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Zaragoza: una ciudad contra los tópicos

Quinta ciudad española en lo que a población se refiere, Zaragoza es la expresión más clara de los terribles desajustes que se han producido en los últimos diez años entre las poblaciones rurales y urbanas de las provincias españolas. En el contexto de un Aragón olvidado y desértico, especialmente en lo que respecta a la provincia de Teruel, ha crecido con un gigantismo anormal esta ciudad-puente entre las zonas más desarrolladas del país que absorbe hoy la mitad de la población aragonesa. Informa Lola Galán.

Cuando Benito Mussolini regaló a Zaragoza la estatua de César Augusto, reproducción exacta de la .que se exhibe en Roma, en homenaje a su fundador, ya había cicatrices y heridas incurables sobre el trazado primitivamente armónico de la ciudad. Escombros y edificios en construcción, avenidas una y otra vez modificadas han sido desde entonces las señales visibles de una pequeña guerra municipal que amenaza no terminar nunca. Y, aunque la estatua sigue en la misma plaza de Paraíso, el crecimiento desbordante y absurdo de esta ciudad de aluvión que ha llenado las calles de enormes bloques de viviendas sin carácter, ha conseguido hacerla casi invisible.Los restos de la Zaragoza romana han tenido, con todo, un hueco admirativo en el bellísimo museo Provincial. Un destino que habrían envidiado decenas de iglesias, de torres mudéjares, y palacios modernistas que han caído inexorablemente pospuestos al desarrollo, la vida moderna, el progreso. «Iba a decir que en esta ciudad particularmente el desastre ha sido mayor. Pero, posiblemente exagero, a fin de cuentas es un caso que se repite bastante. Zaragoza, desde la propia guerra de la Independencia, es una ciudad destruida.» Cuenta Eloy Fernández Clemente, sentado en su despacho de la cátedra de Historia de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, la lista dolorosa de monumentos suprimidos por la! buenas a lo largo del siglo XIX, las ruinas de la guerra, el colofón terrible de la especulación sufrida en los últimos años. «Hasta hacer de Zaragoza una ciudad sin carácter. una ciudad más, sin personalidad ninguna.

Han dejado derrumbarse la Universidad vieja, con su bellísima capilla plateresca, y hasta la biblioteca. Las ratas han devorado cientos de libros, se ha perdido, por ejemplo, el expediente de Santiago Ramón y Cajal.»

Nuevas generaciones de ratas, con menos pretensiones culturales, amenazan ahora las grandes barriadas de esta ciudad de paso que es Zaragoza, por la que cruzan veintitrés trenes diarios, con destino a Bilbao, Madrid, La Coruña, Valencia, Barcelona y un largo etcétera que ha hecho de El Portillo la estación con más movimiento de España, después de la de Chamartín, en Madrid. Ratas que se asoman por «Delicias», «San José», «Las Fuentes», cualquiera de esa larga veintena de barrios periféricos que tienen la particularidad de arrancar prácticamente del centro mismo de la ciudad. Y que absorben casi la mitad de esos 600.000 habitantes venidos de Huesca y Teruel, de Soria y, en menor medida, de Andalucía y el resto de las dos Castillas, que constituyen hoy la población de Zaragoza, ni más ni menos que el 50% de los habitantes de Aragón.

«Los barrios de Zaragoza tienen problemas muy graves, el de San José, por ejemplo, que es el que conozco mejor, tiene escasez de centros sanitarios. Para una población de casi 90.000 personas y en la que abundan las parejas con niños, no hay una sola zona verde. Tenemos 6.000 niños estudiando fuera del barrio, por falta de centros y guarderías, aunque con las últimas luchas se ha conseguido que estén a punto de abrirse tres nuevos centros de EGB.» El candidato a la alcaldía por el Movimiento Comunista de Aragón, Ricardo Berdié, es un joven profesor de Instituto que ha presidido hasta ahora la Asociación de Vecinos de San José, lleno de ideas, desgraciadamente utópicas, sobre lo que podría ser esta ciudad. «Pensamos que es imprescindible conseguir que haya cada vez más terreno municipal para que, de este modo, descienda la enorme especulación que existe. El barrio viejo, por ejemplo, está completamente deteriorado y tiene una población de gente muy mayor, lo que significa que podría quedar despoblado enseguida, con lo que esto representaría de riesgo de especulación, aunque hay algunos jóvenes que empiezan a trasladarse allí», conduce su 127 blanco y en menos de cinco minutos, la aglomeración triste de San José se divide en dos, una nueva carretera desemboca en el paseo de Marina Moreno, en plena zona residencial, objeto de constantes cuidados municipales. «Se gastaron muchísimo dinero en transformarlo de arriba abajo cuando estaba perfectamente, y hay tantas necesidades por otras zonas.»

Pero, de todas formas, reconoce Ricardo Berdié a quien proclaman como futuro alcalde ideal algunas pancartas estratégicas, en el Mercado Central, por ejemplo, que el peor barrio es hoy por hoy Almozara. « Por si estaban poco hartos de la fábrica de ácido sulfúrico que les quemaba hasta la ropa tendida, hace poco construyeron una autopista que les aisla por completo del barrio de Delicias, que era una de las dos únicas salidas a la ciudad. »

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Frente al desierto aragonés

Zaragoza, que emerge del desierto aragonés como un inmenso espejismo, ha sido históricamente una ciudad cercada por los tópicos. El Pilar, la fiesta de la Raza, la Academia Militar y las bases aéreas, unidas a una música de jota, que ha venido a representar algo así como la quintaesencia de lo español, han sido la amalgama confusa de datos que evocaba este nombre.

«No te digo ya hasta dónde estamos del mito del baturro noblote y franco. Pues no señor, somos más bien socarrones y muy desconfiados los aragoneses, aunque yo no soy partidario de ninguna generalización.» Se irrita terriblemente Eloy Fernández, fundador y primer director de la revista Andalán, hoy candidato independiente dentro de la lista del PCE, ante el leve recuerdo de estos tópicos. «Las señas de identidad de lo aragonés, la lucha por nuestra autonomía, que yo creo ha empezado hace unos diez años, tienen un precedente bien claro en el Estatuto que se elaboró en Caspe en mayo de 1936, desgraciadamente el estallido de la guerra impidió que se firmara. » Pero Andalán, que ha sido, desde que apareció, hace seis años, la síntesis impresa de todos esos deseos de reencuentro con la esencia real de esta tierra, ni siquiera tiene una audiencia aceptable.

«Pues no, vamos muy mal, y si no se cierra es por una cuestión de cabezonería», comenta José Antonio Labordeta, que sigue cantando infatigablemente por las tierras de Aragón, dando recitales aquí y allá, en espera de que algo pase. «Hace tres años todo parecía muy distinito. Ahora, uno se da cuenta de que a la gente ya no le interesa nada, ni tampoco la autonomía. Me doy cuenta cuando voy cantando por ahí. La culpa de que esto sea así la tiene, un poco, la Diputación General de Aragón, que ha actuado muy mal, y el PSOE, que incluso ha dejado perder las siglas del Partido Socialista Aragonés. Y también se .trataba posiblemente de un movimiento de élites que no había calado en las masas. »

El profesor Labordeta

Por eso piensa a veces Labordeta, profesor de Historia en un instituto de las afueras de Zaragoza, si no será mejor dejarlo todo y marcharse a cantar a Estocolmo, por ejemplo. «Es posible que la parte de Huesca, con ciudades más equilibradas que no superan los 40.000 habitantes, sea la zona principal del aragonesismo, es una zona de nivel cultural mucho más alto que el valle del Ebro, más rico, pero más desastroso culturalmente. Y luego está Teruel, que es un desierto, aunque es allí donde yo he tenido los alumnos más inteligentes.»

La escasa industria aragonesa está representada en las 83 empresas del polo industrial de desarrollo de Zaragoza, en torno al cual se han colocado la Balay, la Tudor, la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles, con una media de 1.200 a 1.600 obreros, y alguna industria textil, sector que sufre aquí una grave crisis. Al margen de esto quedan imágenes de progreso en las ciudades de Sabiñánigo y Monzón, aparte de las empresas energéticas que salpican todo el territorio.

«El paro empieza a dejarse sentir en Zaragoza. Según un estudio, que hemos elaborado sobre datos de 1978, la cifra de trabajadores parados era de 16.545, algo por debajo de la media española, pero se señalaba ya una fuerte tendencia a aumentar.» José Antonio Biescas, economista y jovencísimo senador del PSOE por Zaragoza, tiene repartidos en varios libros datos tremendos, que revelan, una vez más, el desequilibrio profundo que existe entre Aragón y Zaragoza. De los 126.658 millones de pesetas que constituyeron en 1973 la producción industrial total de Aragón -un 3,3 % de la producción española-, más de 92.000 millones de pesetas los aportó exclusivamente Zaragoza, donde reside más de la mitad de la población activa de la región, volcada en la industria y en el sector servicios, principalmente.

Un nudo de locas autopistas, que han segado en algunas zonas las huertas del Ebro, encierra Zaragoza en un circuito de comunicaciones que une las zonas más desarrolladas del país. «De todo este tinglado histórico -recuerda J. A. Labordeta la triste decadencia de la corona de Aragón-, de estar en medio de las zonas del superdesarrollo de Euskadi, Cataluña y Valencia, tenemos los aragoneses un cierto complejo de inferioridad, que nos hace ser muy socarrones, terriblemente corrosivos y, al mismo tiempo, nostálgicos.»

Nostalgia que hace vibrar de exaltación autonómica precisamente a esos casi 400.000 aragoneses que residen en Cataluña, en Barcelona la mayoría, y que conservan como nadie el sentimiento de lo que.es este desierto insólito con vestigios de cal y de salitre.

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