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Tribuna:El chabolismo, problema de Madrid / y 3
Tribuna
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Hacia una política urbanística integral

(Ex delegado provincial de la Vivienda)No habrá que insistir mucho para convencer que siendo el chabolismo expresión dramática de un desajuste socioeconómico habrá que atacar de raíz a las causas sociales y económicas que concurren en su originación para que el mal desaparezca, sin que basten los paliativos ni el poner tierra por medio. Sin embargo, un seudo urbanismo de corte autoritario ha concebido operaciones de limpieza de suelo y trasvase poblacional como fórmulas mágicas de erradicación.

Un ataque frontal que abarcara el amplio espectro de causas generadoras del chabolismo requeriría, por un- lado, unas nuevas medidas en- la legislación de la vivienda, en materia de habitabilidad, en mat eria de policía del alojamiento clandestino, en materia de barrios, etcétera; por otro lado, nuevas norm ' as en materia de trabajo, de segáridad y, sobre todo, de asistencia social y también determinadas prescripciones en cuanto a localizaciones industriales y obligaciones empresariales de cara a proporcionar habitación a los obreros y empleados. Pero, por encima de todo, y para afrontar el desequilibrio que caracteriza la situación presente, habrá que echar los pilares de una política de realojamiento.

Las remodelaciones, como aspiración de urbanismo social y humano. Un grupo de familias marginadas, en busca de un medio de vida urbano, se instalan en determinado área suburbial y vienen tejiendo a diario durante veinte, treinta y cuarenta años el complicado entramado de relaciones que definen la vida en común de una aglomeración humana que ha ido creciendo a lo largo del período. Por precarias que sean las condiciones de vida se habrá ido generando una plusvalía urbanística de cuyo disfrute por parte de propietarios, comerciantes e industriales del entorno nadie dudará. Y un plan de ordenación urbana, al modo tradicional, no preverá sino las correspondientes expropiaciones y . el trasvase de los chabolistas a unas nuevas viviendas, situadas a veinte o treinta kilómetros del lugar de actuación.

Habrá que pensar, sin embargo, en la situación y en los derechos de los chabolistas. El realojamiento in situ (o en las Inmediaciones) se perfilará como un objetivo de reajuste social dentro de las directrices remodeladoras de la faz y de la convivencia urbanas. A la brusquedad de contrastes entre las zonas residenciales de lujo y los núcleos de chabolas, a veces, contiguos, sucederá la armonía de un Madrid de barrios remodelados, en el que se sentirá, respecto del pasado chabolista, tanto deshonor como el que pueda sentir hoy un país libre por su participación, siglos atrás, en la trata de esclavos.

Las remodelaciones de barrios, apuntadas como modalidad de los planes especiales de ordenación urbana en la vigente ley del Suelo, parecen configurarse teóricamente como pieza angular de una política urbanística integral (vivienda y urbanismo). Requieren, no obstante, para su viabilidad, además de disponibilidades de suelo y de medios económicos, de la participación colectiva, pues se trata de un urbanismo de aliento democrático. Esto último habrá de entenderse en el doble sentido de tratarse no de de cisiones de autoridad, sino de de terminaciones adoptadas en el ejercicio de la autogestión del propio desarrollo comunitario, y en el de implicar la actuación combina da del Estado, el Municipio y las asociaciones de vecinos, tanto en la elaboración del plan como en el control de sus realizaciones. La conciencia de barrio, favorecida por una potenciación de los distritos municipales, sería el elemento inteqcional que daría sustancia a la configuración de un Madrid sin chabolas.

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