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Reportaje:

La sala de autoridades de Barajas: puerta franca de los "vips"

La sala de personalidades o puerta de los vips, es inicialmente una prueba de confianza que el Estado ofrece a unas decenas de ciudadanos; una puerta franca que da a Ginebra, a Beirut o a Nueva York sin imponer controles. La función para la que ha sido creada es simple: se trata de que el Ministro de Asuntos Exteriores pueda llegar en forma a su reunión sobre la OTAN, o que el ministro de Economía no se desgaste dando explicaciones a los agentes aduaneros antes de dialogar con sus colegas de los países de la OPEP. La puerta de los vips garantiza a sus usuarios la inviolabilidad de sus bolsillos y sus maletas: les convierte en aduanas de sí mismos.

Ciudadanos de primera

Cualquier informe sobre la puerta de los vips lleva a una previa consideración sobre sus usuarios. En todo el mundo, los vips son ciudadanos de primera clase, el estrato king-size de la especie humana. Sus biotopos son los congresos, las mesas de negociación, las recepciones, las agendas de los bancos y las listas de ministrables. Cuando llega un vip, los espectadores le miran pudorosamente de reojo, el aire se agita un poco a su alrededor y la bolsa puede subir un entero.En la escala internacional entre el poder y la gloria, el embajador es el peldaño más bajo, y el jefe de Estado, el vip supremo. En la escala nacional, los extremos están más distantes: según una disposición interior de la Subsecretaría de Aviación Civil, pueden utilizar la puerta de los vips, además del jefe del Estado y su familia, los ministros, los ex ministros, los subsecretarios y algunos otros altos cargos, los gobernadores civiles en aeropuertos de sus provincias, y los marqueses de Villaverde y sus hijos.

Esto implica, por ejemplo, que Juan José Rosón pueda usar la puerta de los vips de Barajas cuando lo desee, que la duquesa de Franco habría podido hacerlo cuando se dirigía a Ginebra, tal como insinuó en su conferencia de prensa, y que los ex ministros, hoy presidentes de consejos de administración de bancos, o simplemente grandes hombres de negocios en una gran mayoría, disfrutan de la misma prerrogativa siempre que lo soliciten. En fuentes próximas al Ministerio de Transportes se sostiene la teoría de que «esta disposición está ampliamente superada, porque en la lista de vips que pueden utilizar las salas de autoridades figuran personas cuya presencia en ella carece de motivos razonables; este ministerio ha solicitado hace casi dos meses que la lista de vips sea actualizada, pero aún no ha recibido respuesta». Hasta el momento sólo se puede llegar a la actual lista de, personalidades con puerta al mundo, por aproximaciones, por favor, o por suerte, «y es así porque, entre otras cosas, esta disposición, fechada en el año 74, no tiene rango legal: es de régimen interior, reservada». El misterio que la acompaña deja ver, sin embargo, algunos trazos, como se ven las líneas de la pauta a través del papel cebolla: se vislumbran unos ochenta principales, incluidos los cinco ex ministros que utilizan, a menudo, la puerta de los vips. «Probablemente sería justo incluir en la lista a los jefes de fila de los partidos políticos, puesto que hoy día son personalidades relevantes de la vida española». Aunque haya que mirarla por el ojo de la cerradura, parece evidente que en la, lista no están todos los que son, pero tampoco son todos los que están, dicho sea en el lenguaje cabalístico propio del tema.

La diplomacia de los pasaportes

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La puerta de los vips puede empujarse hacia fuera, hacia dentro, desde la subsecretaría de Aviación Civil, o si se prefiere desde la sección de protocolo del Ministerio de Asuntos Exteriores. A decir de fuentes próximas a ella, «este servicio aplica a las concesiones un carácter muy restrictivo y, además, suele actuar solamente para abrir la Sala a personalidades extranjeras. Es frecuente que una embajada anuncie la visita de un ministro o de otro alto cargo de su país y que solicite utilizarla: estas peticiones no admiten dudas, siempre y cuando el rango del personaje sea suficientemente alto». Poco antes de la llegada del vip extranjero, las señoras de la limpieza sacan brillo a los muebles de madera noble, frotan una vez más las reverentes lámparas de esquina, y al fin la Sala de Autoridades se abre por un momento.Entonces se descubre que es un lugar frío y suave como una nevera de terciopelo, en el que ni siquiera el polvo se detiene más que el tiempo preciso. Llega el prohombre, se sienta frente al tapiz, explica por qué su visita es tan importante, y luego sonríe a las cámaras de televisión antes de despedirse.

Inmediatamente, el salón multinacional vuelve a cerrarse.

Sin embargo, el Servicio de Protocolo, Cancillería y Ordenes desempeña otros cometidos afines. «Tramita las solicitudes de pasaporte diplomático. Por cierto, que un pasaporte diplomático no es exactamente lo que mucha gente cree: llegar a Barajas-aeropuerto con uno español no supone que el agente haya de evitar las revisiones del equipaje de quien lo lleva. El pasaporte diplomático es eficaz en el extranjero, puesto que la Convención de Viena determina que los bagajes del portador no pueden ser inspeccionados, salvo la sospecha de que su contenido pueda infringir las leyes locales. En todo caso, el examen habría de hacerse en presencia de un funcionario de la embajada del país en el que esté extendido. ¿Que quién tiene en España pasaporte diplomático? Pues, por ejemplo, los ministros, los grandes de España, y Antonio Fontán, el presidente del Senado, que lo solicitó hace algún tiempo y se le concedió.»

La puerta de los vips permite, pues, que los grandes personajes puedan comunicarse directamente con el resto del mundo, y el pasaporte diplomático es una licencia para circular por él. Seguramente ambos, la puerta y el pasaporte, son bienes necesarios: el Estado ha de facilitar una salida de urgencia a los hombres a quienes encomienda misiones que no pueden esperar, aun a riesgo de que un día pueda ser utilizada como puerta de escape; está obligado a confiar tanto en la honestidad de sus emisarios como en la equidad de sus jueces. Pero los ciudadanos que están al margen del poder y la gloria, ésos que suelen volver de sus viajes con un tomavistas japonés y una factura, probablemente querrían saber quiénes entre sus convecinos están autorizados a utilizar la otra puerta. Hoy aún no pueden: los que disponen de la lista están entrenados para responder lo mismo que Ladislao Kubala cuando alguien le pide la de los jugadores que piensa llevarse, no a Ginebra, sino a Argentina.

«Lo siento, es confidencial.»

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