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Nueve años perdidos en el Sahara

España ha perdido, por negligencia, todas las oportunidades para culminar con dignidad el proceso de descolonización del Sahara occidental. Esta es, lamentablemente, la primera conclusión que se obtiene de las investigaciones realizadas por la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso en el curso de la semana que ahora termina. El embajador español ante las Naciones Unidas, Jaime de Piniés, lo ha dejado muy claro en sus palabras, señalando que desde 1966 hasta 1975 el régimen personal del general Franco declinó todas las oportunidades de culminar este proceso que España aceptó en favor de las autodeterminación del pueblo saharaui para, al final, sustituirlo por una simple cesión del territorio a Marruecos y Mauritania.La Comisión de Exteriores del Congreso ha sentado un importante precedente político en el Parlamento español. Las sesiones informativas del Sahara, co mo se las llamó por cortesía en un principio, fueron auténticos deba tes de investigación política -quizá el primer proceso parlamentario al régimen anterior- al estilo de las prestigiosas audiencias o hearings del Congreso de Estados Unidos. Ello constituye, en sí, un resultad suficiente para justificar la convo catoria de una docena de personas que compartieron el protagonismo de la descolonización del Sahara y que, excepción hecha del ex presidente Arias Navarro, que rehúye e careo, cumplieron con su respon sabilidad informativa, con mayor o menor sinceridad, con mayor o menor voluntad de esclarecer un tema que ahora permanece alejado de las responsabilidades jurídicas (no políticas) de España.

Negligencia

La segunda conclusión que se obtiene de estos debates está plasmada en la idea de que la descolonización del Sahara y la defensa de los intereses del pueblo saharaui fue posible a lo largo de nueve años y malograda por negligencia de los Gobiernos anteriores, que no dudaron en acogerse a las presiones e injerencias de países interesados en el proceso para justificar los retrasos injustificables de todo punto. Concretamente, aquellos aplazamientos relativos a la concesión de la autonomía saharaui, como primer paso para la autodeterminacíón y que no tuvieron otra causa inicial que la manipulación de la población sahariana en torno a entidades tan ficticias como la Yernaa o el llamado Partido de la Unificación Nacional Saharaui (PUNS), cuyo desmoronamiento y espantá dejaron en el mayor de los ridículos a sus inventores de la presidencia del Gobierno, los señores Carro y Blanco.

También hay que incluir en este apartado de las dejadeces voluntarias el rechazo de la oportunidad que las Naciones Unidas ofrecieron a España en noviembre de 1975, cuando se propuso que la ONU recibiera la administración del Sahara e instalara cascos azules hispanos en el área. Por mucha confusión que se intente en torno a esta posibilidad, por muy tardia que se califique la'oferta de Kurt Waldheim, existió y fue posible. Era la última oportunidad de un Gobierno que se considerase: dueño de sus decisiones; consciente del poder disuasorio de nuestro Ejército; ajeno a toda presión de las superpotencias que deseaban catalizar la ideología y control del área; y lejano de las influencias políticas y económicas del palacio de Rabat, cornpartidas por quienes desde siempre desearon dejar intactos los regímenes de una y otra orilla del estrecho de Gibraltar.

Cedido a Marruecos.

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El Sahara fue cedido, sin paliativos, a Marruecos y, algo, a Mauritania. Intentar resaltar matices de la declaración de Madrid, decir que la autodeterminación saharaui queda pendiente, señalar que España no traspasó su soberanía, son ganas, todo ello, de justificar lo injustificable. Son argumentos poco válidos de quienes desde el palacio de Santa Cruz intentan salvar, tardíos y cómplices, una diplomacia que se quisojusta y consecuente y que perdió en el Sahara, frente a la Presidencia del Gobierno, el combate que Castiella y Carrero iniciaron años atrás en pos de la captura de la gestión y presencia exterior de España. La cesión de Cortina Mauri, la herencia inevitable de Areilza y los alegatos poco serios de Oreja, sobre soberanía del Sahara y representatividad del Frente Polisario, son ejemplos tangibles de esta derrota del castiellismo. El argumento y la excusa mayores lo fueron, siempre, la enfermedad y muerte de Franco y su proyección en la transición política española. Un argumento este poco válido para-quienes, como Piniés y Rodríguez de Viguri, recuerdan nueve años de oportunidades perdidas.

El moro triunfador, reafirmado con el Sahara en el poder, al acecho de Ceuta y Melilla, disfrutando de la crisis canaria, acabará confirmando el error de la opción entreguista decantada en el Consejo de Ministros de 20 de octubre de 1975. El capítulo del Sahara, mientras tanto, ha quedado sellado en el Congreso.

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