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El legado de oro de Natalia Rodríguez

La plusmarquista española de los 1.500 metros, marcada por su descalificación en el Mundial de 2009 y por las lesiones, se retira a los 35 años

Robert Álvarez
Natalia Rodríguez, en el nacional en pista cubierta de 2013.
Natalia Rodríguez, en el nacional en pista cubierta de 2013.Alberto Estévez (EFE)

El chandalito rojo ha vuelto al armario. 28 años después de que su madre le colocara sobre la cama “su ropa de guerra”, con la que corrió su primera carrera en la Escola Els Àngels de Tarragona cuando era una mocosa de siete años, Natalia Rodríguez ha decidido que ha llegado la hora de poner punto y final a su carrera deportiva. La plusmarquista española de los 1.500 metros lo anunció a través de un tuit: “Cuelgo las botas. Lo he meditado. Lo he decidido. Satisfecha por todo lo conseguido”. Y punto. Prefiere tomarse un respiro, esperar a su rueda de prensa de despedida, el día 8 en el ayuntamiento de la ciudad donde nació hace 35 años. Las lesiones han tenido un peso importante en su decisión. “Me han machacado mucho mentalmente”, admite. La última, en el gemelo izquierdo, la obligó a retirarse el 1 de marzo del Campeonato de España de Clubes celebrado en Cáceres.

Las lesiones me han machacado mucho mentalmente”

Perseverante y fuerte, como expresa uno de los tatuajes que luce en sus antebrazos, Natalia deja atrás miles de kilómetros en los que se ha acreditado como una excepcional mediofondista. Su historia, sin embargo, es atípica por sus devaneos con las medallas de oro, dos básicamente. Una la que no llegó a recibir en el Mundial de Berlín en 2009 después de una rocambolesca carrera que ganó, pero de la que fue descalificada. Según los jueces, se llevó por delante por delante a la etíope Gelete Burka, a falta de 200 metros para el final. La otra, fue la de los Europeos en pista cubierta de ese mismo año, siempre en el 1.500. Esa sí la recibió, pero no en el podio, donde subió al segundo escalón, sino cinco años después cuando la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) sancionó por dopaje a la rusa Anna Alminova, que había superado a Natalia en aquella final en Turín.

Fuera como fuese, aquella fue la mejor etapa en la larga carrera de Natalia Rodríguez. En 2006 se había pasado el año en blanco a causa de las lesiones. Y entonces, pese a que según afirma ella misma, no era el mejor momento a nivel económico y profesional, decidió quedarse embarazada. En noviembre de 2007 nació Guadalupe. “Mucha gente dejó de confiar en mi vuelta a la élite, la mayoría me dio la espalda, incluidos patrocinadores y demás, porque el ser madre para ellos supone que no vas a competir, no les eres rentable”, dijo tiempo después en una entrevista que le hizo Isabel Macías, mediofondista española.

Natalia no solo regresó sino que en Pekín-2008 logró un sexto puesto, su mejor clasificación en las cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos en las que ha competido. Tras la rocambolesca pero espléndida temporada de 2009, obtuvo sus dos medallas más valiosas. Fueron de bronce, pero en campeonatos absolutos, al aire libre: el Europeo de 2010  en Barcelona y el Mundial de 2011 en Daegu, además del subcampeonato mundial de 2010 en Doha. Eso sí, su mejor marca, el vigente récord de España de 1.500, la consiguió en 2005, en Rieti (3:59.51).

Fue proclamada campeona europea cinco años después de la carrera, una vez que la rusa Alminova fue sancionada por dopaje

En junio de 2014, después de tres años marcados por las lesiones y sin resultados destacados, decidió cambiar de entrenador. Consciente de que le quedaba poco en el atletismo, prefirió arriesgar. “Ha llegado el momento de empezar de cero, con otro ambiente, con un sistema diferente. Sé que aún puedo hacer grandes cosas”, argumentó. Dejó a Miguel Escalona, su entrenador de toda la vida, con el que tantas trabajó en las pistas del Campclar de Tarragona, y se encomendó a los métodos de Antonio Serrano. Poco después fichó por el FC Barcelona.

Militante del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), fue concejal del ayuntamiento de Tarragona desde 2011. Ahora, intentará terminar sus estudios de fisioterapia y seguirá colaborando en la organización de los Juegos del Mediterráneo que se celebrarán en Tarragona en 2017. Se retira, pero si algo tiene claro, es que el atletismo lo lleva en la sangre. “Aquel diminuto ratoncito con unas ganas enormes de comerse el mundo, que lo único que consiguió es llegar a los últimos cien metros prácticamente andando, con un flato inmenso en el costado izquierdo, y llorando como una magdalena”, como ella misma escribió sobre su primera carrera escolar, cierra, 28 años después, una trayectoria excepcional en la elite mundial del mediofondo, la única española que ha bajado de los cuatro minutos en el 1.500.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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