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El Atlético de Madrid pasa contra el Bayer Leverkusen en modo Simeone

El Atlético administra el 2-4 de la ida y se clasifica para cuartos con un 0-0 y un partido reservón desde la alineación y los cambios

Foto: atlas | Vídeo: ATLAS
Ladislao J. Moñino

Un tanto reservón desde la alineación, el planteamiento y los cambios, jugando a administrar la ventaja obtenida en Leverkusen, el Atlético certificó su pase a cuartos de final. Es el suelo marcado en la era Simeone desde que el club regresó a la Champions hace cuatro temporadas. Desde entonces siempre ha estado como mínimo entre los ocho mejores equipo del continente. El pase fue una piedra más en ese asentamiento entre la élite del fútbol europeo, aunque faltó alegría. Fútbol tuvo poco el Atlético. Tanto que fue Oblak el que desperezó a la hinchada. Tres paradas consecutivas del meta esloveno en la misma jugada, un mano a mano con Brandt y los dos rechaces para fusilarle que se le quedaron a Volland, pusieron en pie al Calderón. Simeone no quiso darle el gusto a su hinchada de disfrutar del regreso del ídolo tras su golpetazo de Riazor. Prefirió antes mantener a Griezmann y dar entrada a Savic para meter a Giménez de mediocentro y sacar Gaitán por Correa. Esos cambios dejaron el rastro de un exceso de celo y explicaron el partido del Atlético. No se concedió una alegría el técnico, ni tampoco a su afición. El marcador se impuso al sentimiento y esta vez quizá demandaba lo contrario.

Con más atención en no desordenarse, en no brindarle al Bayer Leverkusen la ocasión de recuperar en exceso el vértigo que tenía con Roger Schmidt en el banquillo, el vigente subcampeón tramitó el partido en punto muerto. Le vino bien esa intención inicial anunciada por Tayfun de no ser ese conjunto alocado que golpeaba con siete y ocho jugadores descolgándose tras robar la pelota en cualquier zona del campo. El resultado de la ida le exigía algo más al Leverkusen. La castración de esa identidad tan atrevida como vulnerable, que se movía en una línea delgada entre oleadas de presión, descargas pasionales y el suicidio defensivo le restaron épica a su intento de firmar una proeza. Necesitaba un 0-3 y el Leverkusen se empleó de salida como si no necesitara tanto. El freno le dio para irse al descanso con el empate y para mostrar cierto manejo de balón entre Kampl, Brandt y Wendell. Arriba Chicharito burbujeaba por todo el frente de ataque. Del mexicano fue la primera maniobra destacable. Un giro en la frontal del área desde hilvanó un disparo raso demasiado cruzado.

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El Atlético se desempeñó en el modo Simeone más italiano. Dos líneas de cuatro y a esperar una contra o un error. De nuevo, el técnico volvió a probar con Saúl y Thomas y el resultado fue tan decepcionante como en Granada. El chico ralentiza demasiado el juego, traslada con exceso y no acaba de afinarse con la pelota. Tuvo combate y alguna acción de uno contra uno en la salida de balón interesante, pero necesita más tranquilidad para asumir tanta responsabilidad. Antes de la media hora, como en Los Cármenes, Simeone rompió la pareja. Esta vez fue Saúl el que se recostó en la banda derecha para dar paso en el medio a Koke. Con este movimiento, El Cholo volvió a la fórmula de Leverkusen para medir a Saúl en los balones largos con Wendell. Correa y Koke fueron los que exigieron a Leno. El primero tras una buena pared con Griezmann que definió contra el pecho de Leno. Koke apuró al meta alemán con un disparo raso y cruzado. El argentino sigue anunciando grandes cosas cuando coge el balón, pero sigue quedándose a mitad de camino. Esta vez no tiene la excusa de haber jugado en la banda. Jugó en punta a la altura de Griezmann y enseñó que le va más el desorden a la carrera que el juego con exceso de trámite.

En el segundo acto se vio a un Leverkusen más decidido. Lanzado por Brandt, fue más ambicioso que el Atlético. En una vaselina cruzada de la Griezmann al poco de la reanudación que se escapó por poco se quedaron los rojiblancos. La grada, adormecida porque su equipo le transmitió muy poco, se calentó con Oblak y esa terna de paradas salvadoras. Quería ver a Torres el personal, pero no estaba su entrenador por la labor. No le dio el gusto a una afición que quizá hubiera encendido la mecha de un equipo que está de nuevo instalado en ese escaparate de los ocho mejores equipos de Europa. El logro es muy meritorio, pero el Atlético y sus aficionados presumen de ser algo más que un marcador o una clasificación para octavos de la Champions.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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