_
_
_
_
_

"El único compromiso del arte es el estético"

Entrevista con el compositor argentino Alberto Ginastera

EL PAIS: El hecho de vivir actualmente en Suiza, ¿no puede llevar aparejado un cierto desarraigo del mundo latinoamericano, de las raíces argentinas que tanto han nutrido su música?Alberto Ginastera: Esto, del desarraigo es más grave para los jóvenes. De mi, que ya estoy formado, le puedo asegurar que viviendo en Europa veo los problemas de Sudamérica con más calma, de forma más realista. Todavía más. Algunas de mis obras recientes vuelven a nutrirse de esa savia americana. Por ejemplo, una Puneña n.º 2, que acabo de escribir para cello sólo por sugerencia de Rostropovich el Popol Vuh para orquesta (es el libro sagrado de los mayas) y una sonata: reciente para guitarra, la primera obra que he escrito para este instrumento. Es una pieza en la cual los ritmos argentinos y sudamericanos están de nuevo en la superficie.

EL PAIS: ¿Cuál puede ser en este momento el mayor problema que tiene Alberto Ginastera como compositor?

A. G.: No es un problema inmediato. Yo creo que hay dos cuestiones graves en la vida de un creador. Primero, poder crear, escribir obras, desarrollarse en ese camino. El artista depende mucho de la sociedad que le rodea y, en última instancia, del Estado, que debe protegerle. El otro problema es el de la supervivencia en el tiempo, pero esto está ya fuera de¡ creador. El artista lo único que tiene frente a sí es la eternidad. La cuestión está, en si somos vencidos por ella o podemos vencerla.

EL PAIS: ¿Se considera un compositor comprometido con el mundo que le rodea o prefiere aislarse, permanecer al margen de los acontecimientos?

A. G.: No creo en el arte comprometido ni en el arte didáctico o ideológico. El único compromiso que debe tener el arte es un compromiso estético. La filosofía busca la razón de las cosas y la esencia del pensamiento humano, la sociología explica las condiciones de la existencia en la sociedad humana. La estética se ocupa de la percepción humana de la belleza. Sólo la última de estas tres ciencias tiene relación con el arte. Yo nunca me encerraría en una torre de marfil. Eso sería para mi una actitud suicida. Pero tampoco me comprometo con la realidad política ni con las modas estéticas. Creo que un compositor debe ser absolutamente libre. Como es sabido, yo he sido exonerado en dos ocasiones por el primer Gobierno de Perón. Sin embargo, en ninguna de mis obras ni en mis biografías figura ese dato porque -me parece un accidente de la persona y, por tanto no corresponde para nada al artista. No sé con qué finalidad otros colegas míos alardean de compromisos políticos.

Burguesía musical

EL PAIS: ¿Está el horizonte despejado para la música actual y la del porvenir?A. G.: En este momento hay un grave peligro y es que nos encontramos en una crisis mundial. Cuando me hablan de la crisis de mi país yo pienso también, en la europea, en la norteamericana. Hoy día el mundo se ha achicado. Todos los músicos sufrimos la presión de las grandes casas discográficas. Estas exigen a los artistas que, en sus conciertos, se toquen las obras que han grabado. Pero, claro, las obras que se graban son las admitidas por la burguesía musical, las de éxito popular, las que se pueden vender. En el terreno de la música contemporánea pasamos por un mal momento, del cual se salvan algunos directores o compositores que dirigen sus propias composiciones, como el caso de Boulez. Si no se toman medidas, esta crisis puede llegar a ser grave para el desarrollo de la música contemporánea.

EL PAIS: ¿Cómo podría usted describir brevemente su evolución estética?

A. G.: Cuando aparecí, muy joven, entre los dieciocho y veinte años, en Argentina, mi país estaba dividido en dos grupos: la Sociedad Nacional de Música, en la cual estaban algunos de mis maestros, que trataba la música con un criterio tonal, europeo, casi romántico, y el grupo Renovación, más tarde escindido, que en aquel momento representaba el neoclasicismo imperante entre, los años treinta y 35. Yo aparezco con otra influencia, por ejemplo en Panambi, influencia stravinskiana de La Consagración o, como en Estancias o las Danzas argentinas, con cierta influencia del último Falla, incluso de Bartok, en el tratamiento del piano y la politonía. Así que, desde aquella etapa, donde cultivaba un folklore imaginario, he seguido una carrera muy lógica que pasa, como es sabido, por las Canciones argentinas, luego por la Sonata de piano, después los cuartetos y el primer concierto de piano. Una evolución muy lenta. Pero en un momento determinado, por una profundidad necesaria espiritual, no por seguir una moda, comienzo a trabajar dentro del sistema serial o, digamos, del sistema atonal de origen serial. Por suerte, y lo digo porque he visto lo que les ha pasado a otros colegas, nunca trabajé en el serialismo ortodoxo porque eso resultó nefasto. Ahora, vemos cómo se parecen entre sí muchas obras escritas después de la última guerra. Cada uno de esos compositores necesitó emprender un rumbo diferente porque no les valía aquel en que habían comenzado.

Aportación a la ópera

EL PAIS: La ópera constituye uno de los campos donde su aportación es más personal y significativa. Usted ha devuelto el sentido del canto a la ópera. Ha sabido aprovechar todas las características de este género tradicional y, a la vez, ha creado dentro de él con un lenguaje de nuestra época. Hábleme de la ópera en la que ahora se ocupa.A. G.: Trabajo en un Barrabás, inspirado en Michel de Chelderode, dramaturgo belga, cuyo libreto está haciendo Camilo José Cela. Es un papel para barítono. Barrabás siempre me ha apasionado. Este hombre, solo una palabra en la Biblia, desde mediados del siglo pasado ha perturbado a bastantes filósofos y escritores. Barrabás es un ejemplo candente de la angustia del individuo. Perseguido por la sombra de una muerte que él no cometió, es el símbolo de la angustia existencial del hombre, no del hombre antiguo o contemporáneo, sino del hombre eterno.

EL PAIS: ¿Qué significa para usted la música? ¿Es un modo de expresión más o le da un valor más profundo?

A. G.: Yo diría que la música es el aire que respiro. Claro, también es una profesión y, por ello, he sido exigente conmigo mismo y con mis discípulos. Creo que debemos tomarnos la música como algo muy serio. Por otra parte es algo poético. Recuerdo el final de un texto de Juan Ramón Jiménez, utilizado para mi Tercer Cuarteto, con voz de soprano: La música, mujer desnuda, corriendo loca por la noche pura. Esa es la música.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_