_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La cuestón canaria / 2

La crisis social canaria es el hecho fundamental, que configura la lamentable situación actual del Archipiélago. Otra vez he de referirme al estupendo trabajo de José Antonio Alemán «Canarias, hoy». Escribe Alemán: «Canarias, vive una crisis total en la medida que quebró un sistema social anterior, una forma de vida tradicional, un conjunto de valores seculares que no han sido sustituidos por otros. La gravedad de la crisis está en que no responde a la normal evolución de la vida y de las costumbres, sino que se trata de una ruptura violenta, repentina, determinada por una política desarrollada desde el poder y dirigida a garantizar al capital especulativo la mejor y más completa explotación de los trabajadores de las islas.» Este es un diagnóstico certero, al que pienso que en Canarias nadie tiene nada que objetar en serio. Pero detengámonos en la cuestión y hagamos un poco de historia.Antecedentes de la crisis

Hasta el final de la década de los sesenta, la estructura económica de Canarias descansa en la agricultura, orientada en una doble vertiente. Por un lado hay una agricultura de autoconsumo mínimamente rentable, que ocupa las zonas de medianía, y que genera, inevitablemente, un campesinado de muy bajo nivel de vida. Por el otro lado, hay una agricultura comercial orientada a la, exportación -plátanos, tomates-, que -ocupa las zonas costeras y controla la burguesía y la oligarquía locales. Hacia esa agricultura «de lujo» se vuelcan todos los recursos hidráulicos del Archipiélago, dramáticamente escasos, por cuanto estos cultivos son los más rentables y son los que mejor precio pueden pagar por el agua. La situación social configurada por esta agricultura de exportación viene determinada por una estructura caciquil de sistema de propiedad y por una oferta de una mano de obra abundante y barata, generada en el propio campesinado de las zonas de medianía. Con esta orientación del aparato productivo canario, las Islas adquieren un papel de suministradores al exterior de productos del sector primario. Como consecuencia de ello surge una burguesía mercantil asentada principalmente en los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, encargada de la importación de todo lo que es necesario para el consumo insular, que es casi todo. Ya en esta época, vemos el asentamiento en las islas de una burguesía extranjera, aglutinadora del gran capital extranjero, que se dedica a determinados sectores comerciales, y que evade gran parte de la renta generada en el sector mediante métodos ilegales y picarescos. Es el caso de los indios, de todos conocidos, que campan por sus respetos ante el asombro y la indignación de todos. Esta burguesía extranjera no ha hecho más que crecer, nadie le pone coto, a pesar de que su presencia -es decir sus métodos de actuación- son un verdadero escándalo para propios y extraños. Compiten ilegalmente con los comerciantes locales, pues no pagan a sus empleados -mayormente familiares traídos de la India, en condiciones de cuasi esclavitud- sino cuatro perras, no cotizan en la Seguridad Social, y pueden abrir a cualquier hora del día o la noche según haya o no barco extranjero de paso, y finalmente, evaden cantidades ingentes de divisas con el mayor desparpajo y con la complicidad de averigüe usted quienes. (Entre paréntesis, ésta no sería una investigación muy difícil.) Hay una cosa que se cae de madura: los comerciantes indios tienen ganancias fantásticas y no se les conocen inversiones en el Archipiélago. Me decían recientemente en Tenerife, que uno de los métodos para la evasión de divisas era la continua declaración de robos de mercancías importadas con la debida asignación de monedas extranjeras.

Las vacas gordas del turismo

Esta estructura tradicional de la economía canaria queda fuertemente fracturada por la aparición del fenómeno turístico, que desplaza hacia el sector servicios la mayoría de los recursos productivos y de la mano de obra. Esto acontece, principalmente, en las islas de Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote. En el resto de las islas -La Palma, Gomera, Hierro y Fuerteventura- ha venido subsistiendo, aunque deteriorado, el modelo tradicional. El descubrimiento canario del turismo dio lugar a una desaforada fiebre de la construcción, que se convierte en la protagonista de la actividad económica insular. La expectativa de una ganancia fácil va generando una demanda creciente de plazas turísticas, mucho más en base a perspectivas inmediatas especulativas que a reales demandas del sector turismo. La primera consecuencia de esta nueva orientación de la economía canaria fue un éxodo masivo de la población del campo a las ciudades, a pesar de lo cual se produjo una situación de escasez de mano de obra. Era la época de las vacas gordas, con una situación de pleno empleo, verdaderamente insólita e inédita en el Archipiélago. Fue una época en que las empresas constructoras llegaban a acuerdos secretos para no quitarse sus trabajadores. Los peones iban en automóvil al tajo, algo verdaderamente revolucionario en las costumbres laborales de occidente, y almorzaban en restaurantes dando de lado la tradicional tartera. El dinero especulativo corría a raudales, y casi todo el mundo se lió la manta a la cabeza. No se reparó en los problemas de equiparamiento social que provocaba la masiva conversión de la población rural en urbana. Al mismo tiempo, la propia demanda del turismo y de la construcción generaban en las islas una demanda adicional, que la pobre producción interior era incapaz de atender. Ello obliga a un creciente endeudamiento del Archipiélago, con una fuerte subida de las importaciones. Nadie se ocupó de la potenciación de la agricultura y de la pesca, de la necesaria creación de una actividad industrial significativa. La burguesía canaria gustaba del dinero rápido, del hot money que dicen los anglosajones, sin reparar en el futuro desajustado que era de esperar. La Administración no objetó lo más mínimo esta tendencia suicida y alentó la construcción de plazas turísticas a través del crédito oficial. Crédito oficial que, por el contrario, se mostró totalmente renuente acudir en favor de sectores no especulativos como la industria y la pesca, pero cuyo despegue era necesario para garantizar un futuro sano y solvente para la economía de Canarias. No se vea en la diagnosis que anteceda ninguna concesión a la demagogia ni al truco fácil. Esto lo vieron clara mente los más cualificados y res ponsables economistas del Archipiélago, que dieron con tiempo suficiente la voz de alarma. Nadie les hizo caso, afanados co mo estaban en ganar dinero. Por su parte, la clase trabajadora ca naria se lanzó a las gratas delicias del consumismo sin ningún espíritu crítico dando por su puesto que la súbita prosperidad de que disfrutaba por primera vez era un derecho adquirido de una vez y para siempre.

Explosión de la crisis

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Pero más dura fue la caída. Este crecimiento desordenado y anárquico pronto cayó de bruces. Copio de un informe de economistas de la Federación Socialista Canaria del PSOE, que luego fue incorporado al programa electoral del partido: «La rotura del mercado turístico y el frenazo de la construcción -siguiendo, en esto, las grandes leyes evolutivas del modo de producción capitalista- acabaron con la situación de pleno empleo y originaron una nueva situación, la actual, que se caracteriza por una grave crisis económica, que conlleva un profundo estado de postración social.»

Esta es escuetamente la situación actual, definida por un esencial problematismo en que está enjuego la vida canaria en su totalidad. No hay duda que el reto de la hora canaria de aquí y ahora es, ni más ni menos que salvar Canarias. Hay que superar el escepticismo y la frustración. Superar, definitivamente, la resignación de los canarios ante la crisis cíclicas que hemos padecido desde siempre. Es la hora de la verdad, es la hora de planteamientos esforzados y racionales. Y entonces, surge patética y desafortunadamente, una respuesta irracional: «yo no tengo la culpa, la tienen los otros, los godos». Es tan fácil el expediente de no responsabilizarse de las culpas propias... Y esta es una actitud que toman en Canarias, conjuntamente, clases dominantes y clases trabajadoras expoliadas. El culpable, el villano, es el «otro». Pero lo cierto es que la culpabilidad es compartida.

Agravios del centralismo

No hay la menor duda, y en este sentido me he manifestado siempre que he escrito sobre la cuestión canaria, que desde tiempo inmemorial la gestión de la Administración Central con respecto al Archipiélago ha sido catastrófica, en muchas ocasiones de juzgado de guardia. Desde Madrid se ha perpetrado una larga letanía de agravios y dejadeces que tiene a los canarios en estado de exasperación continua. El último episodio de los agravios del centralismo se refiere al vital tema de la pesca, con ocasión del convenio con Marruecos. En el momento de redactar estos apuntes, ha empezado a retirarse del banco sahariano la flota pesquera canaria, como protesta por la falta de seguridad en estas aguas. No hace mucho, y comentando precisamente el controvertido convenio pesquero hispano-marroquí, un editiorialista del diario La Provincia, de Las Palmás, se refería a Canarias como «región problematizada hasta la exasperación, alejada y convertida en frontera, desoida sistemáticamente en sus más elementales reivindicaciones, relegada como una colonia permanente en minoría de edad cuando se debaten y se negocian los temas que la envuelven inexorablemente y condenada a aguantarse cuando no sólo no se estimula su desarrollo, sino que se la despoja a corto plazo de una fuente de recursos (la pesca en el banco sahariano) que fue suya desde lo más inmemorial».

Pienso que la queja del editorialista canario está absolutamente fundamentada en la realidad. Y que, por tanto, todo plan teamiento solvente del problema canario habrá de pasar necesariamentepor la Autonomía de las islas. Pero de esto a pensar que la Autonomía va a ser algo así como receta mágica para todos los males canarios hay un largo trecho. En estos momentos, el canario no está ejerciendo la debida autocrítica de las responsabilidades que le incumben en sus males presentes, lo que, en mi opinión, puede obstaculizar seriamente el necesario proceso de recuperación política, económica y social de las islas Canarias.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_