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Entrevista:

"Las periodistas feministas no podemos tratar el tema de la mujer en la prensa dominada por el hombre"

Alice Schwarzer, directora de Emma, la única revista feminista de masas que existe actualmente en Europa, con una tirada de 200.000 ejemplares y cuatro años de vida, ha estado estos días en Madrid, invitada por el Instituto Alemán, para pronunciar una conferencia dentro de un ciclo en el que intervendrá también Margaret Mitscherlich, el día 21 de marzo. Periodista y feminista militante, Alice Schwarzer vivió muchos años en Francia, donde militó en el seno del MLF (Mouvement de Liberation des Femmes), y sus artículos en el Stern informaron a la República Federal de Alemania (RFA) de las luchas de las mujeres francesas a favor del aborto, anticoncepción, etcétera. Es autora de un libro, La pequeña diferencia y sus grandes consecuencias, de próxima publicación en España, que trata de la sexualidad dominante y que ha cosechado un gran éxito en Alemania. Françoise Sabbah y Bel Carrasco mantuvieron con la feminista alemana la siguiente entrevista.

Pregunta. Háblenos del origen de Emma y del objetivo que se perseguía con su creación.Respuesta. Emma comenzó a funcionar en 1974-75, con una docena de periodistas feministas que intentábamos hacer una revista nuestra, una revista de mujeres que compitiera con la gran prensa; que asumiera las posturas feministas, pero que fuera leída masivamente por las mujeres, viejas y jóvenes, amas de casa, intelectuales, estudiantes, campesinas y trabajadoras.

Empezamos a hacer la revista en un momento en que era evidente que las periodistas engangés ya no podíamos tratar los temas de las mujeres en la prensa dominada por los hombres. Podíamos hablar de otras cosas, pero no de las relativas a la mujer. Al principio, todo lo que se podía escribir sobre las mujeres se despreciaba y se dejaba hacerlo a las periodistas, pero cuando la cuestión de la mujer llegó a ser una cuestión política importante los hombres la recuperaron, argumentando que las mujeres no éramos objetivas.

Medio millón de lectores

P. ¿Cómo se explica el éxito de Emma, porque si en España las feministas hicieran una revista a su gusto, es evidente que no tendría tal difusión?R. Nosotras no hacemos una revista para las feministas porque no merece la pena. Podemos hablar de los temas que nos preocupan entre nosotras. Además, cuidamos mucho la cuestión del lenguaje, hacemos un esfuerzo enorme, porque no sólo somos feministas, sino periodistas, críticos de la prensa existente. Pensamos que la prensa actual oculta los problemas, perturba a la gente, su lenguaje resulta incomprensible. Por eso, Emma pretende ser también una experiencia de periodismo alternativo, además de su contenido feminista.

El secreto de nuestra difusión -vendemos 150.000 ejemplares en los quioscos, lo que significa medio millón de lectores y lectoras- es que somos conscientes de que nos dirigimos a muchas mujeres que no están de acuerdo con nosotras, y cuando tomamos posturas radicales, intentamos explicar nuestros motivos para dar a esas lectoras que no coinciden con ellas la posibilidad de que las entiendan.

P. ¿Cuántas periodistas trabajan actualmente en Emma?

R. No somos suficientes todavía ni se puede hablar de un grupo. La iniciativa y las decisiones pesan demasiado sobre mí como directora. El problema es que hay muy pocas mujeres que sean feministas y, a la vez, profesionalmente capaces. Son escasas las que tienen experiencia en su trabajo, a causa de la explotación y subcalificación a la que se han visto sometidas, o bien se lanzan a penetrar en el mundo de los hombres y se convierten en hombres y sufren todas las deformaciones masculinas.

El odio materno

P. Por la experiencia que tienen, la reacción del público, etcétera, ¿cuáles son los temas más difíciles, los más rechazados?R. Te puedo hablar de los temas que han suscitado más intensas reacciones, tanto positivas como negativas: la maternidad, uno de los grandes tabúes, así como la sexualidad.

En alemán hay un término para expresar el amor materno, y nosotras hemos hablado del odio materno y demostrado que muchas mujeres, a raíz de su condición concreta, no pueden sino odiar a sus hijos. Esta idea chocó a muchas mujeres y recibimos andanadas de cartas que decían que habíamos ido demasiado lejos.

Es verdad que intentamos ser lo más populares posible, pero sin corrompemos ni eludir los temas incómodos. En los últimos años, en los que la represión se ha acentuado en la República Federal de Alemania, hemos tomado políticamente posturas muy firmes, posturas que casi ya no son posibles allí. Pero lo hemos hecho. Algunas mujeres han llegado a anular su suscripción y no por eso hemos callado. Intentamos hacer lo que nos parece necesario, sin juzgar a las mujeres, sin darles miedo.

El feminismo alemán: Un momento muy difícil

P. ¿Cuál es su visión del feminismo alemán en estos momentos?R. Se encuentra en una situación muy difícil. Aunque la fase triunfante, de grandes movilizaciones y tomas de conciencia, sigue vigente, en cierta medida ya la hemos superado. En los últimos siete u ocho años se han conseguido muchas cosas. Hoy se puede decir que la lucha de las mujeres existe, mientras antes no existía: millones de alemanas están en lucha. Pero nos falta todavía dar con la forma de traducir ese potencial de fuerzas de manera concreta en el campo político. No hemos encontrado aún la articulación feminismo-política, y, por su parte, los partidos políticos nos ignoran. Yo, personalmente, no espero nada de los políticos. Pueden considerar importante tratar el tema de la cría de conejos, pero no el de la mujer.

Así, pues, estamos en la misma situación que todas las feministas. Una cosa es cuestionar las estructuras clásicas y las formas de lucha tradicionales y otra cosa es responder con nuevas estructuras y nuevos métodos de lucha. De hecho, esa respuesta está por elaborar.

Sin embargo, existe un aspecto específico del feminismo alemán muy positivo. Las mujeres alemanas, que somos muy pragmáticas, hemos llevado a la práctica multitud de proyectos paralelos. En todas las ciudades hay centros que acogen, informan y ayudan a las mujeres; hay cafés y restaurantes de mujeres, publicaciones, talleres donde aprenden a reparar coches, etcétera. El feminismo alemán, lo mismo que el italiano, no es un feminismo de grandes organizaciones, sino de pequeños grupos de base que trabajan con total autonomía en los barrios, en las escuelas, en las fábricas.

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