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Reportaje:Cuba-Estados Unidos, de la independencia tutelada a la crisis / 1

Guantánamo, un enclave estratégico norteamericano en el Caribe

Situada en la bahía de Caimarena, en la provincia de Oriente, la base naval de Guantánamo ocupa una superficie de sesenta kilómetros cuadrados. Está cercada por una alambrada de tres metros de alto, electrificada, y, en su interior, alrededor de 2.000 soldados norteamericanos conforman este enclave de las fuerzas armadas de Estados Unidos en el territorio cubano.Una pista para el aterrizaje de aviones supersónicos, un puerto utilizado para el abastecimiento de la flota del Caribe y emplazamientos de cohetes tierra-aire constituyen las principales instalaciones de la base. Alimentado por mar y por aire, el personal de la misma no puede trasponer el perímetro de la base.

Los incidentes entre las tropas cubanas, que tienen instalaciones militares frente a la base, y los soldados norteamericanos son continuos. En el último, acaecido hace un par de años, desde la base estadounidense fueron efectuados una serie de disparos que causaron la muerte de un guardia del Ejército cubano.

Este hecho provocó el consiguiente incidente diplomático, negándose las autoridades norteamericanas a dar explicaciones.

Ante estos incidentes, las poblaciones cubanas cercanas a la base fueron trasladadas, para evitar que los civiles y sus viviendas puedan ser afectados por los reiterados intercambios de disparos.

La presencia de la bandera norteamericana en esta base se remonta a hace más de setenta años, cuando la Convención Constituyente cubana concedió este territorio a perpetuidad a Estados Unidos.

La vida en la base no es, por cierto, agradable. El personal destacado en ella, que se renueva todos los años, tiene pocos lugares de esparcimiento. Una gran sala de teatro, con capacidad para ochocientas personas, en la que indistintamente se exhiben películas americanas muy antiguas o actúa un grupo teatral formado por soldados, dirigidos por un teniente, que pone en escena obras también de autores norteamericanos. Una cancha de béisbol y una pista de atletismo constituyen los lugares en que oficiales y soldados realizan la actividad deportiva.

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Independencia bajo tutela

A finales del siglo pasado, la última colonia latinoamericana de España, Cuba, se encontraba sumida en contienda militar entre su población, que aspiraba a la independencia, y el Ejército colonial español.

La metrópoli había concentrado poderosas fuerzas militares, que fueron derrotadas por las fuerzas autóctonas, los manbises. En el marco de esta guerra, Estados Unidos, que había expuesto como concepción para el continente la doctrina Monroe, sintetizada en la conocida frase «América para los americanos», tenía expectativas muy concretas respecto al desenlace de la misma y pretendía ejercer su tutelaje sobre la naciente República.

Es el brigadier general James H. Wilson, de nacionalidad norteamericana, incorporado como voluntario en los ejércitos independentistas, a la sazón gobernador militar de los «territorios liberados» de Matanzas y Santa Clara. a quien se le debe la iniciativa de imponer una enmienda a la Constitución del nuevo país. Es preciso destacar que en ese momento fuertes contingentes de «voluntarios» norteamericanos formaban parte de los ejércitos cubanos.

En la mencionada nota, de fecha 7 de septiembre de 1899, éste manifiesta: «El pueblo cubano parece ser tan industrioso, prolífico y capaz como lo es el español, del cual principalmente desciende, y esto lo prueba suficientemente el hecho de que el comercio de Cuba, a pesar de los disturbios de la guerra, es todavía enorme... Cuando se considera esto en conexión con el hecho de que el comercio de Estados Unidos con los países tropicales alcanza a un 65 % de su comercio total con el resto del mundo, se ve la importancia de restablecer las condiciones económicas de la isla y, a la vez, establecer relaciones especiales de esta clase entre ella y Estados Unidos ...»

En otro párrafo señalaba el general Wilson: «Estimo que la línea de menor resistencia sería la del establecimiento de un Gobierno local e independiente, republicano en la forma, y, tan pronto como sea practicable, la negociación de un tratado de alianza y comercio entre Cuba y Estados Unidos, que dé prácticos efectos a la "doctrina Monroe", defina los derechos, deberes y privilegios de ambas partes contratantes... Un acuerdo como el propuesto daría un momentáneo relieve a Cuba y pondría las cosas de la rnejor forma posible para la absorción de la isla dentro de la Unión, por medio de naturales, voluntarios y progresivos pasos, honorables igualmente para ambas partes.»

Pero fue en realidad Tomás Estrada Palma, posteriormente presidente de la República de Cuba, el que, en febrero de 1898, dijo: «Las notas que semanalmente hago llegar a manos del presidente de Estados Unidos, considero que contribuyen fuertemente a decidir su ánimo. Todas ellas se encaminan a demostrarle que, si bien el pueblo cubano no quiere por ahora la anexión a Estados Unidos, está deseoso de que el Gobierno americano, de algún modo, venga a servir de garantía para la paz interior de nuestro país, de manera que la República de Cuba inspire confianza suficiente para que los capitalistas extranjeros se sientan alentados a invertir grandes sumas...»

En misivas posteriores, éste se preguntaba: «Cuba independiente, ¿posee condiciones de vida propia?» Y se contestaba afirmando que sí, que las posee «en el orden económico y en el intelectual, pero que en cambio, el pueblo cubano. carece de la conciencia del deber».

Por estas consideraciones es que proponía un cierto tutelaje norteamericano que estaba inspirado en «los palpitantes ejemplos que ofrecen, en general, las repúblicas hispanoamericanas».

Frente a estas sugerencias, y en razón de la guerra que en ese momento sostenía España con Estados Unidos, este último interviene activamente en la contienda independentista cubana, permaneciendo los ejércitos norteamericanos en la isla una vez obtenida la independencia de España.

En estas condiciones se lleva a cabo la Convención Constituyente encargada de redactar la Constitución de la nueva República.

Condiciones norteamericanas

Esta se reúne el primer lunes de noviembre de 1900. El gobernador militar Wood establece, entre las condiciones que debían vincular a Cuba con Estados Unidos, las siguientes:

1. Que ningún Gobierno organizado bajo la Constitución se juzgará con autoridad para suscribir ningún tratado o compromiso con ninguna potencia extranjera, que pueda disminuir u oponerse a la independencia de Cuba, o conceder a dicha potencia extranjera ningún derecho o privilegio especial sin el consentimiento de Estados Unidos.

2. Que el nuevo Gobierno de Cuba consiente que Estados Unidos reserve y retenga el derecho de intervención para la conservación de la independencia de Cuba.

3. Que para facilitar a Estados Unidos el cumplimiento de este deber, como para su propia defensa, éste podrá adquirir título y conservarlo sobre terrenos para estaciones navales y mantenerlas en ciertos puntos específicos.

Estas imposiciones fueron rechazadas por la Convención cubana, la que hizo hincapié de que no podía reconocer el derecho de Estados Unidos a intervenir el país, y, menos aún, a mantener estaciones navales.

Ante esta actitud de franca rebeldía de los delegados cubanos, el Gobierno de Estados Unidos se apresuró a «legalizar» sus imposiciones, y encomendó al senador Orville H. Platt la presentación de una enmienda a la ley de Presupuestos del Ejército, que convertiría en hecho consumado lo que más tarde se llamaría enmienda Platt.

En esta enmienda, aprobada por el Congreso norteamericano y sancionada por el presidente McKinley, quedaba redactado el artículo sobre las bases navales, de la siguiente forma:

«Para poner en condiciones a Estados Unidos de mantener la independencia de Cuba y de proteger al pueblo de la isla, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a Estados Unidos las tierra necesarias para estaciones navales en ciertos puntos determinados, que se convendrán con el presidente de Estados Unidos.»

Algunos sostuvieron que no estaban facultados para acordar la enmienda solicitada por Estados Unidos, ya que ello implicaba limitar la independencia y soberanía de la República de Cuba.

Otros opinaroh que la Asamblea debía disolverse antes de acordar medidas que de tal manera ofendían la dignidad y soberanía del pueblo de Cuba.

En la sesión del 7 de marzo se acordó nombrar una comisión que redactara una respuesta al gobernador Wood. La misma aceptó la ponencia de Juan Gualberto Gómez, recomendando rechaza las cláusulas relativas al derecho de intervención y arriendo de estaciones navales.

Además, la Convención decidió enviar una comisión a Estado Unidos para «conocer las miras propósitos de la Casa Blanca, respecto al establecimiento de un orden de relaciones entre ambos países».

El secretario de Guerra de EEUU recibió a la comisión y le hizo saber en forma terminante que el derecho de Estados Unidos a imponer las referidas cláusulas había sido proclamado durante tres cuartos de siglo al mundo americano y europeo, y que no estaban dispuestos a renunciar al mismo... Además, sujetó el retiro de las tropas norteamericanas del territorio cubano a la aprobación de la referida enmienda. La comisión regresó de Washington y comunicó a la Convención el resultado de su gestión.

Como consecuencia de este informe se puso en consideración una ponencia, en la que se aceptaba la enmienda con algunas aclaraciones.

Hechos consumados

El Gobierno de Estados Unidos no admitió la solución y, en forma de ultimátum, hizo saber a la Convención que no aceptaría ninguna modificación de la enmienda.

Así, y bajo esta presión, la enmienda fue sometida a votación; dieciséis votaron a favor, y once en contra.

De esta forma, el 12 de junio de 1901, el texto de la enmienda se incorpora a la nueva Constitución de la flamante República, «legitimando» el derecho de Estados Unidos al establecimiento de bases militares a perpetuidad en territorio cubano.

Posteriormente, en 1903, se aprobó el reglamento para el arrendamiento de las estaciones navales y carboneras, que dice lo siguiente:

«Estados Unidos de América acuerda y estipula pagar a la República de Cuba la suma de 2.000 pesos, en monedas de oro, durante el tiempo que éstos ocuparen dichas áreas de terreno.»

En posteriores tratados se convino que mientras Estados Unidos no abandone la base naval de Guantánamo, los terrenos que ocupan la misma quedarán bajo señorío y dominio de dicho país.

Con posterioridad al derrocamiento del dictador Machado, en 1933, el Gobierno cubano, por iniciativa de Alberto Guiteras, reclamó la devolución de dichas tierras y el retiro de la base naval.

Posteriormente, en la Constitución de 1940 se prescribe que «la República no concertará ni ratificará pactos o tratados que en forma alguna menoscaben la soberanía nacional o la integridad del territorio».

El Gobierno surgido de la revolución, desde su instalación, ha reiterado, año tras año, en todos los foros internacionales, el derecho que le asiste a recuperar la parte del territorio que hasta hoy ocupa la base naval de Guantánamo.

Las protestas han sido en vano; la bandera norteamericana sigue flameando en la bahía de Caimarena, como un desafío a un pueblo que aspira a ejercer su derecho soberano, sin obstáculos de ninguna naturaleza.

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