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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Una conquista más del progreso

Militante del PSOEVivimos en un mundo en que hay guerras, se fabrican bombas atómicas, se practica la tortura, se condena a muerte, se mata en legítima defensa, muchos niños y adultos pasan hambre, ocupan viviendas que no reúnen las mínimas condiciones de salubridad, un porcentaje importante de ciudadanos no recibe apenas educación, el paro nos amenaza a todos, en una sociedad en la que la inseguridad, el miedo y la insolidaridad provocan toda clase de trastornos psíquicos que hacen de nosotros seres en gran medida agresivos e irracionales.

Y en un mundo así voces se levantan, tanto en los países «desarrollados», cuyos habitantes son los menos desafortunados, como en los «subdesarrollados», donde la miseria es lo normal, para hacer de la legalización del aborto una bandera política. Los reaccionarios y los conservadores, empezando por los representantes de la Santa Iglesia Católica (cuya historia no está falta de numerosas e injustas condenas a muerte), han encontrado así un arma ideológica que esgrimir para atacar a los temibles revolucionarios de izquierda. Y estos últimos han tenido que sufrir la presión de los grupos feministas y de las mujeres en general para lanzarse a una decidida defensa de la interrupción voluntaria del embarazo, cuya legalización se ha conseguido ya en la mayoría de los países europeos occidentales a los que UCD, según su campaña electoral, dice que pretende imitar.

La posibilidad de practicar un aborto, sin riesgos para la madre, en los tres primeros meses del embarazo es una conquista más del progreso técnico y científico que la humanidad ha conseguido en los últimos años de su historia, y que nos plantea a todos la duda de si seremos capaces de dominar ese progreso o si, al contrario, seremos dominados o incluso aniquilados por él. Por ello, es lógico, por ejemplo, que a la hora de pronunciarse y tomar decisiones sobre la construcción de centrales nucleares, las posturas sean encontradas, ya que un fallo o accidente en una de ellas podría tener gravísimas consecuencias. Como también muchos nos horrorizamos al pensar en los esfuerzos que se dedican a la fabricación de armamentos cada vez más temibles o al descubrimiento de refinados métodos de tortura, basados en un mayor conocimiento del funcionamiento del cerebro.

Es indudable que todo nuevo descubrimiento es un paso más en el dominio humano sobre la naturaleza en que consiste nuestra historia y que gracias a ese avance constante la mayoría de los hombres vivimos ahora mejor que en la época de las cavernas. Pero esa mejora ha beneficiado muy desigualmente a los distintos sectores sociales y, además, los grupos económicos y políticos que controlan el poder en todos los países, sobre todo en las superpotencias, tienen en sus manos, gracias a él, una capacidad de decisión sobre nuestras vidas que a todos nos estremece. ¿Cómo conseguir que cada ciudadano del mundo pueda realmente opinar y decidir, con suficiente información, sobre las aplicaciones prácticas del progreso técnico y científico, en la medida que a él le afectan directamente?

¿Me ha preguntado a mí alguien si quería que los americanos establecieran su base en Torrejón? ¿O si estaba conforme con la central nuclear de Almaraz? ¿Cómo puedo yo saber que las lechugas o tomates que como no están gravemente contaminadas? Si tengo un accidente, ¿cómo voy a poder decidir mi preferencia por morir frente a la posibilidad de quedarme inválida?

Precisamente, son los sectores más reaccionarios y conservadores de cada país los que opinan que estas decisiones deben ser tomadas por los «técnicos» y por los que mandan, puesto que el resto de los ciudadanos no tienen suficiente preparación para opinar y elegir. Y, sin embargo, creen que, por respeto al feto, una madre no puede decidir libremente, durante los primeros meses del embarazo, abortar. ¡Qué contradicción! En un caso de tan fácil solución, la utilización de los adelantos técnicos, en relación con la posible vida de otro ser humano, es precisamente quien más generosa y desinteresadamente va a actuar, si ese feto se convierte en persona, los reaccionarios dicen ¡no! Por respeto a ese feto, que cuando sea persona no tendrá la información suficiente ni los medios necesarios para poder decidir sobre aspectos fundamentales de su vida y que ni siquiera podrá optar libremente por morir.

Las personas de izquierdas tenemos una gran esperanza en la capacidad del ser humano para crear nuevas formas de organización social que hagan que el progreso técnico no se vuelva contra nosotros. Por ello, creemos que es necesario que todos podamos alcanzar niveles suficientes de información, participación y decisión. Pero difícilmente podemos imaginar, desde nuestra actual perspectiva, que pueda haber alguien o algún grupo, que pueda aplicar el progreso técnico de una manera más racional y menos egoísta que una futura madre cuando decide abortar. En el mundo hostil e insolidario en que vivimos, nada hay más satisfactorio que la relación que una madre puede establecer con su hijo. Solamente el convencimiento de que esa relación no se va a poder desarrollar o de que ese hijo o ella misma van a encontrarse con serios problemas empujan a una mujer a deshacerse de un feto -que además de ser una posible vida es, fundamentalmente, una parte de su cuerpo- . Pero seguirán oyéndose las voces, casi siempre masculinas, las mismas que se callan cuando se utiliza la tortura, se condena a muerte o se hace la guerra en defensa de la civilización cristiana, que se pronunciaran en contra de la legalización del aborto, llegando a utilizarlo como tema fundamental de una campaña electoral. ¡Qué triste espectáculo, por ejemplo, el del señor Suárez acusando demagógicamente en su última intervención electoral en TVE a los socialistas de defender «el aborto libre y gratuito a cargo del contribuyente», mientras apenas decía nada del paro, la inflación, la corrupción o la falta de puestos escolares! ¿Por qué tenemos que ser las mujeres las principales víctimas de que la derecha no tenga argumentos para atacar a la izquierda y ésta carezca del coraje y la inteligencia suficiente para lanzar un debate nacional sobre la necesidad de legalizar el aborto?

Una vez más, las mujeres tomaremos las riendas de nuestro propio combate, y lanzaremos a la calle el tema tabú del aborto, sin ningún complejo, convencidas de la necesidad de clarificar posturas, aunque sepamos que éste no es ni el único problema que tienen las mujeres españolas, ni siquiera el más importante, pero sí uno de los más fáciles de resolver, aunque sobre él pese una enorme e increíble dosis de hipocresía social.

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