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Por qué ganan los ingleses

Juan Cruz

Los ingleses ganan a los españoles en organización, en serenidad y en una virtud que, al no ser fácil de practicar, se convirtió entre nosotros en un trabalenguas: saber verlas venir.Por estas mismas razones, los ingleses ganan a los españoles jugando al fútbol. La victoria inglesa del pasado miércoles en el Nou Camp, de Barcelona, no es sólo un triunfo deportivo; es también la victoria de la razón sobre el desbarajuste.

Claro que una semana antes el Real Madrid había batido gravemente, en la capital de España, al Celtic de Glasgow. La del partido amistoso España-Inglaterra no fue, por parte inglesa, una victoria que vengara aquella derrota, porque el Glasgow es escocés y el once triunfador en el Nou Camp era inglés. En aquellas regiones británicas la solidaridad no da lugar a la venganza: cada uno se defiende solo. Cada uno juega en su zona del campo.

Fue el triunfo de la razón y de la lógica sobre una organización social que es caótica, quizá porque está en embrión, acaso porque siempre será caótica.

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Los ingleses ganaron a los españoles en el estadio del Barcelona porque aplican a su sistema de juego el que es su legendario y antiquísimo sistema social. El inglés -hablo del inglés, no del escocés, ni del galés, ni, por supuesto, del irlandés de cualquier lado- no se agota; apura su semana laboral, a la que le ha dado nombre -semana inglesa-, y luego deja que el week end lo absorba, lo aburra, le deje respirar y, finalmente, le reponga. Lo mismo hacen los futbolistas: corren un trecho, dan un seco toque al balón, lo dejan caer sobre la cabeza del inmediato compañero, cuando éste juega bien de cabeza, y se queda en medio del campo, sabiendo verlas venir. Luego, el otro compañero toma el relevo, sigue la jugada, remata, hace aguas, marra el efecto, o marca. Después vendrá la euforia o e[ desencanto, pero la energía ha sido salvada para postrera ocasión. Nadie ha salido roto del esfuerzo común.

Los españoles no les ganaron a los ingleses porque aquéllos aplican al fútbol lo que hacen en la vida cotidiana. Los españoles -y en este caso estoy hablando de los españoles de todas partes, porque a pesar de tanta bandera los futbolistas no manifiestan tendencias distintas a las de la media nacional- necesitan un líder, un malcriado, una figura que marque: goles. y un portero. En este caso, frente a Inglaterra, el equipo nacional sólo tuvo un portero, al que ya le va subiendo la mitología por las medias y hasta por las rodilleras. Le faltó el líder, Juanito estuvo muy comedido, de modo que el público se aburrió, y no hubo -el resultado es una denuncia inapelable- ningún goleador. ¿Qué virtudes puso en práctica España para que fuera sólo un personaje de la retaguardia, perteneciente a un equipo vasco. además, el que salvara el honor patrio? Los españoles aplicaron la manía nacional: centros largos, circunloquios que nacían en la media y acababan metros después porque el avance está reñido con la disquisición. En el caso del partido del último miércoles, España usó la táctica del 143 y, sin quererlo, dejaron que los futbolistas ingleses amarraran bien las posibilidades del 15 1. Se zafaron de España como Cataluña se zafó de la UCD, pongo por caso.

España debe empezar a jugar al primer toque. Jugando al primer toque, viéndolas venir, un pariente de Churchill acabó con el puzzle de Rhodesia-Zimbabue, un asunto que el ginecólogo Owen, constituido en ministro de Asuntos Exteriores laborista, quiso resolver con pinzas, tiralíneas y saques de banda. Al primer toque resuelven los ingleses la vida cotidiana, en la que se hace lo urgente y se deja lo accesorio, aunque nadie rehusará jamás hacer lo accesorio como si fuera urgente, es decir, con la misma lentitud, seguridad y eficacia.

Los ingleses nos ganan en saber dejar los problemas del fin de semana para el lunes inmediato, pero cuando tienen un problema que pueden resolver el viernes por la tarde, en el último minuto, disparan con decisión y gallardía. Por eso nos ganan. Porque no andan con circunloquios. Practicando la tolerancia, como les indicó Bertrand Russell, y usando la existencia del contrario para mejorar la propia eficacia de su ideología cotidiana. No rehuyen la confrontación, sino que la aceptan, porque les ayuda a hacer más difícil y más reconfortante la victoria.

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