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Reportaje:

Los "vagabundos celestes" y las nuevas generaciones rescatan un espacio poético abierto

Gran fiesta de la poesía multilingüe en París

El Centro Americano de París (de Raspail) ha organizado, a primeros de junio, unas jornadas sobre poesía contemporánea, bajo el título Polyphonix, Gran Fiesta de la Poesía Multilingüe, que, según uno de los organizadores, J. J. Le bel, tenía por objeto «crear un espacio poético abierto, lo qué no ha ocurrido en París desde mayo de 1968, porque hoy no hay lugares libres, todos están condicionados o manipulados por el Estado, los partidos o las Iglesias. Se trata de crear un lugar fuera del monopolio de la industria cultural, donde puedan presentarse toda clase de manifestaciones al margen de la norma. Si recurrimos al Centro Americano, es porque es un lugar privado, fundado en 1930 por los americanos en París. Es un lugar extraterritorial y nosotros también lo somos».Durante tres días el Centro ha estado abarrotado de gente que se instalaba como podía, en la sala, sobre la escena o en los pasillos, para escuchar la música, la poesía o los textos de artistas venidos de diferentes países, en su mayoría americanos y franceses.

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Tres días que fueron casi una fiesta, una demostración del interés que el público, en su mayoría joven, siente por una poesía que corresponde, en su fondo y sobre todo en su forma, a sus aspiraciones e intereses.

Seis horas cada día de poemas visuales (con sus diferentes combinaciones: música, teatro, danza ... ), sonoros, en prosa, etcétera. Naturalmente, la «estrella» de la fiesta fue, sin duda alguna, Allen Ginsberg, reconocido, y no sólo por los nostálgicos de la beat generation y los «vagabundos celestes», como «uno de los más grandes poetas vivientes».

'La generación "beat "'

Acompañándose unas veces con un órgano miniatura indio, otras con un instrumento de percusión propio de los aborígenes australianos, con o sin la colaboración de P. Orlovsky (banjo) y S. Tylor (guitarra), Ginsberg cantó o recitó, según los casos, una serie de poemas empleando un lenguaje cotidiano, simple, irónico y divertido: «El mundo comenzó con una gota de lluvia; cuando se seque, el mundo dejará de existir», ' o bien: «Todo el mundo es un poco o mucho homosexual, aunque no todos quieran darse cuenta», o «Mi padre ha muerto, mi madre ha muerto, mi hermana ha muerto, mi gurú también ha muerto... gracias a todos ellos por haberme inspirado estos blues ... »Escuchar a Ginsberg mientras canta Tiger, Tiger, de W. Blake, un haiku de Basho (el de la rana que salta al agua), o recitar su último poema, Oda al plutonio, es un espectáculo divertido y estimulante; el poeta tiene una alegría contagiosa que transmite fácilmente a un público que le sigue entusiasmado; desafina, se para y vuelve a comenzar, todo está comprendido en el poema. Por su parte, Pete Orlovsky (un poco enfant terrible de la beat generación, compañero de vida y trabajo de Ginsberg desde hace muchos años), provocó las risas de la asamblea leyendo o recitando poemas de su primer libro (mientras el respetable gritaba: «Electrochoc»), para terminar con un poema extraordinariamente irónico.

Asimilado durante algún tiempo a esta misma generación, Bryon Gysin, personalidad muy particular, famoso por su manera de escribir a base de permutación de palabras, compañero durante algún tiempo de W. Burroughs, con el que escribió The third Mind, leyó sus poemas, acompañado magníficamente a la trompeta, en un dúo coherente y rítmico, por Steve Laci (americano instalado también en Francia), uno de los mejores trompetistas actuales. La personalidad de Gysing, sus collages, y la estética del cut-up que ha ensayado ya en varios libros escritos y montados en colaboración con William Burroughs -esta es la última etapa, asimismo, del creador de El almuerzo desnudo-, se manifestó también con la exposición visual de sus trabajos de poesía espacial.

La nueva generación de poetas americanos estuvo representada, entre otros, por G. Berglun (autor de El disidente del mundo occidental, que, acompañado por el grupo musical Temblores de la Carne, nos lanzó su mensaje antinuclear mediante una sesión agitada, narcisista y lo suficientemente exhibicionísta como para excitar al público, al repetir la palabra pepper (pimienta) a un ritmo frenético, «contra los acuerdos SALT (sal en inglés), yo digo y repito pepper».

El azar hizo que se encontraran en París, dando un curso de improvisación teatral en Vincennes, Judith Melina y Julian Beek, creadores del Living Theatre, actualmente instalados en Italia, que dieron el toque romántico, anarcopacifista, de las jornadas. Malina hizo una interpretación apasionante de un texto suyo, alguien intenta contar su desesperación, pero el lenguaje es insuficiente, una especie de monólogo-diálogo dramático, divertido, cómico y triste a la vez, inigualable. Por su parte, Beck leyó poemas sobre la revolución: «No hay leyes que valgan, porque la justicia está hecha para mantener un sistema injusto. Sólo hay una ley posible: la ley de la libertad.»

' El canto del pueblo indio'

Emocionante también el canto del pueblo indio americano, en la voz de Mo Káa, miembro del AIM (Movimiento Indio Americano), contándonos la versión siux de La creación de América, de la que es autora, seguida por J. Blain, director de la revista Doc(K),S, una de las colecciones más interesantes de poesía contemporánea, que recitó un poema de dos indios americanos, O. Runny Bear y Ricardo Sánchez, The longest walk, la larga marcha de un pueblo hacia la exterminación casi total: «De Washington a California, paso a paso. / De la costa Este a la costa Oeste, paso a paso. / Del Atlántico al Pacífico, paso a paso. / Con los navajos, paso a paso. / Con los siux, paso a paso ... » Escalofriante, casi patético.Entre los poetas franceses, muchos nombres: J. P. Faye (autor de Verres), recitando un poema, Zahl, de Peter Paul, poeta alemán que lleva quince años en prisión; Christian Miniére (director de la revista TXT), con un crítico y divertido poema, El naufragio del Titanic, parte de su próximo libro: Pour les sexes?; F. Dufrene, máximo exponente de la escritura autornática en Francia, que divirtió particularmente al público, y Bernard Heisieck, uno de los mejores y más coherentes poetas franceses hoy, con una versión, sobria y muy inteligente, de su Democracia, mientras Heidsieck lee los nombres de los presidentes de la III, IV y V República francesa, una cinta deja oír trozos de El espíritu de las leyes, de Montesquieu.

J. J. Lebel (crítico, primer traductor francés de A. Ginsberg, leyó un trozo de Para terminar con el juicio de Dios, de Artaud (pues «Artaud y Blake son el denominador común de estas jornadas»), «donde huele a mierda, huele a hombre», una interpretación tremendista (lejos de la grabación de Roger Blin y María Casares).

América Latina estuvo representada por tres poetas jóvenes: Juan Carlos Rodríguez, H. Verosteguí y Cabral, una poesía comprometida, reflejo de la problemática actual de sus respectivos países. El único nombre español del programa, Carlos Semprún-Maura, desgraciadamente, no apareció.

Una fiesta poética que terminó con la proyección de la película inédita de C. Callione, Fired Shoes, Cooked Diamonds, con Ginsberg, Orlovsky, G. Corso, W. Burroughs, Leroi Jones, D. di Prima y T. Leary.

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