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Victoria conservadora en Gran Bretaña

Margaret Thatcher, primera mujer jefe de Gobierno de Europa

Margaret Thatcher, 53 años, se convirtió ayer por la tarde en la primera mujer jefe de Gobierno de Europa, al recibir de la reina de Inglaterra el encargo de formar una nueva Administración. La rotunda mayoría electoral obtenida por el Partido Conservador, 43 escaños, sobre el conjunto de todos los demás, asegura virtualmente a la señora Thatcher su permanencia al frente de los destinos británicos durante los próximos cinco años.

El ex primer ministro James Callaghan presentó a Isabel II la dimisión de su Gobierno, poco después de las dos y media, cuando aún no se conocían los resultados finales del escrutinio, pero el champaña corría ya en la sede conservadora. Poco después, el secretario privado de la reina llamaba a Margaret Thatcher al palacio de Buckingham. El señor Callaghan se despidió con una rueda de prensa en la sede de su partido, en la que deseó la mejor suerte a su sucesora y declinó revelar sus futuros planes personales. El ex jefe de Gobierno, que ha protagonizado una transición de profesionalismo y dignidad impecables, pasa el fin de semana en su granja de Sussex.Los primeros nombramientos del futuro Gabinete conservador quizá sean conocidos en la noche de hoy, sábado. Margaret Thatcher lo sugirió así a su llegada al número 10 de Downing Street, residencia oficial de los primeros ministros británicos, tras sostener una inusualmente larga conversación de cuarenta minutos con la reina. El próximo día 15, con ocasión de la inauguración del nuevo Parlamento, la señora Thatcher expondrá al país las líneas maestras de su programa político.

Junto al gran desplazamiento de votos hacia el Partido Conservador, a costa del Laborista, la nota más destacada de las elecciones generales británicas ha sido el colapso del Partido Nacionalista Escocés (SNP), comprometido con la independencia de Escocia. Sus anteriores once diputados han quedado reducidos a dos. El Partido Liberal de David Steel ha perdido también tres escaños y cualquier posibilidad de erigirse en árbitro del poder con sus once diputados. La dimensión de la mayoría obtenida por los conservadores les permitirá gobernar absolutamente solos. Sus 339 escaños son suficientes para inmunizarles contra posibles pérdidas de elecciones parciales a lo largo de la vida del Parlamento y contra toda eventual coalición de las restantes formaciones para intentar apearlos del poder.

El partido nazi Frente Nacional ha perdido la totalidad de sus depósitos. Otros grupos minoritarios, como el ecologista o el Partido Revolucionario de los Trabajadores han conseguido un puñado de votos, pero ningún escaño. En el Ulster se mantiene la primacía absoluta de los diputados protestantes y se refuerza la posición de la formación radical unionista del reverendo lan Paisley. Entrevistado por la BBC, el jefe de la oposición de la República de Irlanda, Garret Fitzgerald, ha declarado que su país espera una pronta iniciativa de Margaret Thatcher sobre Irlanda del Norte. La nueva jefa de Gobiemo fue recibida a la puerta de Downing Street, además de por una pequeña multitud de partidarios, con gritos alusivos a la situación de los militantes del IRA encarcelados en la provincia británica.

El primer diagnóstico poselectoral, en el que coinciden políticos de ambos lados, considera la agitación laboral del pasado invierno como la causa principal de la derrota laborista. El propio James Callaghan, en su conferencia de despedida, reconocía ayer por la tarde que los británicos han votado más contra un Gobierno, el suyo, que a favor de otro nuevo. Las urnas han confirmado esta vez las reiteradas previsiones de los sondeos de opinión en favor de los conservadores. El promedio nacional del desplazamiento de votos hacia el partido de la señora Thatcher se ha situado alrededor del 5,5 % y refleja con bastante aproximación las tendencias expresadas en las últimas encuestas, que oscilaban entre el 4 % y el 7 %.

La votación británica ha mostrado también una clara división geográfico-política del Reino Unido, hasta el punto de que comienza a hablarse de «dos países»; el Sur, incluido Londres (donde los conservadores controlan cincuenta de sus 92 escaños), es territorio de dominio tory. El Norte, más industrial y obrerista, de los laboristas, con una amplia franja intermedia que hace de amortiguador entre la polarización de los electores.

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A diferencia de la víspera, en que la Bolsa se disparó anticipando los resultados de ayer, el mercado de valores reaccionó inicialmente con sorprendente cautela ante la rotunda victoria conservadora. A la una de la tarde el índice promedio de cotización de las acciones había bajado casi un punto; al cierre, sin embargo, la Bolsa de Londres había batido al alza uno de los records de su historia. La libra esterlina se mantuvo firme en los mercados internacionales. Las primeras reacciones del mundo empresarial y sindical se mantienen, generalmente, en un tono apaciguado.

El presidente de los sindicatos ha asegurado que las TUC no irán a la guerra contra Margaret Thatcher si la política de ésta se revela positiva para los intereses de los trabajadores. No hay ningún planteamiento apriorístico de los sindicatos contra la nueva Administración conservadora. Un similar enfoque frío ha sido expuesto por el presidenle de la Confederación de Empresarios. Sir John Methewen se ha mostrado favorable a una cuidadosa, estudiada y prudente modificación de las relaciones laborales vigentes en Gran Bretaña. Otros líderes industriales comparten esta aproximación flexible, y todo indica que en una primera fase la jefa de Gobierno británica no introducirá reformas radicales en este terreno.

La jornada electoral sé ha cobrado unas cuantas víctimas de importancia. El político liberal Jeremy Thorpe ha perdido su escaño, después de veinte años, en vísperas de su proceso criminal. También ha quedado fuera del Parlamento el líder del partido, John Pardoe, mano derecha de David Steel. Por parte laborista, el hecho más destacado es la pérdida del escaño por Shirley Williams, ministra de Educación de Callaghan y una de las favoritas de la derecha laborista a la sucesión del ex primer ministro. El hasta ayer jefe del Foreign Office, David Owen, ha retenido su asiento de Plymouth por los pelos, y el ex ministro de Energía y representación por excelencia de la izquierda laborista, Anthony Benn, ha visto reducida drásticamente su holgada mayoría.

El futuro de Callaghan

La derrota laborista ha suscitado inmediatamente la cuestión del futuro de James Callaghan. Según alguno de sus confidentes, el ex premier, que cuenta 67 años, proyecta abandonar a corto plazo la dirección del partido, que pasaría probablemente a otro moderado, el ex ministro de Hacienda Denis Healey. El retiro definitivo a su granja del sur de Inglaterra es un punto sobre el cual el señor Callaghan se negó a contestar ayer a las preguntas de los periodistas. Cuando no está en el poder, el laborismo somete a reelección anual la figura de su jefe de filas.

La primera medida del inminente gabinete tory -¿formará parte de él el ex primer ministro Edward Heath?- será responder a su promesa electoral de rebajas impositivas. Aunque no se espera una reforma inmediata del sistema, se da por seguro que el presupuesto que el ministro de Hacienda conservador presentará en el plazo de tinas pocas semanas contendrá ya una clara indicación de las intenciones fiscales de Margaret Thatcher. La otra cuestión que requerirá un pronunciamiento a muy corto plazo será Rodesia. Significativamente, una de las primeras reacciones llegadas a Londres tras la victoria de Margaret Thatcher ha sido la del primer ministro saliente de aquel país, lan Smith, para quien la nueva jefe de Gobierno representa «una esperanza mayor para Gran Bretaña que para Rodesia». El obispo Muzorewa, futuro premier de Zimbabwe, ha sugerido que la desaparición del doctor David Owen de la escena gubernamental británica puede influir positivamente en las relaciones anglo-rodesianas.

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