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FÚTBOL | FC BARCELONA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Contrapunto salvaje

Con la llegada de Luis Suárez descubrimos que en el Barça su instinto desatado es imprescindible

Luis Suárez, Neymar y Messi celebran uno de los goles del Barça frente al Atlético en el Camp Nou.
Luis Suárez, Neymar y Messi celebran uno de los goles del Barça frente al Atlético en el Camp Nou. Vicens Giménez

Luis Suárez era el arquetipo de jugador que rompía la armonía del Barça. Él tenía otro perfil. Venía de otro mundo. En el Liverpool jugaba solo en el frente de ataque, culminando las jugadas de un equipo que no elaboraba y que lo libraba todo a una finalización instintiva. Suárez estaba cómodo en ese entorno porque él encarnaba el potrero, la intuición absoluta, la improvisación y el fútbol directo. Nueve meses después de su salida del fútbol británico comprendemos que la contradicción es necesaria. Ahora descubrimos que en el Barça —el equipo del estilo puro que inhibe los instintos— el instinto desatado de Suárez es imprescindible.

Paradójicamente el Barça necesita este contrapunto salvaje para llegar a donde ha llegado con un fútbol más estilista y de pausa. El Barça necesita a Suárez para ser más Barça. Ahora el toque, la academia, se completan con un tipo que es el incordio de los defensas, el empuje, el chorro vital.

Hoy Suárez permanece mucho más restringido pero cumple una función esencial. La jugada viene tan hecha, tan fabricada, que lo único que tiene que hacer es entretener a los centrales, bloquearlos para que no interfieran en la jugada, y buscar las diagonales cortas. Participa en el último proceso.

Nunca vi a tres divos más generosos, más pendientes el uno del otro, más preocupados por quedar bien entre ellos. ¡Si hasta se piden perdón cuando no se pasan la pelota!

Todo el desgaste que hace entre los centrales, forcejeando, desmarcándose hacia adentro y hacia afuera, ha potenciado a Neymar y Messi. Ya no precisan, como antes, estar continuamente realizando maniobras y excesos técnicos para desequilibrar. El uruguayo los espera con la mesa servida.

Muy pocos jugadores se adaptan a ese engranaje y Suárez venía de un paisaje extraño. Antes de establecerse debió emprender una transición contra su naturaleza. En el Camp Nou su supervivencia ya no dependía tanto de su olfato como de su paciencia para meterse en el corralito a esperar la evolución de las jugadas. La consecuencia ha sido el éxito insólito de Suárez y la consagración, junto con Messi y Neymar, de un trío de figuras del que no recuerdo precedentes. Nunca vi a tres divos más generosos, más pendientes el uno del otro, más preocupados por quedar bien entre ellos. Los goleadores viven de la solución más inmediata. Pero este parece un caso aparte. ¡Si hasta se piden perdón cuando no se pasan la pelota!

Sabemos que el fútbol está lleno de vicios, veleidades y miserias. No es fácil que tres estrellas que juegan entregándose a su naturaleza impredecible estén combinados y se lleven tan bien. Hay una gran dosis de predisposición, de generosidad y humildad para convivir en el trío del Barça. Sin esos intangibles es difícil complementarse y fácil interferir. Cada vez que Messi, Neymar y Suárez reciben la pelota hay magia.

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