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La Europa-objeto

Durante los últimos meses, la Comunidad Económica Europea (CEE) se ha ido haciendo cada vez más sensible a los grandes problemas económicos y políticos mundiales, y cada vez menos fuerte y funcional para resolver los suyos propios. Los propósitos de «independencia» estratégica, impuestos a Bruselas por Francia, la apartan, aparentemente, de las iniciativas de la «guerra» Washington-Moscú y, al mismo tiempo, la trasforman en el principal campo de batalla de esa guerra. Por eso, la Unión Soviética y Estados Unidos pueden hoy mostrarse dispuestos, impunemente, a luchar hasta el último ciudadano de Europa, y también hasta su último centavo. «Por no querer ser sujeto -le dijo Willy Brandt a François Miterrand en el último congreso del socialismo europeo, a fines del año pasado- hoy Europa ya no es más que objeto. »La reciente cumbre comunitaria de Róma y el fracaso de las negociaciones agrícolas comunitarias del lunes 28 reflejan perfectamente esa situación. El viernes 25, el señor Giscard d'Estaing vetó en Roma toda posible participación política -es decir, toda verdadera participación- de la CEE en la gran conferencia económica occidental de Londres, a efectuarse en el próximo mayo. Por un lado, París no desea que una Europa presidida por un británico (Roy Jenkins) y financiada por los alemanes, rompa en Londres el presunto «liderazgo» político de Francia en la Comunidad, y vaya «más allá» de París -según lo sugirió el propio Giscard d'Estaing- en materia de reestructuración de las finanzas y del sistema monetario internacional. Mientras en Londres sean las nacionalidades las que lleven la voz cantante, Francia podrá manejar a su antojo la supranacionalidad europea, de acuerdo con las intenciones confesas del gaullismo. Por el otro. Francia trata así de preservar su «tercera posición» -y con ella la de los socios que pueden condicionarla- de cara al conflicto de Oriente Próximo, esto es, de cara al petróleo. El Eliseo no quiere verse envueltoen un frente común petrolero junto con Estados Unidos, porque tal frente anularía su política de pretendida hegemonía en el Mediterráneo. París propone una comunidad petrolera de consumidores, y sostiene que los norteamericanos son, ante todo, grandes productores, y que, por tanto, sufren, pero también usufructuan los precios de la OPEP. No le falta razón; pero olvida, con evidente premeditación, que la CEE, por medio directo de Gran Bretaña en el mar del Norte -e indirecto de Alemania Federal-, lleva camino de convertirse también en gran productora, y que, en definitiva, la cuestión energética no es económica, sino política. Pero ahí es donde la duele a Francia.

En cuanto a la llamada Europa verde, las razones de su actitud saltan a la vista. París, con la punta de lanza de los belígerantes agricultores franceses, reclama una subida media de precios del 6%. Gran Bretaña, y la propia Comisión Europea, se atrincheran en el 3%. Claro está que Londres -y Bonn- quieren proteger a sus consumidores. Pero el hecho es que Francia es la principal productora agrícola del área; enconsecuencia, los precios para Europa son, sobre todo los precios para Francia. Y lo son en un doble sentido: porque Francia es la prirnera exportadora a sus socios, y también una de las prime ras en el negocio exportador de la CEE (8.000 millones de dólares anuales) a terceros países; en ese terreno tiene, pues, mucho más a canar con el 6 que con el 3%. Si multáneamente, Francia encabeza el negocio importador comunitario desde terceros (22.000 millones de dólares por año) y, especialmente, las posteriores reventas; un eran negocio en el que se beneficia de los precios subvencionados por los «nueve» -inferiores a los del mercado internacional-, del sistema de compensaciones y de las diferencias monetarlas. En resumen: Francia puede así comprar y vender verde con el dinero desus «partenaires», lo que también le permite, mantenerlos a raya en los otros sectores económicos y políticos. Al fin y al cabo, la Europa verde es la única Europa que funciona; el marcarle Francia un rumbo en ese campo, se lo está marcando en los demás.

Todo esto no es obra, naturalmente, del señor Giscard d'Estaing, que al hacer todo lo que puede por permanecer en el Elíseo no puede hacer todo lo que quiere por permanezer en Europa. Pero, lo cierto es que en tanto subsista la dicotomía política interna francesa, cada día más grave, subsistirá la de toda Europa occidental, verde o no, cada día más honda. De Gaulle intentó hacer de Europa el objeto de Francia, 3, Giscard d'Estaing, más razonable, piensa que el objeto puede ser también objetivo. Por estos caminos es que se está llegando, simplemente, a la Europa objeto de todo el mundo.

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