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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El argumento es Neal Cassidy

En febrero de 1968 apareció el cadáver de Neal Cassidy, un nombre-mito, un hombre-límite, junto a la vía del tren de la ciudad de San Miguel de Allende, México. Algunos compinches que estaban con él dijeron que llevaba dos semanas tomando anfetaminas desesperadamente, se había lanzado a seguir la vía férrea y su corazón, sencillamente, falló. Otros dijeron que estaba desilusionado y con la sensación de haberse hecho viejo. Había tomado muchos barbitúricos y cometido el error de beber alcohol con ellos.Dejó una abultada deuda de la pensión de sus hijos. Y una pequeña novela autobiográfica casi escrita.

«El chico de Denver»

El tercer tercio de esa novela lo forman las minuciosas descripciones de las innumerables averías de los múltiples coches, camionetas y autobuses de segunda mano que manejó en las infatigables etapas de su diverso y único viaje. En la penúltima, conducía el vehículo de Ken Kesey (Alguien voló sobre el nido del cuco) y su grupo, Cassidy estaba, como siempre, en el centro de la acción: formaban la vanguardia en la aventura del LSD, la psicodelia, San Francisco y las flores en el pelo de la gente meravillosa. Kesey decía: «Hay que aprender de Cassidy» -somos gente hip, valoramos a los sagrados primitivos- «y él está hablando», lo cual era cierto: era un caótico infatigable charlatán. Cassidy quería comunión intelectual, pero los intelectuales sólo querían que fuese el sagrado primitivo, el chico de Denver. A veces Cassidy percibía que no le aceptaban intelectualmente y se retiraba a un rincón, sin abandonar su monólogo de maníaco murmurando: «Está bien, seguiré mi propio viaje, me meteré en mi viaje, éste es mi viaje, éste es mi viaje, ¿comprendeis?»

Neal Cassidy

El primer tercioStar books-producciones editoriales. Barcelona, 1978

El segundo tercio -«escribiré una novela antes de morir y antes de perder algo más»- lo componen retazos y esbozos de posibles argumentos literarios y extractos de correspondencia cruzada con sus mentores. Los Jack Kerouac, Gregory Corso, Allen Ginsberg y todo eso que dio en llamarse generación beat, un grupo literario que le tomó como arquetipo de joven apaleado, le utilizó como personaje-argumento de sus novelas, le dedicó poemas, le usó como coartada estilística. A través de Cassidy -la cultura no alivia el malestar-, la élite se apropiaba de los valores lumpen: yo versus sociedad, nihilismo versus salvación, anarquismo apolítico versus socialismo, rebelión versus compromiso, el cuerpo frente a la mente, el presente mejor que el pasado y/o cualquier futuro proyectado, el sexo por el sexo, el crímen antes que el suicidio, la medianoche contra el mediodía, la orgía, la promiscuidad, la droga, lo impetuoso, romántico, espontáneo, instintivo, astuto, santo, bárbaro, táctil Y, al mismo tiempo, se apropiaban del chófer (literal) diabólico, zen, eso sí, y del maestro de ceremonias de un mundo al que sólo podían acercarse como intelectuales tensos y aburridos que eran mientras se preparaban la huida, el pire en busca del yage, el éxtasis ilimitado, el fije definitivo.

Un ejercicio de recuperación

El primer tercio del libro -el primer Cassidy- lo constituye un ejercicio de recuperación, un recordar para recordar la memoria de una infancia callejera junto a los vagos y maleantes compañeros de trago de su padre, un alcohólico que se culpaba por beber y nunca dejaba de hacerlo. Robó su primer coche a los catorce años por el goce de conducir y levantar chicas. Fue detenido diez veces y cumplió un total de quince meses por seis delitos.

«Trabajé por primera vez como repartidor de moto. Conocí a un tipo llamado Ben y con él solía robar lo que veíamos mientras navegábamos, al amanecer, en su Buick del 27. Una de las cosas que hicimos fue estrellar el coche del director del instituto. Otra fue desguazar coches y vender las piezas.»

La posibilidad de perder una pelota de tenis, su único juguete, le aterrorizaba. Sus padres se separaron cuando tenía ocho años. Nació en Denver, en 1924.

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