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Estados Unidos protege la vida de Máximo Cajal en Guatemala

Estados Unidos protege desde el domingo la vida de Máximo Cajal, embajador de España en Guatemala, después de que el único superviviente de los ocupantes de la embajada española fuera secuestrado del hospital donde se encontraba, el mismo en el que estaba internado el señor Cajal, y asesinado posteriormente. El cadáver de Gregorio Yuja Xona, con un cartel en el que se lela «ajusticiado por terrorista», fue lanzado desde un automóvil que circulaba a gran velocidad frente al edificio del rectorado de la universidad, al sur de la capital. Otros tres asesinatos políticos se han producido en las últimas horas en la capital guatemalteca.

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La forma en que se realizó el traslado de Máximo Cajal a la embajada norteamericana demuestra hasta qué punto eran justificadas las precauciones en torno a la seguridad personal del diplomático. Colegas de otros países aconsejaron al representante español que buscara un lugar diferente a la residencia oficial para su convalecencia. Varios embajadores acompañaron en todo momento al señor Cajal en el traslado, y se solicitó oficialmente que no hubiera presencia de la policía local en la comitiva.En las últimas horas ha mejorado de forma notable el estado de salud del embajador de España en Guatemala, Máximo Cajal, después de la ligera recaída del sábado. La fiebre, que llegó a 39,5 grados dicho día, ha bajado, lo que ha hecho descender el temor de una infección seria. De cualquier forma, no está descartada la posibilidad de trasladar al embajador Cajal al centro de quemados de Houston (Texas) o a un hospital en Panamá, para continuar allí la convalecencia. El diplomático español tiene quemaduras, algunas de tercer grado, en el 17% de la superficie de su cuerpo.

Desde su traslado a la sede de la embajada de Estados Unidos en Guatemala, ha sido imposible hablar con el embajador español. Además de las razones de seguridad, los médicos han establecido un rígido sistema de protección para el enfermo, con el fin de evitar infecciones. En las horas siguientes al incendio de la embajada, la habitación del hospital donde fue internado el diplomático estuvo permanentemente atestada de personas, y apenas hubo precauciones.

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Asesinado a tiros el campesino guatemalteco sobreviviente de la matanza de la embajada

(Viene de primera página.)

La tesis de que nuestro representante es un testigo molesto está suficientemente avalada por lo sucedido a Gregorio Yuja, el campesino superviviente de los sucesos del jueves y que, al día siguiente, fue secuestrado del hospital donde convalecía, el mismo del embajador Cajal. El cadáver de Yuja, con varios disparos en el cuerpo, fue arrojado desde un automóvil en marcha, en la mañana del domingo, en la Universidad de San Carlos, de la capital guatemalteca, junto al de otro desconocido, también muerto a tiros. A diferencia de otras ocasiones, en que los cuerpos sin vida de secuestrados tardan semanas, incluso meses, en aparecer, en el caso de Yuja parece haber habido interés especial de los grupos autores de su secuestro y muerte en dejar clara su predisposición.

La prensa local informó el lunes de que el secretario de Estado adjunto para Asuntos Latinoamericanos de Estados Unidos, William Bowdler, había llegado a Guatemala, enviado por el presidente Carter, para informarse personalmente sobre los sucesos del jueves en la embajada española. La información señalaba, igualmente, que su primera entrevista había sido con nuestro embajador, Máximo Cajal. La noticia fue desmentida inmediatamente por Pedro Bermejo, director general para Iberoamérica del Ministerio español de Asuntos Exteriores. El señor Bermejo negó que se hubiera producido tal entrevista, y dijo que, según su información, ni siquiera se había planteado una visita del funcionario norteamericano a Guatemala.

Poco a poco, los habitantes de este país centroamericano van olvidando los hechos que de manera tan acusada les impactaron la pasada semana. Superado el último acto de la tragedia (el entierro de los campesinos y estudiantes muertos y el traslado a Madrid de los restos del diplomático Jaime Ruiz del Arbol), el tema español deja paulatinamente paso a otros en las conversaciones habituales de los guatemaltecos.

No ocurre lo mismo con los 3.000 miembros de la colonia española de Guatemala, que no ocultan su preocupación por las consecuencias materiales de la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países. Algunos compatriotas se han acercado a los periodistas españoles para pedirnos que moderáramos nuestro tono en la calificación de los sucesos del jueves. No parece haber razón para tales alarmas. Que se sepa, no se ha producido ningún acto de hostilidad hacia ningún miembro de la colonia española, y, en opinión de la mayoría de guatemaltecos consultados, tampoco deben abrigarse temores de que las relaciones comerciales sufran grave deterioro, pasado el inicial momento psicológico adverso. Pedro Bermejo ha expresado estos pensamientos a los representantes de la colonia aquí, y les ha asegurado que el Gobierno español tratará de evitar los más mínimos inconvenientes para los compatriotas residentes.

Lo que no ha eliminado la calma que recupera el país son las circunstancias que, indirectamente, dieron lugar a la tragedia de la embajada española. En la manifestación del sábado, la actitud desafiante, abiertamente hostil, de la policía hacia los manifestantes pudo haber desembocado en una tragedia, si no hubiera mediado la cordura y la organización de los integrantes del cortejo fúnebre.

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