó su exhibición en el resto de Europa también con importantes dificultades. En Francia, los miembros de la Comisión Nacional de Censura (de carácter consultivo) recomendaron al ministro responsable la prohibición total, pero éste decidió pactar con las distribuidoras la exhibición en circuitos muy restringidos y sin hacer publicidad fotográfica.

En Inglaterra, Saló fue retirada de la cartelera de Londres a los tres días de haberse iniciado su exhibición, a consecuencia de las quejas de un espectador. Aunque la denuncia de este particular no había sido hecha, como en anteriores denuncias, por pornografía o inmoralidad, sino por provocar desórdenes públicos.

En España, Saló, una de las películas más «malditas y perseguidas» de los últimos cinco años, no fue posible su exhibición mientras existía la junta de censura. Al desaparecer ésta, en 1978, se pensó que habría posibilidad de estrenarla y se programó su pase en la penúltima jornada de la Semana Internacional de Cine de Barcelona, en octubre de 1978. Tan sólo pudo realizarse un pase porque inmediatamente un juzgado de primera instancia de Barcelona ordenó su secuestro. Posteriormente, el mismo juzgado de primera instancia pronunció sentencia en contra del secuestro, alegando que la película no era pornográfica. Ahora ha podido, por fin, estrenarse, primero en Barcelona, y después en Madrid, aunque bajo el calificativo de «S», en el que convinieron todos los miembros de la junta de clasificación. Hasta el momento no se ha producido ningún hecho anormal en torno al estreno. En Barcelona, la afluencia de público es persistente y las críticas que hasta ahora se han publicado han sido mayoritariamente favorables a los valores cinematográficos de Pasolini y de su película Saló.

Saló o los 120 días de Sodoma, película que fue calificada por el ensayista y filósofo Roland Barthes como «insustituible, fascinante y difícilmente asimilable», es una adapatación cinematográfica, según los críticos, de la obra de Sade, del mismo nombre, que se convierte en una reflexión personal sobre el fascismo. Aunque se inspira en el libro de Sade, traslada la acción a Italia, concretamente a los últimos días del fascismo durante la República de Saló, en 1944.

En medios cinematográficos españoles se interpreta la autorización de exhibición de Saló como un paso para la posibilidad de exhibir también otra de las películas «malditas» de los últimos años: El imperio de los sentidos, del " japonés Nagisa Oshima. Esta película, que tuvo dificultades de rodaje en su país de origen, y que fue secuestrada más tarde por tribunales belgas y alemanes occidentales, aunque posteriormente una sentencia de los tribunales de la RFA la calificaba de antipornográfica, lleva tres años sin poder estrenarse en España, entre otras razones porque se le ha dado la calificación de «X», cuando todavía no existen salas dedicadas a la exhibición de este tipo de películas.

Reciemente, concretamente el pasado fin de semana, la película de Oshima estuvo a punto de proyectarse en un acto público organizado por las Juventudes Socialistas de Madrid, pero hubo una negativa a última hora a cederla por parte del productor ante determinado tipo de presiones y de ciertas promesas oficiales de que próximamente sería autorízada su exhibición e salas comerciales. El imperio de los sentidos, otra de las películas consideradas como tabú de la pornografía, se ha proyectado ya en un buen número de festivales de cine celebrados en España.

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